Reportaje

Triple negativo y vuelta al confinamiento: así es el test de seroprevalencia del Covid-19

ABC acompaña a una de las 36.000 familias seleccionadas al azar por el Gobierno para someterse a las pruebas

Última hora del coronavirus y de las fases de la desescalada en la Comunidad Valenciana

Imagen de Eva y Sergio posando con su hijo a las puertas del centro de salud de Turís MIKEL PONCE / Vídeo: La importancia de elegir el test adecuado
Toni Jiménez

Toni Jiménez

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A casa de Eva la llamada de Sanidad llegó el jueves pasado, pero no habían oído hablar del estudio de seroprevalencia y prefirieron no involucrarse. Desde el centro de salud de Turís -el municipio valenciano en el que vive con su marido y su hijo de 13 años- volvieron a intentarlo y les acabaron convenciendo. «Pensamos: si podemos ayudar a frenar esto, ¿por qué no?», explicaba este lunes a ABC antes de someterse al test.

Son una de las 36.000 familias seleccionadas al azar –noventa mil personas en total- por el Instituto Nacional de Estadística (INE) para participar voluntariamente en el estudio con el que el Gobierno quiere conocer la incidencia de la pandemia en España y estimar el porcentaje de población que ya ha desarrollado anticuerpos frente al coronavirus. Estos hogares han sido invitados a sumarse a los tres test -separados en un espacio de tres semanas- bajo criterios geográficos, de edad y de sexo para obtener una muestra representativa de todo el territorio.

«Es curioso que entre tanta gente nos haya tocado a nosotros», comenta Sergio, marido de Eva y padre del otro Sergio de la familia. Tienen un hijo más mayor que vive en una residencia para personas con diversidad funcional y, por tanto, no está incluido en la muestra. «Estos días, como no podemos visitarlo, hablamos con él por videollamada. Tiene ganas de abrazarnos y nosotros a él más», cuenta ella.

Una sanitaria ataviada con bata, mascarilla y gafas de protección les recibe en una puerta de acceso al ambulatorio que no es la habitual y les pide que esperen su turno manteniendo la distancia de seguridad en la sombra, algo que se agradece en un mediodía caluroso de mayo.

Sorprende que en este pueblo de 6.650 habitantes no sean los únicos esperando para participar en la muestra. Otra familia aguarda en el mismo jardín interior hasta que una de las profesionales del centro les hace quitarse las mascarillas de tela que traían de casa y les ofrece otras quirúrgicas. Casi al mismo tiempo, llega una mujer sola que también ha sido citada.

La encuesta empezó la semana pasada al otro lado del teléfono: « ¿Cuántos sois en casa? ¿Qué tamaño tiene? ¿De cuántos dormitorios disponéis? ¿Acuden otras personas de forma regular al domicilio?». «Es difícil aislarse en un piso de noventa metros cuadrados», explica Eva. «Ochenta», le corrige su marido. «Si doy positivo me marcho a la casa del campo y me traéis la comida», le responde entre risas. Ambos miran el reloj porque -aunque su ausencia está justificada- tienen que volver al trabajo. Él, a la obra. Ella a la cooperativa de fruta de Turís: «Llevamos mascarilla, pantalla de protección, gorro, guantes... Nos va a costar acostumbrarnos».

Dos pinchazos y veinte preguntas

En ese momento son llamados y empieza el baile de documentos en los que dan su consentimiento, entre otros, para que su sangre se almacene y pueda consultarse más adelante de cara a futuros estudios. «¿Yo qué firma tengo?», le pregunta el menor a su madre mientras la enfermera le explica detenidamente qué implica participar en este proceso.

Primero, se les realiza un test rápido. Un ligero pinchazo en el dedo que proporciona información para saber si la persona ha estado infectada. Pero para asegurar resultados más fiables, se les extrae también una muestra de sangre -tal y como se hace en las analíticas rutinarias- para tratarla con una técnica más precisa .

Mientras, una de las enfermeras empieza el cuestionario individual. Una veintena de preguntas que giran alrededor del historial clínico del paciente -las enfermedades que sufre o ha sufrido, si es fumador, su estatura o su peso-, los contactos con casos positivos o la exposición al virus que haya podido tener durante viajes antes del 1 de marzo o por su situación laboral.

A priori todo está en orden, pero preguntados por posibles síntomas, Sergio duda. «En febrero fuimos a Benidorm. Ese fin de semana, mi cuñado y yo estuvimos muy resfriados, aunque fue un día de fiebre y ya está», matiza ante la posibilidad de que sea un detalle importante.

El primero en salir de la consulta, apenas media hora después de haber entrado , es él. «He dado negativo», confirma aliviado con los resultados en la mano antes de dirigirse al coche para volver al trabajo. Poco después salen por la puerta Eva y su hijo. Ni rastro del Covid-19 en su sangre . La próxima cita, dentro de tres semanas para continuar con el estudio. Hasta entonces, y por recomendación médica, «a seguir como estamos».

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