Los pantalones vaqueros inundan casi cualquier armario
Los pantalones vaqueros inundan casi cualquier armario - FOTOLIA

El pantalón vaquero, la prenda universal que antaño quemaba la entrepierna

Cuando el sastre Levi Strauss puso solución al problema laboral que padecían muchos mineros, nadie podía imaginar que dos siglos después iba a ser el «remedio» más utilizado del planeta

Actualizado: Guardar
Enviar noticia por correo electrónico

Rotos o desilachados, holgados o ceñidos, desgastados o impolutos. Infinitas opciones que van más allá del tipo de persona que seas o el estilo que quieras exhibir de cara a los demás. Si no tienes al menos un pantalón vaquero en tu armario no eres de fiar, y quien ose rebatir esta teoría con dotes taciturnas, que antes escuche la pregunta más trascendental que se ha hecho a sí misma la sociedad en los últimos tiempos... ¿por qué narices cambiaron la cremallera de la bragueta por botones?

Pero antes de que a un iluminado se le encendiera la bombilla con este asunto, existe todo un camino de dificultades que han tenido que sortear los pantalones vaqueros para convertirse en la prenda más universal del planeta.

Pancracio Celdrán resalta en «El Gran Libro de la Historia de las Cosas» (La esfera de los libros, 1995) la figura de un tipo que no solo hizo fortuna con el invento, sino también grabó su nombre en los libros de la evolución. Se trata de Levi Strauss, «un sastrecillo judío que llegó a la ciudad californiana de San Francisco hacia 1850, contando sólo con diecisiete años».

En la ciudad estadounidense comenzó a vender tela de lona para tiendas de campaña y toldos de carretas. Un negocio que pronto dio un giro de 180 grados al percatarse de un problema muy presente en plena fiebre del oro. «No tardó en darse cuenta de que los vaqueros y buscadores de oro consumían enormes cantidades de pantalones. Indagó la causa, y observó, que se debía a la escasa resistencia que el tejido tradicional ofrecía a la durísima tarea de sus usuarios».

Con la traba detectada, ya solo quedaba dar con la solución más acertada. Y vaya si lo hizo. «Ni corto ni perezoso diseñó y confeccionó pantalones resistentes con una partida de tela de lona sobrante. Eran unos pantalones ásperos, tan rígidos que se quedaban de pie en el suelo. Pero eran sumamente resistentes. Los mineros comenzaron a adquirirlos, y pronto no daban abasto. Se los quitaban de las manos», señala Celdrán al tiempo que apunta una de las características más representativas de los vaqueros: el color imperfecto.

«A la gente empezó a atraerle aquel colo azulón añil, que desteñía»

«En vista de su inopinado éxito, sustitutyó, en 1860, la lona por una tela algo más final: la sarga de Nimes, que el inteligente sastrecillo tiñó de azul índigo. A la gente empezó a atraerle aquel colo azulón añil, que desteñía, dejando a modo de calveros blancos o rodales en una caprichosa distribución. Para conseguir aquel efecto, Levi Strauss no recurría a ningún secreto, se limitaba a dejarlos sumergidos en un abrevadero, tras lo cual los tendía al sol para que encogieran».

Pero su incorregible aspecto no solucionaba las taras que presentaban los primeros vaqueros: «eran duros y resistentes en extremo, pero tenían un defecto: su excesivo peso, debido al cual se abrían las costuras de los bolsillos». Esta vez Strauss aprovechó la idea de un colega y correligionario suyo, Jacob Davis: «el remache de cobre en las costuras de cada bolsillo y en la base de la bragueta para evitar que se abrieran las costuras de la entrepierna, que eran las más trabajadas por los mineros y los vaqueros».

Zona sensible

Todo pintaba perfecto hasta, tal y como resalta Celdrán, la solución al problema creó un problema nuevo. «Como los mineros no utilizaban ropa interior, al ponerse en cuclillas frente al fuego, el calor calentaba los remaches, y con ello la región del cuerpo que cubrían alcanzaba altas temperaturas, llegando a quemar tan sensible zona. Debido a esa circunstancia se abandonó el remache en aquella parte, conservándose en las demás hasta 1935».

En esa misma época, el vaquero albergó un 'boom' entre la población infantil, hecho que trajo de cabeza a los custodios de las instituciones escolares. «Los remaches eran una fuente de problemas, ya que su roce con bancos y pupitres estropeaban el mobiliario escolar. Se trató de obviar el problema suprimiendo los remaches del bolsillo trasero, culpable de los desperfectos. Y aquel mismo año el vaquero se convirtió en prenda de moda». Moda que no parece caducar. Y si no que se lo digan al que casi un siglo después no tiene un vaquero. No, mejor no le digan nada. Que no es de fiar.

Ver los comentarios