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El debate paralelo del Finisterre: el bar da su veredicto en el momento principal de la campaña

Todo empieza y todo acaba en la hostelería, y detrás y delante de la barra está el voto oculto y el voto descarado

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Clientes en el bar Finisterre durante el debate ISABEL PERMUY
Jesús Nieto Jurado

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Ahí mismo, en el Argüelles antiguo, hay un bar con resonancias galaicas, el Finisterre, regentado por un leonés que dejó Ingeniería por el sector terciario. Justo ahí, entre pendones leoneses y una pizarra que recuerda las gestas de León como cuna de España, hay la expectación justa antes del debate . Porque salvo macutazos de última hora y encuestas a lo Pepefé Tezanos, quien más quien menos tiene el voto ya clavado a fuego en el magín. Lo mismo el callista que el enterrador, Íñigo, amante de 'El Verdugo' de Berlanga. Consígnese aquí que el trasvase de voto, ya no tan secreto, ha venido en un barrio de mayores de 60 motivado por la pandemia y sus frutos. Hay más vacunados que sin vacunar, y la conciencia de un tercer tiempo vital anima a opinar a viva voz. «La de Errejón falsea, como todos», exclama Dolores, viuda de militar con voz de vicetiple.

Decía el poeta que el encanto está en la vísperas, y en las vísperas horarias del debate, el Madrid del Noroeste está como el tiempo: aguardando una tormenta que nadie sabe si será. Por delante se ha visto a Ángel Gabilondo mareado en su pedagogía integradora sobre qué es el centro, a José Luis Ábalos 'i' Meco restándole el «Díaz» a Ayuso, y todo en una cuestión de heráldicas y palabrerías. Fuegos de artificio hasta llegar aquí , a la expectación relativa de un bar ante un debate, en el miércoles primero de campaña, que indica que esto de las dos semanas y la jornada de reflexión no es más que una convención: como el sistema métrico decimal o el volante a la diestra en Inglaterra.

«Las dos semanas y el día de reflexión son una convención más. Como el sistema métrico decimal o los coches al revés en Inglaterra»

El televisor de Agustín ha visto jornadas históricas: el triunfo pírrico de Arrimadas, el cabezazo de Ramos y el anuncio del confinamiento por el que se le iba la vida . Por eso, Agustín, que tiene claro que su voto no va con las siglas, sabe que salvo que hubiera habido 'un Nixon', su voto va a coincidir con la mayoría. Junto al televisor hay calabazas Rupertas, camisetas de balonmano, y es que por aquí pasan jugadores que compartieron banquillo con Urdangarín. Mientras Agustín se apoya en la cafetera y mira el televisor, Leopoldo Orellana viene de Carabanchel con la espátula y cemento en los zapatos y cobrando en negro. «Qué guapa está mi Isabelita» , ríe, y calla como arrepentido de la profundidad de su análisis político.

Es lo bueno de un bar, que dan el reverso de una campaña entre larga y eterna. Como las rectas de Pozuelo bacheadas por la motaza de Edmundo Bal, que sube y baja de la Cruz Verde a la puerta de su bus de allegados. De la moto del de Cs habla Javier, de la tienda de al lado (cannabis legal), que viene en chanclas y grita «quítame a ese tío» al televisor. Sin señalar. O señalando. Aunque pregunta «este debate de qué va».

Se pronuncia la palabra «chiringuito» así, a tenazón. Como para justificar la oportunidad de esta contracrónica

Julián Lepper, en los comentarios al margen, discute de Asturias y de anchoas con paisanos asturianos. El debate paralelo es sobre el Oriente o el Occidente astur. «Hay que matarse en el tajo, que no has 'dau' un palo al agua en tu vida». Virgilio, de Oviedo, quiere ver el Madrid por sus narices y no quiere salir en el encuadre porque «está perseguido» .

Lepper, cuando lo de «presidenta Ni-Ni», habla de los asesores y sus lecturas. Y van haciendo La Clave de Balbín en la tarde/noche del miércoles. Lo más curioso de todo es que se hagan silencios a las dos orillas del mostrador y le digan «tú sí que eres metafísico» a Gabilondo. Se pronuncia la palabra «chiringuito» así, a tenazón. Como para reivindicar la oportunidad de esta crónica. Cuando se habla de los bares, Agustín sube el volumen y se descuajaringa respecto del 'dramatis personae' y cuando Gabilondo asegura no ser Sánchez. En el minuto de oro, pasa la policía sin sirenas.

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