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Lina Morgan, en su camerino - ABC

La lenta y fatigosa enfermedad que se llevó a Lina Morgan

Recluida en su casa de Madrid, su único contacto con la realidad ha sido el chófer que se acabó convirtiendo en su hombre de confianza

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Poco o nada se ha sabido de Lina Morgan durante sus últimos meses de vida. Recluida en su casa del barrio del Niño Jesús de Madrid, su único contacto con la realidad ha sido Daniel Pontes de Dios. Hace 20 años fue contratado como su chófer y terminó convirtiéndose en su hombre de confianza e, incluso, su tutor legal en caso de incapacidad, ante la ausencia de familiares directos de la artista.

La enfermedad de la última gran cómica española del siglo XX ha sido lenta y fatigosa. El ocaso comenzó el 18 de noviembre de 2013, cuando ingresó de urgencia en el hospital Beata María Ana a causa de una neumonía severa, que se complicó debido a una infección.

Nueve meses tuvo que permanecer aislada en la Unidad de Cuidados Intensivos de este centro, donde se debatió entre la vida y la muerte. Por fortuna, a finales del mes de agosto de 2014 la actriz era trasladada a planta. Se negó a recibir visitas durante toda su estancia. E incluso se le denegó el acceso a su sobrino Julio López, desatando una auténtica batalla contra Daniel Pontes por asumir decisiones, que en su opinión no le correspondían. No fue el único en acusarle de haber «secuestrado» a la artista, desatando todo tipo de rumores y habladurías.

Tras darle el alta en septiembre de 2014 se hospedó en la residencia de Los Nogales, como medida provisional, a la espera de que pudieran acondicionar su casa y contratar a un equipo médico especializado para continuar el tratamiento en su hogar.

Durante todo el tiempo que permaneció en el hospital, la artista recibió el cariño y apoyo de amigos y compañeros a través de numerosas llamadas y mensajes. Incluso en los momentos en los que se temía por su vida, los Reyes Don Juan Carlos y Doña Sofía manifestaron a través de un telegrama su deseo de que se recuperara pronto.

Además de su delicado estado de salud, a Lina también le dolía el alma. Su hermana mayor, Julia López Segovia, con quien incluso compartía habitación, falleció el 24 de diciembre de 2013, sumiendo a la actriz en una profunda depresión. La semana antes de que la ingresaran falleció también su íntima amiga Amparo Rivelles, con la que hablaba semanalmente por teléfono.

A medida que fue enfermando se fue deshaciendo de sus propiedades. En 2010 vendió el teatro de La Latina. «Estoy sola, tengo una edad y debo cuidar de mi hermana», declaró tras conocerse la venta. Eso sí, los nuevos propietarios le dejaron un palco de por vida. También se deshizo de tres empresas de las que era administradora, dos dedicadas al espectáculo y la otra, Telasa S.L., que tenía como objeto el alquiler de pisos. Según el registro de la propiedad, su único inmueble era el elegante piso de 290 metros cuadrados en el que residía.

Pero, además del inmueble, también gozaba de una valiosa colección de joyas, abrigos de pieles y lingotes de oro. Según cuenta una amiga suya, Lina era muy conservadora. Y siempre les decía: «Yo lo quiero todo en joyas y lingotes, no vayan a venir los rojos y se lleven todo. Así no me lo pueden quitar. Lo puedo esconder y sacar cuando quiera».

La siempre recordada «tonta del bote» no desempolvó ni las joyas ni se enfundó en su abrigo durante su último cumpleaños, el pasado mes de marzo. «El día de hoy ha sido igual que el de ayer y que el de anteayer», explicaba Pontes a ABC. Su 78 aniversario no admitió excepciones. La soledad la acompañó un día más.

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