José Luis Jiménez - Pazguato y fino

De Duarte a los siete del PP

La juez incorpora en su auto una lectura beatífica del comportamiento del concejal compostelano

José Luis Jiménez
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Cuando algunos defendemos la necesidad imperiosa de creer en nuestro sistema judicial, lo hacemos entendiéndolo como un todo que empieza en el juzgado de instrucción y acaba en la última instancia de recurso. Es cierto que, por el camino, se pueden producir situaciones de desamparo. Y casi siempre coincide que es durante la instrucción del proceso penal.

Hablando en plata: un juez de instrucción te puede arruinar la vida a poco que opte por la sal gorda y deje a un lado el rigor. O si lo mueven más sus prejuicios ideológicos que el respeto a la norma. Y de todo hay en la viña del Señor. Si te imputan en Lugo ya te puedes echar a dormir, porque del escarnio no te libra nadie.

Puedes acabar detenido dos días en el calabozo, tu vida profesional arruinada, que luego te archivan la causa por ausencia de indicios y ahí te quedas, intentando recomponer los pedazos que resten de tu normalidad. Ah, y al que te causa ese irreparable daño no le pidas cuentas. Le vas a seguir pagando su sueldo de funcionario.

En Santiago asistimos estos días a la desimputación de Jorge Duarte, concejal populista del gobierno de Martiño Noriega. La juez López-Suevos archiva la causa de las licencias sin firmar contra determinados locales de ocio nocturno dándole plenamente la razón al fiscal en su escrito de acusación.

Pero su señoría incorpora una lectura beatífica del comportamiento del concejal, una comprensión buenista en sus modos que le eximen de todo dolo. Pudo delinquir, pero él pretendía hacer las cosas bien. Así que le reprendemos con unos azotes y a otra cosa. Es de celebrar esta indulgencia para con los actos administrativos de un concejal compostelano. Pero yo la eché de menos cuando esta misma juez sometió a un calvario judicial a los siete ediles del PP que, en la pasada legislatura, adoptaron un acuerdo conforme a un informe del secretario municipal, para que se costeara la defensa de un compañero en un asunto legal vinculado al Concello. Nunca se ejecutó.

Esos siete concejales fueron vilipendiados y procesados con una inquina impropia, penaron por un acto que la Audiencia Provincial acabó sentenciando que no era delito en modo alguno. Era tarde para ellos, porque ya habían sido descuartizados por la jauría. Uno se pregunta qué los diferenciaba de Jorge Duarte. Y uno se responde si no sería el color del carné político.

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