Jesús Iglesias, desde la torre de control
Jesús Iglesias, desde la torre de control - MUÑIZ
LOS ÁNGELES DEL MAR

El «cerebro» de las operaciones, a doce pisos sobre el agua

Cada hora que un helicóptero pasa en el aire cuesta más de seis mil euros

LA CORUÑA Actualizado: Guardar
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En la torre de control de Salvamento Marítimo de La Coruña, situada a doce pisos sobre el agua, siempre hay dos controladores de guardia que día y noche velan por la seguridad de los barcos que atraviesan el litoral gallego. Cualquier señal de alerta en el mar llega de inmediato a estas oficinas donde el viento sopla con fuerza. «Estamos muy arriba y cuando hay temporal notas cómo se mueve todo», comentan sus empleados, acostumbrados a mantener la calma en situaciones de riesgo extremo. Apoyados por las últimas tecnologías, son ellos los encargados de activar a los equipos de rescate y dar las primeras instrucciones. Explican qué ha sucedido y les dan la situación exacta. Lo más frecuente en Galicia es que embarcaciones pequeñas se vayan contra las rocas a causa de los temporales, que los pesqueros den la vuelta y se hundan o que se produzcan accidentes a pie de costa, muchas veces con percebeiros implicados.

El jefe de Salvamento Marítimo en La Coruña es Jesús Iglesias, con veintitrés años de experiencia a sus espaldas. «Siempre somos los primeros en llegar porque nuestro cometido nuclear es dar respuesta a las emergencias marítimas», asegura. Mantener un helicóptero en el aire cuesta más de seis mil euros por hora, pero Salvamento Marítimo nunca cobra cuando hay personas implicadas en el rescate. «Una vida no tiene precio, por eso no cobramos ese tipo de operaciones. Se cobra cuando hay que rescatar o remolcar un barco porque los bienes sí tienen precio, las personas no», asegura Iglesias. De este centro de control parten las primeras instrucciones para los pilotos y los capitanes de las naves que se desplazarán al lugar. «Nosotros hacemos una primera valoración. Cuando ellos llegan a la emergencia, son los que deciden porque mantienen contacto visual con lo que está sucediendo. Por eso, aunque vivas momentos de tensión, nunca llamas en medio de una operación. Es lo peor que puedes hacer, porque la gente necesita los cinco sentidos y dos más», afirma este curtido marino. «Nosotros hacemos lo que podemos, pero no somos omnipotentes», retoma para describir la satisfacción que se siente cuando a un rescatado «la cara de susto se le torna en sonrisa».

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