carta de una víctima del terrorismo

“Seguiremos realizando nuestros homenajes, aunque pisoteen nuestras flores o nos pisoteen a nosotros mismos”

Una víctima de ETA critica que las instituciones sigan permitiendo el blanqueamiento de los etarras

Las víctimas del terrorismo de ETA en una concentración el pasado diciembre Pablo Ojer

Pablo Ojer

El padre de José Ignacio Toca, Alberto Toca, fue asesinado el 8 de octubre de 1982 en Pamplona. A día de hoy, no sabe quién mató a su padre . Y, por supuesto, nadie fue juzgado por acabar con la vida de Alberto Toca y destrozar la vida de toda una familia.

Por eso tal vez, le dolió especialmente que este domingo la familia Ulayar no pudiera ni depositar unas flores en la casa familiar donde fue asesinado Jesús Ulayar. “Cuarenta años después continúan negando a un hijo la posibilidad de recordar con ternura a ese padre arrebatado de su vida con odio y violencia”, afirma en una carta abierta.

Pero lo que más le duele es ver la inactividad de las instituciones, navarras y españolas, ante tales desprecios . “Seguimos viendo alzados en roles institucionales a personas que nunca han llegado a condenar los asesinatos de nuestros familiares. Seguimos viendo cómo, desde nuestro Gobierno Foral y desde el propio Gobierno de España se les justifica y deja pista libre para sus actos públicos y reivindicaciones, mientras se pacta a conveniencia con los mismos que intentaron y siguen intentando destruir el país, concediéndoles prebendas”.

En opinión de José Ignacio Toca, “lo que más sorprende y entristece es que algunos de esos partidos han sido objetivo y víctimas de los propios asesinos -otros, sin embargo, nunca han estado en su punto de mira-. Por eso, a esos partidos, no les importa que otros quieran blanquear el pasado ”.

Todo este dolor, llevó a José Ignacio Toca a presidir la Asociación Navarra de Víctimas del Terrorismo de ETA. Y a pesar de todo ese dolor, puede decir bien alto y claro que “nosotros seguiremos donde estamos y hemos estado, reclamando que no se tergiverse la historia , luchando por la verdad y por el honor de nuestros familiares, exigiendo nuestros derechos, reclamando la atención de los diferentes gobiernos e instituciones y, sobre todo, de la sociedad. Seguiremos realizando nuestros homenajes, aunque pisoteen nuestras flores o nos pisoteen a nosotros mismos, reclamando cuatro principios fundamentales para construir de una vez por todas un futuro en convivencia: VERDAD, MEMORIA, DIGNIDAD y JUSTICIA”.

Por la importancia de sus palabras, reproducimos íntegramente la carta abierta escrita por José Ignacio Toca.

LO QUE NOS DISTINGUE

El pasado domingo se cumplían 40 años del asesinato de Jesús Ulayar Liciaga en Etxarri Aranaz a manos de unos pistoleros etarras que le descerrajaron cinco tiros dejando corta la predicción de la propia víctima. Sus hijos, queriendo rendir un pequeño homenaje a la memoria de un gran hombre de bien , colocaron un ramillete con cuatro rosas prendido de la puerta del domicilio familiar frente a la que cayó abatido. El mismo domicilio que un día fue su hogar y que tuvieron que abandonar al hacerse imposible vivir en un pueblo donde los asesinos son nombrados hijos predilectos y en el que se colocan contenedores de basura en el lugar del atentado. Poco duró el homenaje, ya que algún desalmado decidió que ese sencillo gesto salido del corazón de unos hijos en memoria de su padre asesinado por ETA, debía de resultar molesto u ofensivo para el resto de la municipalidad, y arrancó de inmediato esas flores.

¡Que nulidad moral!, ¡Qué falta de humanidad! Aquellos que se erigieron en “juez y parte” para aniquilar a los que consideraban molestos para su proyecto, cuarenta años después continúan negando a un hijo la posibilidad de recordar con ternura a ese padre arrebatado de su vida con odio y violencia.

Este es un ejemplo singular de lo que, en España, ha supuesto y supone hoy en día la historia del terrorismo de ETA: Como punto de partida, una banda de asesinos que intentó poner contra las cuerdas a todo un país , masacrando primero a las fuerzas y cuerpos de seguridad del estado para, más tarde, “socializar” el “conflicto”, fijando su objetivo en políticos y civiles incómodos; junto a ellos, un nacionalismo que prefirió mirar para otro lado mientras recogía sus nueces sin pudor; por el camino, una larguísima serie de familias abnegadas, rotas pero paradójicamente íntegras, que siempre han renunciado a la violencia del ojo por ojo, demostrando su generosidad y entereza; y, por último, un país que, a través de sus diferentes gobiernos, nunca ha sabido gestionar este asunto de una manera digna ni eficaz.

Nuestros familiares, aún sin quererlo, han dado la vida por España. Es así desde el momento en el que, atentando contra nuestros seres queridos, se atentaba contra la democracia y, por ende, contra el país entero. Y, sin embargo, hemos sido nosotros, como víctimas, quienes hemos sustentado los avances hacia una sociedad mejor y exenta de violencia con nuestro dolor, nuestras renuncias y nuestro ejemplo pacífico. ¿Qué hemos recibido a cambio? Más violencia, más odio por parte de los verdugos y su entorno y un total abandono por parte de esos gobiernos que nos deberían proteger.

Hay buenas palabras, sí, pero de nada sirven las palabras si no se acompañan de actos efectivos . Seguimos viendo alzados en roles institucionales a personas –esas que en unas ocasiones retiran nuestras flores y en otra, solo una, las colocaron cínicamente en el monumento a la memoria de las víctimas– que nunca han llegado a condenar los asesinatos de nuestros familiares. Seguimos viendo cómo, desde nuestro Gobierno Foral y desde el propio Gobierno de España se les justifica y deja pista libre para sus actos públicos y reivindicaciones, mientras se pacta a conveniencia con los mismos que intentaron y siguen intentando destruir el país, concediéndoles prebendas. No importa que paguen ridículas condenas por sus múltiples asesinatos, ni que salgan de las cárceles como héroes, no importa que pisoteen nuestra dignidad y nuestra memoria, ni que se les permita reescribir la historia. Ya no matan, dicen, y ello merece carta blanca.

Pero ETA no ha desaparecido. En su último “zutabe” de noviembre de 2018 (¿No se habían disuelto en mayo? ¿Quién se erige en su representante?) decían bien claro que “La organización ha sido mucho más que la lucha armada. El mayor logro de ETA ha sido el haber creado un movimiento completo alrededor de su proyecto y haber controlado amplios sectores populares”. Ese “movimiento”, después de innumerables siglas, marcas y agrupaciones electorales, es el que ha conseguido colarse en las instituciones gracias a la negligencia y el buenismo de nuestros representantes ; y esos “sectores populares” son los que les jalean y continúan ejerciendo la extorsión sobre los que no pensamos como ellos, pretendiendo un relato de guerra entre bandos que jamás se ha producido. Un relato que trata de teñir de heroísmo y grandeza sus miserables actos criminales y que pretende poner en la calle y con honores a todos los delincuentes aun cuando más de trescientos de sus asesinatos sigan sin poder resolverse y no haya duda de que tienen información relevante que puede ayudar a hacer justicia.

ETA pervive en las instituciones y en la sociedad, y hay partidos políticos que no tienen reparo en pactar con ellos para conseguir réditos personales. Lo que más sorprende y entristece es que algunos de esos partidos han sido objetivo y víctimas de los propios asesinos -otros, sin embargo, nunca han estado en su punto de mira-. Por eso, a esos partidos, no les importa que otros quieran blanquear el pasado. Para poder defender sus acuerdos sin que se les caiga la cara de vergüenza.

Nosotros seguiremos donde estamos y hemos estado, reclamando que no se tergiverse la historia, luchando por la verdad y por el honor de nuestros familiares, exigiendo nuestros derechos, reclamando la atención de los diferentes gobiernos e instituciones y, sobre todo, de la sociedad. Seguiremos realizando nuestros homenajes, aunque pisoteen nuestras flores o nos pisoteen a nosotros mismos , reclamando cuatro principios fundamentales para construir de una vez por todas un futuro en convivencia: VERDAD, MEMORIA, DIGNIDAD y JUSTICIA. Eso sí, siempre de forma pacífica, renegando de la violencia.

Hay muchas otras cosas, pero esto último, principalmente, es lo que nos distingue.

José Ignacio Toca López de Torre

Presidente de ANVITE

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