El Madrid de los muertos: arte y turismo en los cementerios

Las visitas de curiosos a las necrópolis se han consolidado como una oferta más de ocio

Pórtigo gótico del cementerio de La Almudena MAYA BALANYÀ
Adrián Delgado

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En el cementerio de Nuestra Señora de La Almudena se han inhumado más almas en el último siglo -unos cinco millones - que las que laten hoy, a ras de acera, en las calles de Madrid. Sin entrar en el tópico de que los camposantos son «ciudades» en sí mismas -salvo contadas excepciones, casi nadie desea mudarse a ellas-, su arquitectura monumental y la belleza con la que se adorna la muerte atrae, cada vez más, a madrileños y turistas hasta ellos. En la capital hay 14 necrópolis de titularidad municipal que, más allá de las visitas de la jornada de hoy - Día de todos los Santos -, reciben la cotidiana visita del curioso, del amante del arte funerario o de esa suerte de «voyeur» necrófilo y mitómano en busca de la lápida de un famoso.

Sea como fuere, los cementerios que hoy verán el reguero de compungidos familiares, se han acostumbrado a aparecer en las guías de viaje y a convivir con el turista. Lo cierto es que los de Madrid nada tienen que envidiar en riqueza y atractivo al de Père Lachaise de París o el Highgate de Londres , precursores del turismo funerario a escala mundial.

Por ser el mayor de Europa, con 120 hectáreas -algo más que el parque de El Retiro -, la Almudena ocupa un lugar destacado en los libros. Desde que Pedro Regalado, de 14 meses, pasara a la historia por ser el primer cuerpo enterrado allí en 1884, su historia no ha parado de crecer. Con ella, los panteones más cuidados y las esculturas más delicadas han conformado un verdadero museo urbano de arte y arquitectura.

La Necrópolis del Este recibe al visistante con la trompeta que sostiene su ángel de piedra -conocido como «Fausto»- desde el tejado de su capilla. La singular obra del arquitecto Francisco García Nava, junto con el pórtico de entrada, es uno de los puntos de partida de las visitas guiadas con las que el Ayuntamiento de Madrid ha puesto orden a esta corriente turística. Entre marzo y junio de este año se celebraron 64 paseos entre sus tumbas, con un lleno absoluto.

En sus cuarteles descansan centenares de celebridades políticas, artísticas y folclóricas desde principios del siglo XX. Los restos de José Calvo Sotelo, Pablo Iglesias, Pi y Margall o La Pasionaria comparten tierra con literatos como Benito Pérez Galdós o Pío Baroja , artistas como Estrellita Castro o Lola Flores , futbolistas - Di Stefano -, toreros - José Cubero «El Yiyo» - o Juanita Cruz , pionera del toreo femenino-, o dos premios Nobel - Vicente Aleixandre y Ramón y Cajal -, entre un largo etcétera.

Benlliure y Monteverde

Frente a las enormes dimensiones de La Almudena, la Sacramental de San Isidro sobrecoge por la acumulación de arte fúnebre en muy poco espacio. Sus patios, levantados «ad eternum», llevan la firma de arquitectos como Antonio Palacios, el marqués de Cubas u Ortiz de Villajos, entre muchos otros. Su visita, obligada para comprender la concepción más romántica de un cementerio, permite contemplar piezas únicas de Mariano Benlliure como el Cristo del panteón de los duques de Denia -«herido» en el pecho de un balazo en la Guerra Civil- o el impresionante ángel de Giulio Monteverde que espera sentado sobre la lápida de la familia De la Gándara. Arte oculto, en el Madrid de los muertos.

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