Teresa Giménez Barbat - Agenda Europea

La casilla

La inmersión no fue el aglutinante de la idílica armonía que, al decir del régimen, imperaba en Cataluña

El gran pretexto del nacionalismo catalán para relegar el castellano en las aulas ha sido la llamada cohesión social. «L’escola és un model d’integració», exclaman. Pues ya lo hemos visto. Si hay una sociedad partida por la mitad, esa es la catalana. Todos y cada uno de los responsables de Educación de la comunidad, desde Guitart a Ponsatí, han invocado, frente al goteo de sentencias favorables al bilingüismo, la tremebunda posibilidad de que Cataluña dejara de ser un-sol-poble. «La inclusión del castellano como lengua covehicular», alegaban, «dividiría a la comunidad escolar entre castellanohablantes y catalanohablantes». Otra de sus fábulas.

La inmersión no fue el aglutinante de la idílica armonía que, al decir del régimen, imperaba en Cataluña, y que se tradujo, asimismo, en ficciones como la del «oasis». Antes bien, estamos ante un elemento decisivo en la estrategia de construcción nacional. Tal vez la escuela no haya inoculado la pedagogía del odio con la potencia con que lo ha hecho TV3, pero sí ha mostrado a las claras la línea roja que ningún ciudadano que no quiera verse hostigado debe traspasar. No en vano, reclamar una educación en español (¡en España!) ha llevado aparejada la vejación de los padres y la marginación de los hijos (casos de «atención especial», los llaman).

Bastan estas evidencias para desacreditar la voluntad de cohesión que dicen pretender los valedores de la inmersión, si bien la prueba del nueve de que no son más que unos trileros es el «procés».

Mientras, en efecto, se rasgaban las vestiduras en aras de la cohesión para justificar la expulsión del castellano de la vida pública, promovían una secesión cuya principal consecuencia no ha sido sino honda fractura social que, al menos a corto plazo, no tienen visos de remitir.

Agotado, por eximio y grotesco, el argumento de esa cohesión, y con el 155 vigente, sería un disparate que la Consejería de Enseñanza que dirige Íñigo Méndez de Vigo rehusara introducir la casilla en razón de no se sabe qué susceptibilidad de «Cataluña».

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