José Luis Torró - Al punto

La ministra Celáa y el hijo de Bertín Osborne

«Una persona con discapacidad abandonada en medio de una clase y sin los apoyos que requiera su estado sería tanto como condenarla a sufrir las bromas y burlas cuando no acoso»

Imagen de la ministra de Educación, Isabel Celáa DAVID CASTRO

Escuchas con atención cuanto dice Bertín Osborne en contra de la ley de Educación, perdón, de la ley de la ministra Isabel Celáa y te convences de que Bertín tiene razón. Argumenta que su hijo no puede estar en un colegio junto con otros chavales que no tienen la discapacidad que el suyo, afectado por una parálisis cerebral. Los temores de Bertín tienen base histórica. Una persona con discapacidad intelectual –¿recuerdas que se les llamó subnormales durante mucho tiempo?—ha sido considera una desgracia; un recluso en su propio domicilio; un apestado… Ha habido familias que lo han tenido durante años, décadas, recluido sin salir a la calle, sin más contacto con otros seres humanos que los de la propia familia. O sin tener ni siquiera ese roce.

La ministra Celáa , en la ley que ya ha superado el primer corte del Congreso de los Diputados, opta por la supresión de los centros de educación especial. La ministra no ha sabido o querido dar a conocer las razones de esa supresión. O sus explicaciones han sido insuficientes.

La supresión de los centros de educación especial sería un objetivo loable y conveniente siempre que se informase a los padres o tutores de las personas con discapacidad (o con diversidad funcional, según la última propuesta que se ha conocido para definirlas) que la desaparición de los centros llevará aparejada la presencia en los centros escolares de personal tutorial que sea apoyo permanente de esos chavales, de modo que sea el punto de apoyo para su integración en una sociedad, comenzando por la etapa escolar.

Dejarles a su suerte – tal como teme Bertín Osborne —sería un delito de lesa humanidad. Una persona con discapacidad abandonada en medio de una clase y sin los apoyos que requiera su estado sería tanto como condenarla a sufrir las bromas y burlas cuando no acoso. Pero si se le proporciona el apoyo –oído ministra, vaya tomando las medidas con tiempo, que el tiempo pasa rápido—la persona con discapacidad puede mejorar y desarrollar unas capacidades no detectadas y, además, verse beneficiada por las aportaciones que sus compañeros de clase pueden proporcionarle.

No es fácil hacer entender, desde la óptica y mentalidad de quien apuesta por el aislacionismo de las personas con discapacidad, o de que sólo puedan relacionarse con otras personas también con diversidad funcional, que existen otras propuestas como las que defiende el Proyecto Trèvol que hace ya más de veinticinco años inició su andadura en Ontinyent con el propósito claro y decidido de hacer posible la mayor integración socio laboral de personas con discapacidad. El balance señala muy a las claras el éxito que supone la apuesta de El Trèvol.

Imagen de la ministra de Educación, Isabel Celáa DAVID CASTRO

Sí, porque el equipo humano de El Trèvol, pero sobre todo los familiares de quienes son usuarios, pueden dar cuenta de numerosos casos del todo sorprendentes de cómo jóvenes con discapacidad intelectual, a las que se les ofrece educación, formación y apoyo pueden acceder a un puesto de trabajo. Y que gracias a esa responsabilidad esas personas han experimentado mejoras que han sorprendido incluso a las propias familias. Los testimonios de los empresarios que han tenido a bien contratarlos coinciden en un porcentaje muy estimable que su sentido de la responsabilidad, su implicación a las tareas encomendadas e incluso su contribución a hacer posible un mejor clima laboral, son hechos contrastables por lo que animan a otros empresarios a hacer huecos en sus plantillas para personas con discapacidad.

La ministra Celáa puede que tenga razón en su propósito de hacer desaparecer los centros de educación especial. Sería en buena hora siempre que antes de cerrarlos garantizase la creación de tantos puestos de trabajo como sean necesarios para que la persona con discapacidad disponga de los medios materiales, y sobre todo humanos, para que su integración en las aulas sea para su beneficio y mejora de sus capacidades, y ello sin desasosiego ni angustia para sus familias. De modo que la opinión de Bertín Osborne , hoy por hoy del todo contraria a la pretensión de la ministra, mude a favor de una integración de su hijo Kike . Que no sólo será posible sino del todo conveniente.

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