Josemi Rodríguez-Sieiro - Lo que me apetece

Las costumbres han cambiado

Estos dos años largos de pandemia, para muchos han supuesto un cambio que ha caído como una losa

Juan Flores

Josemi Rodríguez-Sieiro

Madrid se mueve y la normalidad se impone. Las restricciones van desapareciendo tímidamente, las convocatorias a los actos, ya sean culturales o estrictamente sociales, se multiplican. La gente se debate entre la preocupación y la esperanza, entre la cautela y la ansiedad de libertad porque, aunque de alguna manera las costumbres vuelven por sus fueros, en algunos casos han cambiado, sobre todo para los mayores, porque estos dos años largos de pandemia, para muchos han supuesto, aunque solo sea mentalmente, un cambio que ha caído sobre muchas personas como una losa. Y ahora la recuperación es más difícil y más complicada. Se socializa menos, la gente mayor se hace más perezosa, la cabeza funciona más lentamente y de una manera más negativa.

Las difíciles condiciones de vida, el incierto futuro, la oscuridad del momento y la impotencia ante el desorden y la injusticia son unos factores ciertamente negativos.

En poco tiempo las cosas han dado un giro enorme, ni a mejor, ni a peor, sino diferente. Pasa, como pienso yo, las educaciones recibidas no son ni mejores, ni peores, son educaciones diferentes. A continuación, el ejemplo siguiente.

Me invitan a presentar un libro, excelente libro, 'Anfitrionas', bien documentado y muy interesante pero, cuando me envían el guión, consistente en una sarta de lamentables, desagradables e inoportunas preguntas, decido no asistir ni formar parte de un espectáculo vulgar, para una obra que no se merece. A mi que nunca digo más que lo que quiero decir, no lo que los demás quieren que diga.

Mayte Spinola de Barreiros me convoca a la inauguración de una exposición sobre su obra a lo largo de 50 años. Ella es artista, pinta y esculpe, es también mujer de negocios, que lo mismo vende una casa en una isla, que una isla llena de casas, además de desarrollar el papel de mecenas con una fundación, que llenar las paredes del castillo de un archiduque alemán con obra de 'sus pintores', diseñar una menina para las calles de Madrid o aprovechar los destrozos, causados por Filomena, en el bosque y jardín de su casa para convertirlo en museo e invitar a sus artistas para que con los restos de la borrasca den rienda suelta a su arte y genialidad y firmen sus obras. Mayte entrega medallas de oro a reconocidas personas, da protagonismo a miembros de casas reales mediatizadas, poniéndolos en valor, con gran generosidad y enorme protagonismo.

En su casa es fácil encontrar un grupo de artistas de todo tipo y condición, a varios embajadores, aristócratas de viejo y nuevo cuño, algún que otro título dudoso de procedencia extranjera, profesionales de primer orden, académicos, empresarios y personalidades del deporte y algún que otro político por no olvidarme de militares de distinta graduación. A Mayte no se le pone nada por delante. Se fotografió con Bergoglio , creó su propio museo en Marmolejo, a su mayor gloria y la del balneario andaluz y bebió de la maestría de Miró , Dalí y Antonio López , que fueron también sus amigos.

Curiosamente tengo obra de Mayte, pero también poseo un cuadro de su tío materno Alfonso González-Cocho , notable acuarelista, que firmaba como Cocho, la mitad de su primer apellido. Su hermana Mamen también es pintora y mecenas, discípula de Muñoz Vera .

Mayte es única y si no existiera habría que inventarla.

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