Hillary Clinton, del partido demócrata, y Donald Trump, del republicano
Hillary Clinton, del partido demócrata, y Donald Trump, del republicano - afp

La guerra Clinton-Trump no afecta a Ivanka y Chelsea

Las hijas de Donald Trump y Hillary Clinton son jóvenes, famosas, millonarias y buenas amigas. Ahora su amistad se enfrenta a unas elecciones en las que sus progenitores se abofetean en público

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Narcissa es uno de los restaurantes de moda del East Village neoyorquino. Incrustado en la estructura acristalada y curva del hotel Standard, es un local que sigue una fórmula habitual en Manhattan estos días: informal y relajado en el ambiente, exigente en el plato y con acento en los productos locales. Tiene espacios amplios y bien iluminados. No es ideal para pasar desapercibido. Y, hace unos meses, la intención de Ivanka Trump y Chelsea Clinton no era esconderse. Fueron a Narcissa con sus maridos, y no era la primera cita doble de estas parejas. Chelsea e Ivanka son amigas. Comparten muchas cosas: criadas en el privilegio, con carreras ambiciosas, madres recientes, famosas. Desde el pasado junio, les une algo más: la madre de Chelsea, Hillary Clinton, y el padre de Ivanka, Donald Trump, concurren a la presidencia de EE.UU. ¿Sobrevivirá su amistad a una carrera electoral eterna y trufada de ataques y acusaciones entre candidatos?

Desde que Trump anunció su asalto a la Casa Blanca el pasado 16 de junio, no ha habido muestras de cariño entre ambas, lo que sí había ocurrido en varias ocasiones durante el último año. El pasado noviembre, Chelsea e Ivanka posaron juntas y sonrientes en la fiesta para la celebración de la Mujer del Año de la revista «Glamour». En el número de febrero de la revista «Vogue», la hija de Bill y Hillary Clinton alabó a su amiga: «Siempre está atenta hacia todo el mundo y tratando de que todos disfruten el momento», dijo y añadió que «no hay nada superficial en Ivanka» y que es una persona «maravillosa». Pocos días antes del anuncio de su padre, Ivanka retuiteó un mensaje de Clinton: «La vida no es lo que te pasa, sino lo que haces con lo que te pasa» y añadió el hashtag «palabras sabias».

«Se entienden muy bien entre ellas. Si hay alguien que comprende por lo que ha pasado Chelsea Clinton, esa es Ivanka Trump», escribió Emily Heil, de «The Washington Post». Ambas crecieron en ambientes de poder: Chelsea, en el domicilio más importante de EE.UU., en la Casa Blanca de entre 1992 y 1998 (y antes, en otra residencia oficial cuando su padre fue gobernador de Arkansas); Ivanka, en la elite neoyorquina, el centro financiero mundial, cuando su padre y su madre, Ivana Trump, eran la monarquía del mundo de los negocios.

Chelsea sufrió una adolescencia marcada por los rumores inagotables sobre la infidelidad de su padre y el escándalo Lewinsky, aireado sin descanso por la prensa. Ivanka vio a sus padres divorciarse en 1991, también entre numerosos líos de faldas.

Las dos son, sin embargo, defensoras férreas de sus progenitores, aunque a veces tengan que tragarse sapos. «Tiene muy buen cuerpo. Ya he dicho que si no fuera mi hija, saldría con ella», dijo Trump de Ivanka, ex modelo y ahora vicepresidenta de la compañía que controla su padre, en un programa de televisión de máxima audiencia. También ha tenido que torear con los comentarios racistas con los que el candidato republicano abrió su campaña, cuando dijo que los mexicanos que llegan a EE.UU. «traen crimen, son violadores y algunos, pienso, son buena gente». Ivanka no torció el gesto cuando le preguntaron al respecto y aseguró que sus declaraciones fueron «completamente malinterpretadas» y que apoyaba a su padre «incondicionalmente»: «Mi padre no es políticamente correcto, dice lo que piensa y piensa lo que dice, y creo que que así también son los estadounidenses».

Chelsea, que trabajó un tiempo en la consultora McKinsey y como analista política para la NBC, ahora está dedicada en completo a la Fundación Clinton y a la Clinton Global Initiative. Muchos piensan que ella y su hija Charlotte -nacida el año pasado- serán piezas Hillary utilice en su campaña para acercarse a las familias de clase media como esposa, madre y abuela.

Chelsea se casó en 2010 con el financiero Marc Mezvinsky y hasta en eso comparte similitudes con Ivanka Trump. Mezvinsky y el esposo de Ivanka, Jared Kushner, son judíos (la hija de Trump se convirtió al judaísmo).

Aunque el intercambio de golpes de la carrera presidencial pueda indicar lo contrario, sus padres han tenido buena relación. Bill y Hillary estuvieron en primera fila en la última boda de Donald Trump, la que celebró en 2005 con su actual esposa, Melania Krauss-Trump. Además, el magnate neoyorquino ha puesto dinero de su bolsillo para varias campañas de candidatos demócratas y donó 100.000 dólares a la Fundación Clinton -«Me besan el culo», fue la forma de Trump de explicar su relación-.

En el barro electoral, ese cortejo ha quedado de lado. «Es ofensivo, indignante», dijo Clinton de los comentarios racistas de Trump sobre los mexicanos. «Ha sido la peor secretaria de Estado de la historia», dijo el republicano sobre ella. Pero esto será munición de fogueo comparado con un eventual cara a cara en el final de las elecciones. Es muy probable que el año que viene Clinton sea la nominada del partido demócrata y que Trump consiga la nominación republicana ha dejado de parecer imposible. Si se da el caso, esa será la verdadera prueba de la amistad entre Ivanka y Chelsea.

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