Por qué tu hijo está enganchado al «like» y le gustan los retos virales

La Dra. Irene Montiel, de la Universitat Oberta de Catalunya, explica cómo funciona el cerebro de los preadolescentes y adolescentes y ofrece una serie de pautas de actuación a las familias

Ana I. Martínez

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Entender a los preadolescentes y adolescentes en su relación con la tecnología no es fácil para la familia. A lo progenitores les cuesta entender por qué sus hijos quieren ser « influencers », por qué son tan adictos al «like» o qué se les pasa por la cabeza para que se lancen, sin apenas pensarlo, a imitar los retos virales que circulan por Instagram o TikTok.

« Los 'Me Gusta' son para ellos muestras de aprobación social , cuantificables e inmediatas, en un entorno social que sabe cómo captar (o secuestrar) su atención: las redes sociales», explica a ABC la Dra. Irene Montiel , Profesora del Grado de Criminología y el Máster de Ciberdelincuencia de la Universitat Oberta de Catalunya (UOC). «Hablamos de preadolescentes y adolescentes cuyos cerebros están en proceso de desarrollo y reorganización -continua-. Por ello presentan dificultades para controlar sus impulsos, buscan constantemente la satisfacción inmediata, el placer, la aprobación social de sus iguales y sentirse parte del grupo, algo que las redes sociales les ofrecen de forma fácil y 'gratuita' (evidentemente el producto son las propias personas que ceden sus datos)».

Para un joven, el hecho de recibir un 'like' no es solo «un fuerte motivador de la conducta humana». Va mucho más allá, cobra aún más sentido, porque «se guían por lo que hacen sus iguales, con los que se identifican». Es decir: se alejan de papá y mamá y empiezan a construir su identidad.

Además, «el éxito del 'me gusta' tiene una base biológica bien conocida por sus creadores: el sistema de recompensa cerebral », recuerda la experta. «Es el mismo que se activa cuando practicamos deporte, mantenemos relaciones íntimas o consumimos drogas. El problema es que estos estímulos pueden acabar secuestrando las vías dopaminérgicas hasta el punto de que todo lo demás deje de producir placer, incluso las relaciones cara a cara o el contacto físico».

Bajo este contexto, no es de extrañar que el fenómeno de los retos cotice al alza. Cada vez más, los usuarios preadolescentes (entre los 10 y los 14 años) se mueven arrastrados por la «dictadura de los me gusta» porque todo vale para ganar popularidad . Conseguir uno de los 4,2 mil millones de me gusta que se estima que se dan a diario es una tarea en la que este tipo de desafíos puede ayudar.

«Los retos son situaciones difíciles o arriesgadas que no se sabe a ciencia cierta si se podrán lograr, aunque no siempre son peligrosos», explica Montiel. «Durante la etapa de la adolescencia es natural asumir ciertos riesgos y poner a prueba los límites (de uno mismo y de los otros) para descubrir el potencial de cada uno. Los retos producen cierta excitación, pueden ser emocionantes, lo que atrae a los más jóvenes porque durante adolescencia, el comportamiento se rige principalmente por las emociones, los vínculos sociales y la búsqueda de placer».

Según la Academia Americana de Pediatría , las redes sociales premian el comportamiento escandaloso. Cuanto más extravagante sea, más se puede alardear. Y el entorno digital es perfecto en dicho contexto. Los jóvenes no se paran a analizar ni pensar: solo saben que alguien de su clase lo hizo y consiguió cientos de me gusta y comentarios.

«Con la maduración de la corteza prefrontal, el área del cerebro que nos permite tomar decisiones racionales y planificadas, aprendemos a inhibir o regular nuestros impulsos y emociones y aprendemos a tomar decisiones racionales y planificadas. Normalmente, cada vez somos más capaces de medir el riesgo de un acto o un reto y de tomar decisiones que no ponen en peligro nuestra salud. A los adolescentes les cuesta realizar esta valoración», explica la docente.

Según un estudio financiado por TikTok, un 21% de los jóvenes de entre 13 y 19 años ha participado en retos online (el 14 % de los encuestados tenía entre 13 y 15 años y el 9 % correspondía a jóvenes de entre 18 y 19 años), y un 2% afirma haber hecho retos que ellos mismos consideran peligrosos.

En España, según un estudio reciente de la Universidad Internacional de La Rioja , un 8% de los adolescentes ha realizado retos virales peligrosos en internet , «y son los que deben preocuparnos, ya que ponen en riesgo la vida, la integridad física o psicológica de quienes lo realizan o de otras personas». Mientras, un 80% los ha realizado de tipo social.

De hecho, la experta recuerda que «una gran parte de los retos que circulan por las redes son de tipo social. Es decir, tienen un componente social o familiar y no entrañan ningún peligro para los participantes. Otros, son de tipo solidario porque promueven una causa social o de ayuda ( reto del cubo de agua helada )».

Ahora bien, no todos los adolescentes se sienten atraídos por estos desafíos digitales. «Algunos autores consideran que los adolescentes más predispuestos a participar en los retos virales son aquellos que tienen más necesidad de aceptación, valoración o reconocimiento por parte de sus iguales, pero cada reto tiene su target particular», explica Montiel. «Por ejemplo, en la ballena azul, los jóvenes solían tener entre 11 y 15 años y el contenido del reto era claramente autolesivo, por lo que estaba orientado a niños y niñas en situación de vulnerabilidad emocional». Además, por sexos hay diferencias: ellos suelen ser más dados que ellas a participar en retos.

Consecuencias

A la hora de analizar las posibles repercusiones de participar en los retos, la experta diferencia entre aquellos que se derivan del mismo y son peligrosos, «como por ejemplo las autolesiones que se infringen con el reto de la Ballena Azul », hasta «el miedo y la ansiedad que producían los mensajes de Momo » pasando por las «consecuencias que pueden derivarse de la difusión de las imágenes con la intención de humillar o hacer burla».

«Además -advierte la docente de la UOC-, es posible que el éxito de un video en el que alguien realiza un reto en principio inofensivo, lleve a su protagonista a seguir asumiendo retos, cada vez más arriesgados, para entretener a su público, llegando a poner en serio peligro su integridad física y mental . La viralidad de este reto, a su vez, puede contribuir a la normalización de conductas peligrosas entre niños y niñas (cada vez más jóvenes) con acceso a las redes sociales en las que se difunden».

El papel de los padres

Ante este panorama, el papel de las familias no es fácil. « Hasta que la corteza prefrontal esté completamente desarrollada (aproximadamente los 23 o 25 años), somos los adultos los responsables de «hacer de freno » y acompañarles en la toma de decisiones», explica Montiel. «Estamos hablando de un cerebro con una gran oportunidad de desarrollo pero que hay que saber cuidar. Cualquier tipo de impacto potente continuado, como por ejemplo el uso excesivo de pantallas, videojuegos, apuestas en línea, imágenes violentas o pornografía, impacta en el sistema cerebral del placer y la recompensa, y esta sobreestimulación puede llegar a sobrecargarlo ocasionando, entre otras cosas, la pérdida de control y de interés por otras actividades más saludables que antes producían bienestar como el deporte o las relaciones cara a cara. Los retos peligrosos solo son una más de todas las conductas de riesgo que se pueden realizar a través de las redes sociales, lejos de la mirada y supervisión adulta».

Los consejos de la experta son:

- Cuidar los contenidos que se consumen : No todas las redes sociales ni «influencers» son adecuados para todas las edades. Es fundamental conocer a partir de qué edad se puede abrir un perfil en cada red social e informarse mínimamente sobre el tipo de perfiles que hay en ellas.

- Aunque asumir cierto nivel de riesgo en la adolescencia es normativo , debemos ayudarles a discriminar y evitar los retos que son peligrosos para la salud o la vida conociéndolos y hablando sobre ellos.

- La comunicación es la mejor herramienta que tenemos para fomentar la confianza. Podemos aprovechar una noticia o simplemente preguntarles sobre los retos que están de moda para conversar sobre ellos y ayudarlos a reflexionar. ¿Qué es lo mejor que puede pasarle a alguien que lo haga? ¿Y lo peor? ¿Crees que compensa? Promover el pensamiento crítico es fundamental para mejorar lo que se consume, pero también las relaciones familiares.

- Cuidar los contenidos que se comparten : aquello que se publica forma parte de la identidad digital. Cuánta más información se comparte en la red, más probabilidades de ser víctima de algún ataque en línea.

- Buscar referentes inspiradores que generen contenidos de calidad.

- Zonas y horarios offline . Por ejemplo, durante el horario lectivo no se debería tener acceso al smartphone, y durante las comidas o cenas, toda la familia puede dejarlos fuera de la habitación.

- No superar las dos horas diarias de pantallas y descansar cada 30 minutos. A partir de estas cifras, los estudios alertan de un mayor impacto en la capacidad de atención, el autocontrol, la estabilidad emocional y el bienestar psicológico. Cada noche, podemos mirar en los ajustes del móvil el tiempo de uso y marcar límites adecuados a la edad.

- Dedicar más tiempo a las conexiones reales de calidad que en las redes sociales. Diferentes estudios relacionan su uso con elevados niveles de ansiedad, depresión y problemas de autoestima que pueden aumentar la vulnerabilidad de los adolescentes a realizar retos peligrosos, entre otras conductas de riesgo.

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