Fátima de la Cierva y Carlos Falcó
Fátima de la Cierva y Carlos Falcó - GTRES

Fátima de la Cierva pide el divorcio al marqués de Griñón

Es la tercera vez que solicita la disolución del matrimonio. Carlos Falcó siempre se opuso, pero ahora sale con una modelo 40 años menor

MADRID Actualizado: Guardar
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Dicen que a la tercera va la vencida. Fátima de la Cierva y Moreno, hija de los marqueses de Poza, ha solicitado oficialmente el divorcio a Carlos Falcó y Fernández de Córdoba. Aunque la pareja de aristócratas se separó de hecho en el año 2011, el marqués de Griñón se opuso en dos ocasiones a ratificar la disolución del matrimonio ante el juez. Ahora que ha rehecho su vida con la joven modelo malagueña Esther Doña, De la Cierva finalmente espera obtener el consentimiento de quien fue su marido durante casi 20 años.

Antropóloga, asistente social de carrera, licenciada en Filología francesa e intérprete, Fátima de la Cierva tenía 34 años, 22 menos que Falcó, cuando se casaron en el consulado español de Bayona en 1993.

Entonces, igual que ahora, era una mujer discreta, una viajera incansable, con una gran cultura y alérgica a los flashes. Pese a su reserva, hace cinco años no pudo evitar que la prensa se hiciera eco de su separación «de mutuo acuerdo». Se trataba de la tercera para Falcó, que ya estuvo casado con Jeanine Girod, de la que obtuvo la nulidad en 1971, y más tarde con Isabel Preysler, con la que rompió cuatro años después de la boda y de cuyo matrimonio nació Tamara Falcó, su hija más mediática.

Mujer reservada, De la Cierva siempre ha sabido mantenerse alejada de los medios de comunicación; también ha logrado criar a sus dos hijos, Duarte y Aldara, lejos de la prensa del corazón. En octubre del año pasado la benjamina de la familia iba a debutar en sociedad, en el famoso Le Bal des Débutantes de París, pero ante el revuelo y la expectación mediática de su puesta de largo la joven decidió cancelar su participación en dicho baile. Por su parte, Duarte Falcó se muestra más cercano a los medios por motivos estrictamente profesionales: codirige, con su amigo Álvaro Ortega, una fundación de jóvenes comprometidos con la defensa de la vida y la maternidad.

De la Cierva nunca ha querido ser protagonista del cuché y durante su matrimonio con el marqués de Griñón logró que se respetaran sus deseos. Incluso consiguió alejar al aristócrata de las revistas del corazón y que únicamente apareciera en publicaciones estrictamente vinculadas a su profesión: la viticultura y el cultivo del olivo. La aristócrata tampoco publicitó jamás ninguno de los numerosos proyectos humanitarios en los que trabaja desde hace décadas. Colabora con el Padre Ángel; es voluntaria del Hospital La Paz de Madrid y ha realizado incontables viajes a África para cooperar en programas educativos y de asistencia social en regiones tan remotas como la de Turkana, en Kenia.

Nunca usó el título

Aunque ella es hija de marqueses, nieta de los condes de los Andes y bisnieta del duque del Infantado, el mundo de la alta sociedad y los títulos nobiliarios nunca han sido lo suyo. De hecho, sus amistades aseguran que jamás quiso utilizar el ilustre marquesado de Griñón.

Los amigos de ambos aseguran que Fátima fue la mujer que puso tranquilidad en la vida del marqués de Griñón tras sus agitados años de matrimonio con Isabel Preysler. «Ahora él vuelve a estar en el candelero, perseguido por los paparazzi y en boca de todos. Ella, fiel a sí misma, prefiere mantenerse lejos del barullo», dicen quienes la conocen.

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