Luis Ojea
El valor de la palabra
Mal vamos si cumplir la palabra dada se convierte en un comportamiento extraordinario y fuera de lo común
Mal vamos si cumplir la palabra dada se convierte en un comportamiento extraordinario y fuera de lo común. Pero lo cierto es que no está de moda. Ni siquiera es costumbre ya intentar ser congruente en la vida. No, lo usual hoy en día es ver a los mejores profetas del reino defender una cosa y la contraria sin solución de continuidad.
El cambio de escenario provocado por la llegada de Pedro Sánchez a la Moncloa nos va a permitir comprobarlo una vez más. Va a servir para poner a prueba la coherencia de muchos en Galicia . O para ser más exactos, servirá para demostrar por enésima vez el nauseabundo cinismo con el que algunos operan.
Por ejemplo, el de todos aquellos que urgían un nuevo modelo de financiación autonómica. Una reforma que Sánchez ha enterrado esta semana. El mismo Sánchez que hace apenas unos meses criticaba la «desidia» e «hipocresía» de Mariano Rajoy por no poner sobre la mesa una propuesta concreta.
El nuevo presidente del Gobierno ha tardado poco, muy poco, en desmentirse a sí mismo. En esto y en muchas otras cosas. La cuestión es qué van a hacer los dirigentes del PSdeG. ¿Van a buscar a excusas para defender a su jefe de filas o van a defender los intereses de Galicia? Sí, el cambio de escenario va a dejar retratados a muchos.
El peso de la hemeroteca es terrible. 22 de marzo de 2018. Pedro Sánchez junto a Gonzalo Caballero aseguraba en A Coruña que uno de los ejes fundamentales para mantener las pensiones era la derogación de la reforma laboral. Tres meses después, solo tres meses después, el líder socialista, ahora presidente, renuncia a derogarla . Lo fundamental ya no es urgente ni posible. La ministra de Trabajo, Magdalena Valerio, lo resumió perfectamente hace unos días al afirmar que cuando se está en el Gobierno «se tienen mayores dosis de pragmatismo». ¿Será este el nuevo mantra que Caballero trate de trasladar a Galicia?
Y, ampliando el foco, ¿que hará el resto de la izquierda? Esta semana, el 19, estaba convocada una huelga general en Galicia organizada por la CIG. Hablaban hace un mes, solo un mes, de una «situación de auténtica emergencia nacional» . La desconvocaron después tras prosperar la moción de censura para darle margen a Sánchez. El mismo Sánchez que ya ha enfriado cualquier posibilidad de modificar sustancialmente el marco legal que según ese sindicato aboca a la pobreza laboral y la precariedad. Resulta curioso que ahora no parezcan tener prisa por convocar otra huelga. Debe ser que ha desaparecido mágicamente la «emergencia» .
Las piruetas discursivas que se van a ver obligados a dar algunos pueden resultar tremendamente entretenidas. En el terreno económico y en muchos otros. También en el ámbito de eso que llaman regeneración. Los mismos que se cargaron la presunción de inocencia exigiendo la dimisión de cualquier cargo público que resultase imputado nombraron a un ministro imputado. ¿Significa eso que se va a poder confiar a partir de ahora en la inocencia de los investigados hasta que sean procesados o condenados o esta nueva doctrina solo es aplicable a Luis Planas?
Demasiadas preguntas. Sobre todo, porque las respuestas son descorazonadoras. Sí, la coherencia cotiza muy bajo en el mercado de valores de la política actual. La palabra de algunos vale muy poco. O simplemente nada. Lo grave no es eso. Lo grave es que ya lo demos por descontado . Lo realmente extraordinario es que hayamos convertido en ordinario el ejercicio permanente de la incoherencia. Lo esperpéntico es que vivamos en una sociedad en la que resulte novedoso que alguien sí se respete a sí mismo y a los demás cumpliendo su palabra y sus compromisos.
