El Campus Madrina ofrece clases a las jóvenes en estado de gestación
El Campus Madrina ofrece clases a las jóvenes en estado de gestación
Educación

¿Por qué no se ven chicas embarazadas en los colegios?

Muchas jóvenes se ven obligadas a dejar sus estudios cuando se quedan en estado de gestación

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¿En cuántos colegios españoles se ven chicas embarazadas asistiendo a clase? Según Conrado Giménez, presidente y fundador de la Fundación Madrina, cuando una menor se queda embaraza, por lo general, es expulsada del centro. «En caso contrario, los directivos del colegio le deniegan becas, los profesores se mofan de ella, sus compañeros la hacen moobing... hasta que no le queda más remedio que abandonar su idea de formarse».

Pero no acaban aquí las complicaciones. «Laboralmente, a las mujeres de 18 años con un bebé se les excluye porque, entre otras razones, al no existir guarderías gratuitas hasta que el niño cumple los tres años, las madres sin recursos económicos no tienen dónde dejarles y no pueden ajustarse a los horaros laborales.

Las embarazadas igualmente son excluidas».

Además, desde el punto de vista social estas madres son cebo fácil de la violencia machista puesto que sus parejas las culpan del embarazo y de no encontrar un empleo. «Las pegan, las echan de casa o las obligan a abortar —apunta Conrado Giménez—. El riesgo de pobreza y de sufrir violencia por el hecho de ser madres es 10 veces mayor al de las mujeres que no tienen hijos. Por este motivo, es muy necesario empoderar a las mujeres. En España recibimos 4.000 llamadas de auxilio al año».

Gabriela, 20 años: «La gente piensa que eres tonta por ser una embarazada joven»

Cuando Gabriela se quedó embarazada se sintió perdida. Dejó sus estudios de 4º de la ESO. No le quedó otro remedio. En el colegio la miraban «raro» y no tenía ayudas económicas suficientes para afrontar los gastos que se le venian encima. Buscó trabajos para limpiar casas. Desde el centro de salud la enviaron al hospital donde los trabajadores sociales y una psicóloga la recomendaron que abortara «por ser muy joven y tratarse de un embarazo no deseado».

Se negó en todo momento, aunque era consciente de que no tenía recursos para ella ni para su bebé. Su chico le puso las maletas en la calle. No tenía dónde ir. En España tampoco tiene familia. Echa un mar de lágrimas se acercó a un locutorio y mandó un mensaje a la Fundación Madrina, organización de la que le habían hablado en el hospital. Al día siguiente recibió respuesta. «Fue Conrado...., el mismo presidente, quien me dijo que no temiera por nada, que me darían techo, comida y los gastos básicos para el bebé».

Gabriela está embarazada de siete meses y medio, recuerda aún con lágrimas en los ojos cómo hace un mes fue recibida en la fundación por Leticia. «Ella es como mi madre. Se encargó de llevarme a la casa de acogida. Yo en ese momento tenía mucho miedo porque no sabía dónde me metía. Al llegar allí sólo me encontré brazos abiertos: «no llores más, ya estás aquí», me decían otras chicas embarazadas.

Su sueño de ser periodista se desvaneció. Sin embargo, decidió seguir el consejo de continuar formándose para optar a trabajos mejores que el de limpiar casas. «En la Fundación Madrina me ofrecieron la posibilidad de acudir a las clases que ellos imparten. Voy dos días a la semana toda la mañana».

En casa estudia mucho para los exámenes que realizan en Cepa (Centro de Educación para Adultos). Su intención es lograr la FP en grado superior. «Ahora me siento más segura. Veo el futuro de otra manera. Me he dado cuenta de que no todo el mundo es malo, porque cuando te quedas embarazada joven la gente piensa que eres la tonta de la sociedad. Pero ¡si lo que voy a tener es un hijo! Ahora estoy tranquila».

Proyectos de apoyo

La Fundación Madrina ha denunciado esta situación, pero ante la falta de ayudas públicas que acudan al rescate de estas mujeres, esta organización cuenta con varios proyectos de apoyo. El año pasado puso en marcha el Campus Madrina, aulas específicas para que estas jóvenes puedan retomar sus estudios y acabar la ESO.

Se trata de sesiones muy adaptadas su situación, ya que mucha de ellas acuden con sus hijos y los dejan en la guardería de la fundación; otras no pueden ir porque se les ha puesto malo el bebé o, incluso, porque no tienen dinero para el transporte. Los profesores y tutores están muy pendientes de ellas, las llaman, las pasan apuntes, dan explicaciones de manera individual...

«La inserción socio-laboral empieza con un empleo y, para encontrarlo —ya sea de cajera, reponedora, dependienta...—, se necesita como mínimo la ESO», asegura Nieves Cubeiro, responsable de la Unidad de Formación y Empleo de la Fundación.

Fue por este motivo por el que se creó, además, el Proyecto Diamante de empleo y emprendimiento. «Les asesoramos en la búsqueda de trabajo, cómo hacer una entrevista, acceder a portales de empleo en internet... Les facilitamos, además, —explica Cubeiro— un mail para que manden sus curricula y puedan tener una relación directa con las empresas, etc.».

Búsqueda de empleo

También ayudan a aquellas que desean poner en marcha su propio negocio. «Contamos con mentores de compañías de prestigio como General Electric o Banco Santander, entre otras, que acompañan a estas chicas durante dos meses en su aventura de emprendimiento empresarial —explica Conrado Giménez—. Es un gran orgullo ver que mujeres que han salido de la calle crean sus propias empresas».

La Fundación se pone en contacto con empresas y ofrecen su bolsa de empleo, también a particulares. Cuando las jóvenes aprueban la ESO pasa una media de ocho meses hasta que consiguen un trabajo. «Cada chica tiene su historia, todas muy complicadas —apunta Cubeiro—. Yo, como psicóloga, debo enfocarme en ellas desde el plano profesional porque es muy fácil dejarse llevar por los sentimientos y sufriría mucho. Aún así, la implicación es total. Cuando encontramos un puesto de trabajo, siempre lloran de la emoción y nos abrazan. Ven la esperanza de mejorar su situación y la de sus pequeños. Yo, trago saliva con un nudo en la garganta. Hemos conseguido cambiar el destino de una familia».

Karina, madre con 15 años: «Me siento muy afortunada de tener la oportunidad de volver a estudiar»

«Me quedé embarazada de mi primer hijo cuando tenía catorce años y estaba estudiando tercero de la ESO –asegura Karina–. Me entró mucho miedo. Pánico. Y eso que mi madre me apoyó a seguir adelante. Aún así, no me quedó más opción que abandonar mis estudios para buscar un empleo y comencé a trabajar a jornada completa limpiando en casas».

Las semanas pasaban. El embarazo era cada vez más evidente. Y la situación se complicó. «En una revisión me dijeron que tenía diabetes gestacional y que debía cuidarme mucho. Tuve que dejar mi trabajo y empecé a sobrevivir del poco dinero que mi madre llevaba a casa de los trabajos que hacía en horas eventuales».

La vida de Karina no ha sido nada fácil. Fue víctima de malos tratos y ha pasado mucho tiempo sola. Perdida. Sin saber a qué agarrarse. «Mi ilusión siempre fue tener una familia estable, formarme para dar un futuro a mis hijos y trabajar en el área sanitaria o geriátrica», asegura.

Después de dar a luz a su hijo empezó a trabajar por horas. También hizo un intento de retomar su formación con clases a distancia para mejorar su inserción laboral, «pero compatibilizar todo resultó muy complicado sin ayuda. Además del gran esfuerzo que tuve que realizar para estudiar por las noches, el niño crecía y cada vez me necesitaba más, por lo que tuve que dejar de nuevo los estudios», recuerda.

Con el tiempo, Karina se volvió a enamorar. Ahora tiene una familia estable con su marido y su hijo. «He encontrado equilibrio en mi vida. Estoy esperando un nuevo hijo que nacerá dentro de tres meses. He apostado definitivamente por formarme y en la Fundación Madrina he encontrado el apoyo que necesitaba porque acudo a clase dos veces por semana y el resto del tiempo puedo estudiar en casa y compatibilizar el cuidado de mi otro hijo. Ellos se adaptan a las distintas necesidades de cada madre: nos resuelven dudas por correo, nos pasan apuntes cuando no podemos asistir a una clase...».

Karina recuerda que con 16 y 17 años miraba con cierta envidia a las chicas de su edad que se iban de fiesta. «Hoy, con la perspectiva de la madurez, mirar a los ojos de mi hijo me da una felicidad absoluta. Me siento muy afortunada, además, de poder estudiar y prepararme para darle un futuro mejor».

Lorena, madre a los 19 años: «He retomado el curso para dar un porvenir a mi hijo»

Lorena acudía como una estudiante más a sus clases en el instituto, pero a los 18 años se quedó embarazada y abandonó los estudios. Su madre no aceptaba que Lorena tuviera el bebé. Ella quiso seguir adelante con el embarazo y tuvo que irse de casa. Decidió irse a vivir con su novio y la madre de éste.

En su nueva vivienda, las cosas no fueron fáciles porque su pareja no trabajaba y su madre apenas podía ayudarles. Lorena no tuvo más opción que acudir a Cáritas y pudo seguir con su embarazo. Actualmente tiene un bebé de siete meses. «Cuando nació decidimos criarlo a nuestra manera. Hoy vivimos en una casa abandonada. Somos okupas. Cuando hace mucho frío vamos a casa de mi suegra que tiene calefacción».

Lorena es consciente de su juventud y de que debe luchar por su bebé. En Cáritas le hablaron de la Fundación Madrina y Lorena decidió ir allí para que la asesoraran en la búsqueda de un empleo. «Hablando con ellos, me hicieron ver que sería muy interesante continuar con mis estudios de cara a poder lograr mejores empleos. Tomé la decisión acertada: he retomado la formación para dar un porvenir a mi hijo».

Lorena se levanta cada mañana y da el pecho a su hijo. «Después voy a clases y el bebé se queda en la guadería de la fundación y, en el descanso, le doy otra toma. Por la tarde hago deberes y busco trabajo porque aunque en la fundación me dan alimentos y un bono transporte para ir a clase, necesito más dinero para cuidar mucho mejor a mi hijo».

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