«Tu adolescente no quiere hacerte la puñeta, está buscando su norte»

Entrevista con Eva Bach y Montse Jiménez, autoras de «Madres y padres "influencers"» (Grijalbo)

Carlota Fominaya

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El último libro de Eva Bach y Montse Jiménez cuenta con una mirada muy positiva hacia la adolescencia, muy en la línea de aquel primero que escribió Bach en solitario hace tiempo y que llevaba por título «Adolescentes, qué maravilla» . «Todo el mundo se llevó las manos a la cabeza con aquel enfoque, pero es que no tenemos duda: los adolescentes no han venido a hacernos la puñeta, solo están buscando su norte , para lo cual necesitan que les acompañemos». El tiempo le daría la razón, y aquella obra va ya por la decimocuarta edición. Hablamos hoy con Bach de «Madres y padres influencers», editado por Grijalbo .

En un mundo en el que los adolescentes están todo el día mirando Instagram, y parecen no escuchar a los padres, ¿por dónde pueden empezar las madres y padres que quieran ser "influencers"?

Por tener vida. No hay mejor forma de ilusionar a los hijos y a los alumnos que transmitiendo nuestra propia ilusión y compromiso con la vida, y con la nuestra en particular. Eso es lo más importante. Es muy romántico que te digan que «eres lo más importante», «la razón de mi vida»... En determinados momentos es muy bonito y tampoco vamos a renunciar. Pero este mensaje no se puede mantener de forma permanente, porque para ser realmente altruistas tenemos que ser un pelín egoístas, en el sentido de darnos lo que necesitamos para que luego cuando demos no lo hagamos para llenar nuestro vacío, ni para ocultar o llenar nuestras carencias y vacíos, sino por generosidad y cariño al otro. Los niños ya saben que se les quiere «mucho» .

Esta etapa de la adolescencia, ¿es igual de virulenta en todos los jóvenes?

No tiene por qué ser tan terrible la adolescencia. Lo que sí que hay son unas pautas psico-evolutivas que se dan en todas las adolescencias, en mayor o menor grado. La virulencia o la intensidad va a depender de factores individuales, familiares y también contextuales, de concurso social... Porque lo que está pasando en cada generación también influye.

Pero hay unos patrones que se repiten. Ellos van a necesitar distanciarse física y emocionalmente del adulto para encontrarse. Como esto va a ocurrir, lo que hayamos hecho hasta entonces, lo que hayamos compartido desde el placer, desde el respeto, la alegría, el reconocimiento, el aprecio, la estima... les servirá para motivarse más fácilmente, para ser personas más alegres, más optimistas.

Ustedes recuerdan que los adolescentes no quieren hacer la puñeta, es que están empezando a crear sus propios relatos.

Exacto. No es personal. No se alejan porque están en contra nuestro, sino porque necesitan afirmarse. No pasan de nosotros, están forjando su criterio. No se han vuelto locos, ni que estén tontos, es que no ven los peligros como los vemos nosotros, no son conscientes y enseguida se lanzan. Dicen que psicoevolutivamente esto es bueno, porque les empuja a salir a la vida y a tomar las riendas.

Insistimos, no es que hayan perdido el norte, están buscando el punto de equilibrio, y ese punto se encuentra a veces transitando a veces por los extremos. Así es como se encuentra el punto medio. Pero uno piensa: «¡madre mía, ¿como puede ser hoy esté en coma, y mañana hiperactivo?». Ellos van equilibrando el exceso con el defecto, buscando el equilibrio vital. Si eso lo han tenido antes, se lo hemos mostrado y somos referentes más o menos.... pues el punto medio lo van a encontrar más fácilmente, van a saber antes lo que quieren.

¿Cree usted que la madurez está llegando cada vez más tarde?

José Antonio Marina, uno de nuestros grandes referentes, decía que el adolescente debería llevar una camiseta que dijera: «en construcción gracias por la paciencia» , porque hay que tener esa paciencia. Lo cierto es que, desde el punto de vista del cerebro, parece ser que los procesos de maduración emocional que dan lugar a la edad adulta no llegan hasta los 25 y 27 años. Esto no quiere decir que no tengan rasgos y patrones adultos antes, por supuesto que los tienen, pero la sustancia blanca (emocional) está super excitada, y la gris (la de la reflexión pausada) termina su maduración hacia esa edad.

Como también es una evidencia que hay adolescentes de 45 años. Son cerebros súper excitados emocionalmente con patas, cerebros reptilianos que se dejan llevar por sus emociones, que no han terminado la madurez ni tiene pinta. En Twitter podemos ver buenos ejemplo de esto.

Ciertamente, parece ser también que la madurez se retrasa, porque entre otras cosas tenemos también un final prematuro de la niñez, con la híper erotización e híper sexualización de la infancia, con menores que en lugar de irse a un «chiqui-park» de pelotitas, van a maquillarse, ponerse pestañas postizas, y pintarse las uñas. Es un error que hagamos de esto el objetivo o ideal de la infancia, el anhelo de padres debería tener otras cosas como propósitos de vida.

Las familias con hijos adolescentes se suelen quejar del mutismo de estos. ¿Cómo se abren las puertas del diálogo con un adolescente, cuando ya se han roto?

Siempre estamos a tiempo, si no lo hemos construido. Por suerte nuestro cerebro es flexible y la plasticidad cerebral se da a lo largo de toda la vida.

Hay un montón de preguntas que nos pueden ayudar a sentirnos mejor. Podemos empezar siempre por cuestionarnos ¿qué podemos hacer mejor en esta familia?, o por preguntar a nuestros hijos: ¿en qué puedo ayudarte? ¿en qué puedes ayudarme?. ¿cómo te gustaría que fuera?, ¿cómo te gustaría que te dijera las cosas que te tengo que decir?, ¿cómo te llegaría mejor?, ¿cómo prefieres? ¿qué es lo que más te gusta?, ¿y lo que menos...? ¿qué no te gusta de nuestra relación?, ¿qué es lo que te hace sentir mejor y peor? «Vamos a pensar en alternativas. Dime tú todo lo que podamos incorporar, que lo incorporamos». Estos diálogos, cuando la situación se ha malogrado, son la única forma de poder reconducir.

Hay otra forma de reconducir la situación, que es reforzando las conductas que se acercan a lo deseable: ¡qué bien hemos hablado de este tema tan espinoso o tan delicado! ¡fíjate cuando podemos hablar así, qué bien me siento yo, y qué sensación más agradable los dos! Esa es otra manera de conseguir hablar. «Si conseguimos dialogar un momento bien, verás que bien vamos a estar», y después felicitarnos por haber conseguirlo estar más rato sin chillar. Tenemos que ir poco a poco.

Muchas veces las conversaciones con adolescentes se van de las manos, y se acaba gritando. ¿Cómo revertir esta otra situación?

Si empezamos a chillar, tiempo muerto. Como en el baloncesto. Empecemos otra vez, hagamos respiraciones profundas... Por eso nosotras en el libro incidimos en parar, en la calma... Cuando no respiramos y no hacemos pausas nos lleva por delante la emoción primaria. Cuando uno está encendido, tiene que darse cuenta y ponerse en «semáforo rojo». Ser consciente de la situación: «estoy sulfurado, no hablo, no actúo, me doy un tiempo en "ambar" hasta que me calmo, y si lo consigo me pongo en "verde": ya puedo hablar». Es la única manera de no soltar determinadas palabras que van a la yugular. La palabra dicha no vuelve atrás nunca más y nos hacemos daño .

Otros tantos progenitores reconocen que con los adolescentes se vuelve difícil hasta el contacto físico.

Siempre desde el respeto y el consentimiento y tratando de respetar lo que al otro le place, habrá que llegar a un termino medio o respetar que no se le de. En el libro hablamos del «contacta con tacto», pero esto no significa que ¡ale, venga, vamos a tocarnos! Como decíamos antes, los adolescentes nos tenían que venir subtitulados, porque ellos te dicen «¡no me toques, no me hagas cariñitos o mimos delante de mis amigos, pero tú sigue demostrándome que me quieres!». A veces es una caricia suave en la espalda, un golpecito cariñoso, un beso robado. Hay que buscar las estrategias, porque si lo haces con gracia al final lo acaban pidiendo. También es cierto que algunos chicos, si los padres siguen mostrando el cariño con naturalidad, tampoco van a encontrar un rechazo constante.

Les miramos con miopía, advierten ustedes. Unas veces con pena, otras con ira...

Les miramos con miopía, unas veces con pena, otras con ira, con animadversión, hostilidad o envidia. Como si estuvieran enfermos, o presentaran una enajenación mental transitoria. Y debemos saber que el adolescente se mira y se define a sí mismo a través de la mirada de los demás, y tiende a ser y a sentirse como lo ven, pues quiere proyectar lo que se espera de él. De nuestra mirada dependerá que confíe más o menos en su potencial y que los malestares que experimenta son los naturales de la adolescencia u otros fruto de nuestra miopía.

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