Cien años de mentiras extendidas por el terror bolchevique: las cinco falacias mil veces contadas

El historiador británico, harto de tópicos, carga contra y la idealización de los comunistas liderados por Lenin y confirma que «nadie les ganó en inhumanidad»

Lenin, en un dibujo de la época, se despide de las unidades que iban a partir hacia el frente polaco ABC
Manuel P. Villatoro

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Solemos replicar los mitos una y mil veces. Es normal, pues luchar contra la corriente nos condena al enfrentamiento. Pero el historiador Antony Beevor lleva demasiados años en el mundo del ensayo histórico como para preocuparse de pisar callos o enturbiar las aguas. Por eso, tras casi cuatro años, ha vuelto a las librerías con un ensayo que rompe moldes y desvela verdades. 'Rusia. Revolución y guerra civil 1917-1921' (que desgranamos en este reportaje) alberga una extensa lista de falacias que rompe en mil pedazos. Algunas, repetidas hasta la extenuación como que el Palacio de Invierno fue capturado de forma heroica por la Guardia Roja. Y como esa, mil más. Hoy, analizamos las más dolorosas...

[PUEDE LEER AQUÍ LA CRÓNICA SOBRE LA NUEVA OBRA DE BEEVOR]

La caída del zar

Las cifras desmienten que la revolución contra los Románov fuera pacífica. Tan solo en la capital hubo cerca de 1.500 muertos y 6.000 heridos entre los dos bandos. Los combates concluyeron con el asalto a un hotel en el que se habían refugiado muchos oficiales y generales zaristas. Fue una auténtica masacre.

Un líder justo

A través de una infinidad de testimonios, Beevor retrata el carácter de Lenin y le muestra como un ariete dispuesto a derribar a cualquiera a cambio del poder. Aceptó la ayuda de los mismos imperialistas a los que odiaba para llegar a Rusia en un tren presuntamente sellado, estaba convencido de que había que pasar por una guerra civil para hacerse con el poder absoluto, ejerció un liderazgo férreo y poco democrático sobre su partido y desató la violencia contra amigos y enemigos.

Un ejemplo fue Crimea, hoy de triste actualidad; tras su victoria frente al Ejército Blanco , ordenó concentrar a los prisioneros «en algún lugar del norte». Un amargo eufemismo, según el autor: «Esto aludía, en concreto, a los campos de concentración de los alrededores del mar Blanco, de los que muy pocos escaparon vivos».

Asalto al Palacio de Invierno ABC

Unidad bolchevique

El nuevo régimen no tuvo piedad con los suyos. Cuando los marinos de la Flota del Báltico , a los que Trotski definió como «el orgullo y la gloria de la Revolución rusa», crearon su propio Comité Revolucionario para defender sus derechos, el régimen comunista recurrió a la mentira para sofocar la revuelta. Afirmaron que el amotinamiento estaba dirigido por un oficial del Ejército Blanco y acabaron con ellos.

El asalto al Palacio de Invierno

El mito bolchevique sobre la toma del Palacio de Invierno no podría ser más falso. Ni el tímido ataque de la Guardia Roja ni el de los 5.000 marinos de Flota del Báltico resquebrajó la defensa planteada por los cadetes y el batallón femenino. A su vez, el crucero ‘Aurora’ arribó sin proyectiles explosivos. El lugar solo pudo ser tomado cuando los soldados leales a Kérenski se retiraron por culpa del desánimo.

¿Qué provocó la derrota del Ejército Blanco?

Al bando zarista le ocurrió lo mismo que a la izquierda española en la década de los treinta: estaba tan dividido que era imposible instaurar un régimen con visión de futuro. «La alianza del todo incompatible entre los social-revolucionarios y los monárquicos reaccionarios tenía todas las de perder contra una dictadura comunista de ideas férreas», explica el autor en su obra.

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