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Cordón policial, durante el desalojo del «Johnny» - ISABEL PERMUY

OKUPASEl desalojo del «Johnny»: «Pensamos que era un atentado»

Vecinos de la zona, sorprendidos por el espectacular despliegue policial con cerca de 400 «antidisturbios»

Madrid Actualizado: Guardar
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El sonido constante de los helicópteros de la Policía Nacional, las decenas de camiones de las UIP y un enorme cordón policial sorprendían ayer a primera hora de la mañana a los centenares de alumnos de la Universidad Complutense de Madrid y a los empleados de los recintos colindantes que salían de la estación de Metropolitano. Ojipláticos observaban el gigantesco dispositivo, con 600 agentes (380 de ellos, «antidisturbios»), que la Policía había desplegado en las inmediaciones del «Johnny», el mítico colegio mayor San Juan Evangelista, para desalojar y controlar a los más de 300 okupas que desde octubre del año pasado habitaban el edificio.

Tras el perímetro acordonado, de unos cien kilómetros cuadrados en torno al edificio en la avenida de Gregorio del Amo, se agolpaban muchos de los inquilinos ilegales, que permanecían expectantes con las maletas e incluso una televisión de plasma bajo el brazo.

«Al principio, creíamos que nos evacuaban por un posible atentado. Hemos sentido verdadero miedo», reconocía una de las okupas, con el pelo teñido de verde. Según su relato, los agentes entraron a las cuatro de la mañana, «dando gritos y tumbando las puertas a martillazos». «En todo este tiempo siempre ha habido rumores de que nos iban a echar, pero hoy nos ha pillado por sorpresa», admitía la joven, mientras dejaba en el suelo el macuto con las pertenencias que había logrado llevarse tras el desalojo.

Mientras tanto, otros reclamaban a voz en grito el acceso al «Johnny». «Nos echan, no nos dan ninguna solución y encima no nos dejan llevarnos nuestras cosas. Dicen que podemos volver en dos o tres días a por ellas. Pero no les creo. Nosotros también somos personas y tenemos derechos», se quejaban.

El desconcierto por la gran maniobra policial también hizo pensar a los estudiantes y trabajadores de la zona que el despliegue se debía a una amenaza terrorista. «Con todo lo que está pasando en Francia, nos pusimos en lo peor y nos llevamos un buen susto», decía una empleada de la limpieza del complejo del CSIC limítrofe, ya más aliviada, tras ser informada por la propia policía de lo que había sucedido en el interior.

Trapicheo

Un hecho que celebraron quienes han sido testigos del vandalismo que dominaba en el complejo desde hacía meses. «Eso es un desaguisado. Ya era hora de que intervinieran porque lo tenían todo hecho una porquería», comentaba una vecina. Una realidad que hasta los propios okupas reconocían: «Es verdad que había porros, y alguna que otra fiesta, pero tampoco había tráfico de drogas o redes de prostitución, si acaso el típico trapicheo, como en todos lados», comentaba.

La irrupción de los agentes, a las 6 de la mañana, les había pillado durmiendo, lo que contribuyó a que no se produjeran altercados, aunque no evitó los lamentos de los okupas: «Ya han conseguido lo que querían: echarnos a la calle. ¿Y, ahora, qué vamos a hacer?», se lamentaba un hombre con acento latinoamericano. Más allá del susto y la sorpresa de okupas y viandantes, el desalojo –que se alargó durante unas cinco horas–, se saldó con 310 identificaciones y ochenta y cuatro detenciones, la mayoría, por infracción de la Ley de Extranjería.

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