crianza

«La lactancia es un vehículo para el amor entre madre y bebé»

Una médico de familia, experta en lactancia materna y madre de 5 hijos, rebate al doctor Cano sus polémicas declaraciones sobre la lactancia

Actualizado: Guardar
Enviar noticia por correo electrónico

Cuando Carmela Kika Baeza terminó su carrera de medicina y las prácticas de médico de familia se casó. Al poco tiempo llegó el primer hijo. Se llamaría Javier. Y, embarazada de varios meses los médicos les comunicaron a los felices padres que el bebé venía con una hipoplasia de ventrículo izquierdo. Enseguida les dieron la opción de que el feto naciese en el Nemours Cardiac Center, en Delaware, Estados Unidos para poder ser operado, nada más nacer, por el doctor Norwood, el cirujano creador de una técnica para intentar salvar estas dolencias. Y allí que se fueron. Esto fue en el año 2001. Javier nació el 24 de abril, fue operado nada más nacer y se quedaron en el hospital padres y bebé.

En la misma habitación donde se habilitó una incubadora para darle los cuidados que necesitaba y con una cama de matrimonio para sus padres. Enseguida los médicos le recomendaron que se pusiera al bebé al pecho para darle lalactancia materna que era lo mejor, sobre todo en su estado. Pero la recién estrenada madre, que no sabía nada de eso, no supo hacerlo y las enfermeras tampoco lograron gran cosa. Así que ella, convencida de que su leche era lo mejor para el bebé, se sachó la leche durante los 23 días que estuvieron en el hospital y se la dio en biberón. Les dieron el alta y volaron a España.

Al día siguiente de llegar, Javier falleció. «Supe entonces que si me pasase otra vez aquello hubiera preferido tener a mi bebé los días que duró su vida en brazos aunque fuese dándole un biberón con leche de fórmula que separado de mí porque me estaba sacando la mía con una máquina». Y, añade, «me propuse estudiar e investigar para que ninguna madre que yo conociese y que quisiera dar el pecho, fracasara». Después de Javier la vida les otorgó a esta pareja, profundamente creyente, otros cuatro hijos. Cuatro hijos a los que Carmela Kika ha dado el pecho en lactancias prolongadas. Ella, al final, ha estado durante 12 años dando el pecho de manera ininterrumpida, algo que hoy día sorprende muchísimo pero que es, en definitiva, lo que siempre ha sucedido a lo largo de nuestra historia.

Hemos hablado con ella a raíz de la fuerte y grave polémica surgida con la publicación del libro Víctimas de la lactancia materna, ni dogmatismos ni trincheras de un pediatra de Castellón, José María Cano, que dice cosas como que «dar el pecho es una esclavitud para la madre y es una fuente de excitación sexual para ella cuando se prolonga más allá de los tres o cuatro meses. Mantenerla más tiempo está causando «complejos de Edipo severos», «desmedro» y desnutrición.

La doctora Baeza, autora de Amar con los Brazos Abiertos Ed. Marova 2013, contesta a las siguientes preguntas, relativas a las opiniones del polémico pediatra.

—Después de la muerte de su primer hijo usted decide empezar a estudiar todo lo que tiene que ver con el mundo de la lactancia. ¿Cómo fue ese proceso?

—Cuando nació Javier yo sabía de lactancia materna bastante poco ya que en la carrera de medicina y después al hacer la especialidad nos enseñan poco o nada sobre el tema. Sí sabía que cuanto más enfermo está un bebé, más importante es que tome leche materna. Así que en cuanto nació Javier yo me puse a extraerme leche cada dos horas. Conseguí que sólo tomase leche materna. A costa de estar todo el día pegada a la máquina. Un día pedí ayuda a las enfermeras para que me lo pusieran al pecho, para poder darle directamente y así tenerlo en brazos. Pero nadie supo ayudarme. Así que los 24 días de vida de mi hijo me los pasé enganchada a un sacaleches. Cuando Javier falleció, me dije a mí misma que ninguna madre con la que yo trabajase se iba a quedar sin dar el pecho a su bebé si ella lo deseaba.

Así que me empecé a formar en el campo de la lactancia. ¡Qué sorpresa cuando descubrí que había libros enteros sobre el tema, que había evidencias científicas, que había especialistas. Después de mucho estudiar me preparé para el examen y obtuve el título de IBCLC ( International Board Certified Lactation Consultant), título internacional de especialista en lactancia materna. Junto con una amiga montamos el Centro de Atención a la Familia Raíces, donde intentamos acompañar a las familias en sus diversas etapas vitales. Yo me centré especialmente en la consulta de lactancia. Durante esos primeros años trabajé desde mi mentalidad médica de bata blanca, resolviendo casos clínicos (mastitis, grietas, bajo peso, hipogalactia, etc). Pero la vida, si te dejas, te va haciendo crecer. Mi marido y yo tuvimos más hijos, tres niñas. Di el pecho, a cada una más y mejor que a la anterior. La tercera nació en casa, en un parto precioso, tranquilo, perfecto. Recuerdo al día siguiente de nacer la pequeña estar con ella en el sofá, mirarla a los ojos, y sentirme tan absolutamente desbordada de amor que no era capaz de articular palabra.

Tener estas experiencias con mis hijas fue cambiando mi forma de trabajar en la consulta. Intentar curar, sí, pero poco a poco entendí que la base de todo es cuidar y acompañar a cada madre. A los tres años decidimos tener otro bebé. Me quedé embarazada y en la ecografía de las 20 semanas nos dijeron que era un varón. Esa noche, después de la noticia, soñé con Javier, soñé que lo tomaba en brazos. Me desperté emocionada, llorando. Y pensé: si hubiese sabido que Javier sólo iba a vivir 24 días y hubiese podido elegir entre estar en el sacaleches y darle mi leche o tenerle en brazos y darle fórmula, le hubiese dado fórmula. Ahora entiendo que la lactancia es un vehículo para el amor entre madre y bebé. El vehículo más importante en los primeros años de vida del bebé, el que más facilita la crianza, el que logra mejor salud para el bebé y para la madre. Sin ninguna duda. Pero lo que más importa es el amor entre ellos. Y desde ahí intento realizar mi trabajo.

—Ahora que sabemos tantas cosas porque salen estudios, este pediatra de Castellón, afirma en su libro que nunca antes se han visto tantos niños ferropénicos y raquíticos. ¿Qué ha pensado usted cuando ha leído estas declaraciones?

—Mi opinión es que cualquier afirmación de este tipo, y más si se publica un libro, debe estar apoyada en datos objetivos. Si el dr. González Cano ha detectado que en su población hay muchos niños con raquitismo y ferropenia, desde luego es para preocuparse. Lo lógico ahí es recoger datos, ver cuántos niños son y por qué ocurre. En medicina no podemos trabajar por impresiones. Mi impresión es que todas las madres tienen problemas de lactancia pero, claro, es que eso es lo que veo en la consulta. A las que les va bien no vienen a verme. Si uno aprecia que tiene muchos pacientes con raquitismo, los tiene que cuantificar, primero, y estudiar, después. Y si verifica que tiene muchos pacientes con raquitismo y verifica que una parte significativa de ellos está con lactancia materna, tendrá que revisar qué está fallando en esas lactancias, porque en una lactancia normal los niños no tienen ni raquitismo ni ferropenia. Y la primera causa de fallo en las lactancias es una falta de apoyo adecuado por parte de los profesionales. En resumen, si mis pacientes pediátricos amamantados tienen raquitismo y ferropenia, la pregunta que me tengo que hacer es ¿qué hago yo mal?

—Dicho pediatra también afirma que la lactancia materna prolongada, tal y como recomienda la OMS, está indicada en países como los africanos donde si la madre no da el pecho, el niño muere. Pero que en Europa no tiene sentido la lactancia más allá de los 3 primeros meses, entre otras cosas porque la mujer aquí es libre, trabaja y eso la ata muchísimo. ¿Usted qué opina de esto?

—Objetivamente, sabemos que la fórmula infantil no es tan beneficiosa para la salud del niño ni para la madre como la materna. En mi opinión, uno de los mayores enemigos de la lactancia y la crianza con apego son precisamente los estilos de vida de este primer mundo, que empujan a una separación prematura y dañina entre las madres y sus hijos. Una madre puede (bien por elección propia, bien por las circunstancias de su vida) dejar de amamantar y llevar a su hijo a la guardería desde los tres meses, por supuesto. Tristemente, esto no es lo mejor para los hijos. Pero hay cada vez más madres que compatibilizan la lactancia materna prolongada con sus trabajos. Es posible. Llegas a casa después de una jornada larga y te esperá tu bebé, le das el pecho los dos acurrucaditos en el sofá... es una forma natural y gratificante de proteger el vínculo materno-filial y la salud de ambos en la vida tan dura que llevan muchas familias.

—El pediatra también afirma que la lactancia prolongada está trayendo numerosos conflictos de Edipo. Me gustaría que me contase su opinión al respecto sobre semejante aseveración.

—Una vez más, la evidencia desmiente las palabras del Dr. González Cano. Por un lado, no existen datos que apoyen su afirmación, por otro lado sí hay estudios que corroboran que la lactancia materna se asocia a un mejor desarrollo cognitivo y emocional del niño. Pero todo esto no tiene ningún misterio. La raza humana tiene unos 400.000 años. Esos son los años en que lleva funcionando y refinándose la lactancia materna como forma suprema de supervivencia de nuestras crías. No tiene sentido que no funcione, no tiene sentido que haga daño al niño ni a la madre. El problema es, una vez más, que choca con nuestro planteamiento social de los últimos 100 años, con las «nuevas» teorías sobre crianza que abogan por separar al bebé de su entorno familiar lo antes posible.

La lactancia, como ya he dicho, es una forma suprema de expresión del amor entre la madre y el hijo; favorece un clima cargado de oxitocina que ayuda a que la crianza sea más sencilla e intuitiva para la madre. Facilita que el bebé aprenda que el amor se expresa a través del cuerpo, del calor, del contacto. Si se permite una lactancia «prolongada», es decir, normal, el niño tiene la oportunidad de aprender una forma de relación profundamente respetuosa. Por ejemplo, cuando un niño de dos años y medio le pide teta a su madre, y ella le dice «ahora no, cariño, luego en casa», el pequeño aprende poco a poco que el cuerpo del otro es del otro, y que hay que respetar sus tiempos y sus deseos. Una de las bases de la educación sexual.

—¿Qué mensaje enviaría a las madres que se sienten confundidas ahora mismo tras las declaraciones de este pediatra?

—Me parece importante que las madres sepan que la gran mayoría de los problemas que han tenido ellas o sus amigas o sus conocidas con la lactancia materna son debidos a una dificultad de los profesionales de la salud de ayudarlas de forma adecuada. Nos falta formación, sin lugar a dudas. La lactancia funciona y nosotros, los profesionales de la salud, la estropeamos. No es culpa vuestra. Y a las mamás que por la razón que sea no dan el pecho, por suerte el amor materno trasciende la forma en que se expresa. Si no lo expresas a través del pecho, alimenta a tu bebé muy pegadito a ti, mímalo, bésalo, llévalo en brazos, disfruta de acariciarle y dejarte acariciar por él. A cualquier mujer que tenga dudas sobre lactancia, le recomendaría que se ciñese a la información del Comité de Lactancia de la Asociación Española de Pediatría. http://www.aeped.es/comite-lactancia-materna/preguntas-frecuentes-sobre-lactancia-materna. Si necesita ayuda (por tener dudas, grietas, dolor, sensación de poca leche, etc), y no siente que se la estén proporcionando, que busque a un experto titulado en lactancia (IBCLC) en www.ibclc.esdonde podrá encontrar un listado de especialistas nacionales e internacionales.

Ver los comentarios