Monasterio de El Paular en Rascafria
Monasterio de El Paular en Rascafria - Maya Balanya

El Paular: el renacer de la cartuja madrileña

El monasterio de Santa María de El Paular del siglo XIV estrena un centro de interpretación tras tres décadas de reformas que han devuelto el esplendor a la abadía benedictina

Madrid Actualizado: Guardar
Enviar noticia por correo electrónico

La panda norte del claustro mayor del Real Monasterio de Santa María de El Paular comenzará a ser remozada en los próximos días. Es la más reciente de las actuaciones que, tras tres décadas de trabajos, devuelven el esplendor a una antigua cartuja tan imponente como desconocida. El próximo 29 de agosto se cumplirán exactamente 626 años desde que Juan I de Castilla pusiera la primera piedra en unos terrenos que utilizaba la casa de Trastámara como cazadero real.

Un entorno privilegiado, situado junto al muncipio de Rascafría, que también está siendo fruto de la recuperación de esta abadía, de titularidad estatal y cuyo uso está cedido a la orden benedictina.

Para comprender su importancia en la Historia y para la Comunidad de Madrid, la Dirección General de Bellas Artes y Bienes Culturales del Ministerio de Educación Cultura y Deporte ha abierto al público este verano un centro de interpretación junto con una moderna área de recepción de visitantes y una tienda-galería.

Tras el regreso, en 2011, de la serie pictórica sobre la vida y milagros de San Bruno, pintados por Vicente Carducho, el Real Monasterio necesitaba un espacio para los servicios básicos de atención al público, que supera ya los 35.000 visitantes al año. 52 de los 54 cuadros que el pintor toscano hizo ex profeso para el claustro mayor –dispersados tras la Desamortización de Mendizábal– son uno de los principales atractivos del complejo monacal. Los que faltan, fueron destruidos en la Guerra Civil.

El mes pasado también concluyeron las obras de restauración y rehabilitación del antiguo claustro de Legos, en avanzado proceso de deterioro y sin ningún uso asignado hasta la fecha, en el que se han instalado los dos nuevos espacios para las visitas. Todo ello con una inversión de 1,2 millones de euros.

El encargado de dirigir estos trabajos desde 1995 ha sido el arquitecto Eduardo Barceló. «La situación de estos dos espacios, suficientemente alejada de la iglesia, hace posible que las visitas al claustro, a las salas de exposiciones temporales, a los restos arqueológicos del conjunto o a la huerta no interfieran con las prácticas cotidianas de los monjes, tal y como ocurría hasta la fecha cuando se utilizaba el atrio para esta finalidad», explica a ABC.

El público atraviesa ahora el claustro de Legos en un recorrido en el que se abordar los orígenes, la evolución y el futuro del conjunto monumental, antes de emprender la visita. Un lugar didáctico en el que participa tanto el Museo del Prado para explicar el proceso de restauración de la serie pictórica de Vicente Carducho, como el Parque Nacional del Guadarrama que informa sobre la importancia del ecosistema único en el que está enclavado el monasterio.

El proceso de recuperación de la antigua cartuja se viene desarrollando de forma paulatina desde 1985. Tras la actualización del Plan Director del complejo religioso hace dos veranos, se concluyó la restauración de la singular galería de la Artesa, muy afectada por problemas de humedad del subsuelo y las cubiertas, con una inversión de 234.731 euros.

Obras en el claustro mayor

Ahora, Barceló trabaja ya en el corredor norte del claustro mayor para, en una primera fase, rehabilitar la planta baja. Allí estará ubicado un centro de espiritualidad gestionado por la comunidad religiosa. A continuación, se abordará la restauración y rehabilitación del resto de la panda, donde se establecerán una serie de aulas, salas y servicios como equipamiento para actividades culturales.

El arquitecto, que siente este lugar como «su segunda casa», planea ejecutar otra serie de obras a partir de 2017 como la readecuación paisajística del entorno y la ordenación del aparcamiento. En su trabajo hay una parte esencial de «restitución histórica» de las estancias y elementos constructivos que formaban parte originariamente del monasterio.

Entre los proyectos de futuro está la restauración y musealización de dos celdas cartujas originales para su incorporación a la visita. «Eran como chalés adosados de dos plantas. Cada monje disponía de una estancia con chimenea, un cuarto y una biblioteca, además de un patio interior ajardinado y una zona de aseo exterior», explica entre los restos de una de ellas.

De momento, solo se han remarcado los límites de las celdas y se han recreado los jardines de alguno de los patios. También se restaurará y rehabilitación del llamado «Horno de Yeso» para su uso como salón de actos.

Las huertas son otro de los puntos clave para el futuro del monasterio. Además del destacado esplendor cultural del que gozó hasta su decadencia a finales del siglo XIX, la abadía tuvo un intensa actividad agrícola, ganadera, industrial y comercial. Todo el Valle de Lozoya vivió durante los cuatro siglos siguientes del monasterio. Llegó a tener cabaña real de 86.000 ovejas merinas, cañada real propia, derecho a caza y pesca, y más de 500 colonos trabajando a su servicio.

Las casita de labranza del siglo XVII y las ruinas de la zona de recreo y del gabinete de ciencias de los monjes son prueba de ello. Ahora, parte de la basta extensión de terreno se ha plantado con productos singulares cuya venta, en el futuro, contribuirá también a la conservación de El Paular.

Ver los comentarios