O Fiouco, campo de pruebas

Casi siete años después de la inauguración del viaducto do Fiouco —por donde transcurre la A-8 a su paso por Mondoñedo— y cumplidos los seis años del accidente múltiple que dejó en él un muerto y medio centenar de heridos a causa de la intensa niebla, los esfuerzos por encontrar una solución a los continuos cierres del vial se agotan. Solo en lo que va de 2020, la niebla obligó a cerrar esta importante vía de comunicación durante más de 500 horas , lo que implica algo más de 21 días. El quebradero de cabeza para los usuarios es notable, igual que para los responsables de una infraestructura que en su día costó doscientos millones de euros para dieciséis kilómetros, lo que supone doce millones y medio por kilómetro. Desde entonces, el hombre libra una cruenta batalla contra los elementos, en la que va por detrás.

La última esperanza, después de muchos intentos fallidos, está en los dos prototipos que a mediados del pasado mes se instalaron en este tramo negro de la A-8 para plantar cara a la niebla y ayudar a combatirla para que la circulación sea posible. Desde el Ministerio de Transportes, Movilidad y Agenda Urbana enmarcan estos proyectos dentro de una «actuación singular» para dar con un «sistema de protección antiniebla» eficaz y definitivo. Los aspirantes finales son dos sistemas tecnológicos de ayuda a la conducción, y otros dos aún por instalar. El primero de ellos consiste en un balizamiento lateral de la vía con luz láser que busca trazar el camino a los conductores por encima de los bancos de nubosidad. El otro, con una finalidad similar, consiste en una señalización horizontal inteligente con tecnología LED proyectada sobre la calzada. Aunque ya están instalados, la próxima primavera (época en la que se producen más nieblas) será la prueba de fuego para testar su capacidad. En función de los resultados, indican los responsables, se tomará la decisión sobre la implantación en todo el tramo, de uno solo o de los dos sistemas combinados. Con una inversión cercana a los seis millones de euros, el propósito es que la puesta en marcha de esta tecnología reduzca en un 85% las horas de cierre actual del tramo por culpa de las nieblas.

Ubicado a 700 metros de altura, los problemas con la evidente falta de visibilidad en la zona ya complicaron las mismas labores de construcción del viaducto, que oscila entre los cierres y las aperturas de manera imprevisible . Antes de la instalación de los prototipos en los que ahora están depositadas todas las esperanzas, en este viaducto se trató de solventar el problema con la colocación de hasta 58 señales verticales, cuatro estaciones meteorológicas, diecisiete cámaras de televisión móviles a quince metros de altura para la gestión del tráfico, dieciocho paneles de mensaje variable y 134 balizas empotradas en el pavimento para la reducción de los carriles en el cierre, entre otros elementos. Entre las ventajas de los dos nuevos sistemas destacan, entre otros avances, la detección de vehículos circulando a baja velocidad y la consiguiente alerta al resto de usuarios de la vía.

Pendiente de instalación para probar su efectividad están otros dos proyectos aún más ambiciosos, porque su objetivo no es ya guiar a los conductores entre la densidad de la niebla sino disipar esta nubosidad. En la búsqueda por aplacar el problema de raíz, los sistemas elegidos para que este viaducto deje de ser un foco de problemas se basan en la erradicación del fenómeno a través de una sustancia que convierte la nube en gotas de agua hasta hacerla desaparecer. En el otro caso, se intentará atajar la corriente que mueve la bruma hacia el interior a través de una suerte de barreras cuya utilidad ya ha sido verificada en la teoría, pero no en la práctica de este alto lucense ahora convertido en un verdadero campo de ensayos.