Fernando Sánchez Costa

Lo impensable

«Era difícil imaginar antes y es casi difícil recordar después una insurrección nacional-populista empujada por las élites»

Fernando Sánchez Costa

El 'procés' independentista y su dramática expresión en octubre de 2017 se diluye en la memoria de la opinión pública. Es un fenómeno digno de estudio. Durante años marcó la vida y captó la atención de millones de ciudadanos. Vivimos todos con tremenda ansiedad aquellos hechos y podemos recuperar nítidamente los sentimientos que las palabras, las imágenes o los sonidos (caceroladas, por ejemplo) despertaron en nuestro cuerpo en aquellas semanas de abismo.

Pero la opinión pública prefiere olvidar, «pasar página». Es curioso y en cierto modo saludable. Ni la detención del expresidente prófugo Puigdemont provoca casi reacción. Todo aquello que sucedió se había considerado imposible durante años por las élites bienpensantes de Barcelona y de Madrid. «No va a pasar», decían. Ahora también, 'de facto', octubre de 2017 se ha vuelto impensable, como una evocación incómoda que conviene rehuir. Lo explica bien Juan Milián en 'El proceso español' (Deusto, 2021): «Con el paso de los años y el enfriamiento de las pasiones cuesta creer que todo aquello sucedió realmente». Pero sucedió y él lo relata.

Podríamos dar muchas explicaciones a esta negación previa y posterior. Como la vergüenza o el sentido del ridículo de quienes se vieron embarcados en 'la revolució dels somriures'. Pero subrayemos hoy una razón politológica. El golpe institucional en el Parlament y en la calle escapa a toda lógica dentro de un Estado de Derecho y de una democracia constitucional representativa. Era difícil imaginar antes y es casi difícil recordar después una insurrección nacional-populista empujada por las élites. Nos parece más una pesadilla que un hecho real. Pero fue las dos cosas. La pesadilla se hizo realidad.

En aquel octubre de 2017 sucedió otra cosa impensable. El 8-O, convocados por SCC, un millón de ciudadanos salieron a la calle llenando Barcelona de 'senyeres' e insignias nacionales. Emergió la Cataluña invisibilizada, la Cataluña del doble patriotismo y de la identidad plural. Ese día se rompió el consenso nacionalista. A partir de entonces, será imposible repensar Cataluña sin contar con la voz del constitucionalismo civil, de ese segmento social que entonces se empoderó para siempre como sujeto político y civil activo. El sueño impensable también se hizo realidad. Ahora tenemos la tarea de darle continuidad y eficacia. Porque si el constitucionalismo se duerme, despertará de nuevo la pesadilla.

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