Alberto Varela - Crónicas Atlánticas

Dolor de estómago

Hay quien quiere cambio aunque sea a peor y digo yo que se habrán llevado el tenedor a la boca con nariz y ojos tapados

Alberto Varela
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Vamos a tener que tomar mucha sal de frutas para digerir el amasijo de sabores y texturas de En Marea. Comunistas, podemitas y separatistas juntos en el mismo plato, como para estar una semana tirado en el sofá haciendo la digestión. A nadie se le ocurriría semejante receta salvo a ellos, y lo más sorprendente es que una parte de la izquierda ha pedido el menú del día encantada. ¿Sardinas rellenas de tocino?¿tortilla con cacahuetes garrapiñados?¿barra libre de anís barato? ¡Para dentro! Hay quien quiere cambio aunque sea a peor y digo yo que se habrán llevado el tenedor a la boca con nariz y ojos tapados, porque bastaría echar un vistazo a los ingredientes u olisquear por encima la mezcla para devolver el plato a la cocina.

Lo que más llama la atención es la alegría con la que los seguidores de Beiras se han unido al banquete. Se fueron del Bloque en 2012 asfixiados por la UPG y han acabado refugiados en la sede del Partido Comunista. O sufren de síndrome de Estocolmo o han leído pocos libros de historia. Corren tiempos de democracia televisiva y una parte del electorado ha preferido no escarbar demasiado en la ideología de algunos partidos para no llevarse una sorpresa desagradable. ¿Lo que proponen ha fracasado ya en Grecia? ¿los ayuntamientos donde gobiernan son un desastre? ¡Y a mí qué me cuentan! Yo les voté cegado por el cabreo... y yo porque me gusta Pablo Iglesias como intérprete de canción protesta. No sabemos cuánto tiempo van a permanecer juntos, ni tampoco si se van a poner de acuerdo o no sobre si Galicia debe separarse del resto de España. Les une el amor al chavismo y por ahora es suficiente.

Señores, que no cunda el pánico, la mayoría del electorado sigue estando cuerda y ha pedido pulpo a la gallega, merluza a la romana o el caldo de grelos de toda la vida. En Marea ha sacado un 25 por ciento de votos, que no está mal, aunque por su comportamiento post-electoral podría pensarse que han superado el 37 por ciento. Pero no es así.

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