Joaquín Guzmán - Crítica

Una «Elektra» histórica en Les Arts

«Expectación como hacía tiempo que no había que quedó recompensada con creces en una velada intensísima e inolvidable»

Imagen de una de las escenas de «Elektra» en el Palau de Les Arts de Valencia MIKEL PONCE / MIGUEL LORENZO

Expectación como hacía tiempo que no había, con bastante público venido de fuera de Valencia, que quedó recompensado con creces en una velada intensísima e inolvidable . La emoción que suscita una representación o concierto se puede medir por el silencio de la sala o a contrario sensu por el número de toses por minuto. En la «Elektra» que tuve la suerte de disfrutar se produjo un diminuendo de aquellas desde el primer instante hasta que en la segunda parte de la obra, y sobretodo con la aparición de Orestes en escena, fue cuando por completo los carraspeos y ruidos «ajenos» brillaron por su ausencia.

La repleta sala había sido abducida por la inagotable música de Strauss y el estremecedor texto de Hofmannsthal, así como por todos los comparecientes en el escenario y foso del palau de les Arts. Por la respuesta enfervorizada de un público que estalló en una suerte de liberación de emociones quedó patente que cualquier dificultad que pudiera existir, musicalmente hablando, en ese deambular straussiano por extramuros de la tonalidad, no significa nada cuando comparece el arte y en la forma que sea logra atrapar al espectador .

La depresiva escena del director canadiense Robert Carsen, que debutaba en nuestro teatro, es perfectamente adecuada para crear ese clima claustrofóbico en el que acontece el drama psicológico y la sangrienta tragedia. No hay rendija para la esperanza en este espacio y la única obertura física en el escenario es el camino hacia el subsuelo que conduce directamente a la muerte. La verticalidad de los muros y el aspecto curvo me recordaban a un inmenso y pétreo depósito subterráneo, pero esto cosa mía.

Extraordinario el efecto conseguido en las dos escenas de los asesinatos por medio de una trampilla y el efecto de luz que emana de ese mortal espacio. El director trabaja con los efectos y proyecciones verticales : focos de luz, la altura de los impracticables muros, transmiten, precisamente, opresión y ausencia de escapatoria física y psicológica. Carsen pone en práctica de forma magistral la premisa no siempre cumplida de que «menos es más» .

Felicitar a la dirección artística del teatro por el excelente reparto vocal , encabezado por una de las Elektras de referencia en la actualidad. Irene Theorin compone un personaje plenamente convincente, sin fisuras, escénicamente de primer nivel y vocalmente más que respetable, sin ser, cierto es, una referencia en este sentido ya que mostró algunas limitaciones de proyección en momentos puntuales y cierto vibrato en una voz que ya no luce la frescura de antaño. No obstante la interiorización del personaje, y un fraseo irreprochable nos hace olvidar cualquier matización de tipo «musical».

Imagen de una de las escenas de «Elektra» en el Palau de Les Arts de Valencia MIKLE PONCE / MIGUEL LORENZO

Doris Soffel como la malvada Klytämnestra está magnífica con un rol que le va como anillo al dedo tanto vocalmente con una voz que ya acusa el paso de los años . Si la ópera consiste en convencernos de que estamos ante la asesina madre de Elektra, Soffel lo logra con creces. Su voz pasados los 70 años es un auténtico milagro, y dramáticamente no cae en el histrionismo fácil con el que se aborda en ocasiones este papel. Sara Jakubiak se lleva el gato al agua en cuanto a la plenitud vocal de su instrumento. Es la cantante más joven y su voz desprende frescura, lo que hace especialmente creíble su intervención. Su voz se proyecta perfectamente y rebasa sin problemas el muro sónico que se levanta sobre el foso.

Derek Welton mostró una imponente presencia escénica y su canto, sin tener una voz especialmente grande sí que posee un fraseo y timbres adecuados. Stefan Margita como Aeghist cumple sobradamente con una voz de tenor lírico wagneriano muy propia para papeles Loge con ese fraseo germano tan carácterístico. El resto de cantantes tanto femeninos como masculinos cumplieron en sus breves intervenciones.

Albrecht no defrauda sino todo lo contrario. Nada podía salir mal con un auténtico especialista en estas lides y una orquesta que responde con enorme calidad a las mil y una exigencias que demanda don Richard. Su Elektra es impresionante y nos sobrecoge: expresionista, violenta, detallista, transparente . Sólo eché a faltar algo de respiración y aliento lírico en los escasos pasajes que Strauss concede a su inigualable capacidad melódica, como cuando a ritmo de vals la hermana de Elektra, Chrysothemis, confiesa que lo que quiere es madre y olvidarse de una venganza de la que ella no quiere ser cómplice.

Imagen de una de las escenas de «Elektra» en el Palau de Les Arts de Valencia MIKEL PONCE / MIGUEL LORENZO

El director alemán dirige con mimo y cuidado a las heróicas voces, aunque pareciera que en ocasiones está volcado en las prestaciones orquestales que demanda esta compleja partitura. Hay que tener en cuenta que determinados momentos puntuales la escritura armónica Straussiana es de una entidad tal que se precisan cantantes de mucho fuste para traspasar un foso inmisericorde del que emerge el sonido de casi un centenar de instrumentos . En ocasiones sucedió esto con Theorin y en otras estuvo al límite saliendo airosa no sin dificultades, pero en conjunto, en este sentido, las comparecientes lograron sobreponerse en la batalla, puesto que, afortunadamente, aunque de la visión del foso pudiera sugerir otra cosa con más de cien músicos, la mayoría de los compases de esta obra tienen, paradójicamente, una escritura de gran transparencia armónica.

Mencionar al Cor de la Generalitat en su breve cometido está situado internamente en el libreto, ubicándose en esta ocasión en los espacios que existen junto a los laterales de la platea alta y por tanto de espaldas al público, así como a las figurantes que permanecen en escena la mayor parte de la representación y a las cantantes del Cor de la Generalitat «infiltradas» entre las mujeres.

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