Ambulantes exigen la reapertura de los mercados de Vigo, clausurados en octubre del pasado año
Ambulantes exigen la reapertura de los mercados de Vigo, clausurados en octubre del pasado año - EFE

Los ambulantes mueven la silla a Sinaí

Los comerciantes de Vigo aprovechan la entrada en prisión del núcleo duro del clan de los Morones para forzar la reapertura de los mercados de Bouzas y Coia. Advierten al alcalde que es la oportunidad para hacerlo 'con democracia y transparencia'

Santiago Actualizado: Guardar
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Los rumores que hablan de la reapertura de los mercadillos vigueses de Bouzas y Coia, clausurados hace ocho meses tras un tiroteo entre clanes gitanos enfrentados, elevaron esta semana el tono respaldados por las declaraciones del alcalde de la ciudad. «La apertura será inminente», llegó a decir Abel Caballero hace solo unos días, aunque sin fijar una fecha concreta. A nadie se le escapa que la inaplazable vuelta a la normalidad de estos mercados coincide en el tiempo con el encarcelamiento del núcleo duro de los Morones, acusados con Sinaí Giménez al frente de repartir los puestos en los rastros y cobrar a los comerciantes un impuesto revolucionario de 150 euros al mes, del que habrían obtenido pingües beneficios durante años.

«Hemos pedido varias reuniones con el alcalde, pero no nos ha concedido ninguna»

Fue precisamente esta supuesta extorsión la que el pasado mes de octubre desencadenó un tiroteo en una concurrida carretera de Vigo. También hubo problemas en el mercadillo de Cangas y algún que otro enfrentamiento a pie de calle cuando los gitanos zamoranos, el clan expoliado, decidieron plantarse. Muchos de los que denunciaron que los Morones llevaban años imponiendo su ley aprovechan ahora su encierro para retomar la actividad en los mercadillos de una manera «democrática y transparente». «Éste es para nosotros el mejor momento para normalizar los mercadillos y no esperar a que esa gente salga, precisamente porque ahora están entre rejas. Si las cosas se hacen con los consejos que damos nosotros, que somos los más interesados en que el mercadillo sea cien por cien limpio, cuando esta gente salga no van a mangonear nada. Si la cosa está bien atada, el problema con ellos se terminó ya», explicó en una charla con ABC Francisco Romero, presidente de la Asociación Galega de Ambulantes e Autónomos y uno de los primeros en denunciar las malas prácticas en los mercados pontevedreses.

Nuevas normas

Según Romero Alvite expone, lo ideal es que el ayuntamiento firme un convenio con Puertos para, en el caso de Bouzas, definir el espacio que va a ocupar el mercado. El siguiente paso, explica el comerciante, es que a los vendedores que ya tenían puesto se les reconozca su antigüedad y su derecho a montar presentando la documentación actualizada. «Solo así evitaremos injusticias», remarca. El tercer paso en esta senda hacia la constitución de unos mercados «democráticos y transparentes» pasa por sortear los puestos que queden libres. La propuesta de los ambulantes matiza que el concurso debe ser público y que en él debe poder participar cualquier vendedor, en igualdad de oportunidades.

«De cada puesto debe colgar su licencia municipal, para que todo se ajuste a la ley»

Los feriantes de Pontevedra tienen claro que este es el momento de recuperar el control de sus espacios de trabajo y así se lo han transmitido en diferentes ocasiones al alcalde olívico, «aunque él nunca ha querido reunirse con nosotros», critican molestos por la falta de comunicación con el ayuntamiento. Alvite y sus compañeros —alrededor de quinientas personas con sus familias detrás— llevan meses reclamando la reapertura de los mercados de los que comen. Sin embargo, las prisas no los ciegan y advierten que prefieren esperar a que «la cosa se precipite y se haga mal».

Tras un invierno en blanco, los comerciantes afectados por la clausura de Bouzas y Coia elevan la voz para reprochar que esta medida fue «injusta e inútil». En su opinión, el cierre trasladó el problema a otros mercados de la provincia, que llevan meses saturados ante la imposibilidad de montar en la urbe olívica. Para salir del paso, algunos feriantes tiraron de la familia y acordaron que le cediesen unos metros de sus puestos. Eso les permitió sacar algo de mercancía a la calle, pero la mayoría reconocen estar con el agua al cuello. A punto de estrenar el verano, la mejor estación para la venta ambulante, los comerciantes y los hosteleros de la zona —víctimas colaterales de este conflicto— cruzan los dedos para que el concello «tome las decisiones adecuadas». «Estamos desesperados por volver a empezar», comentan entre caja y caja. «La mayoría de nosotros llevamos más de 30 años en el negocio, que nos escuchen, que nos hagan caso, solo queremos trabajar con dignidad», insisten.

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