Resentimiento particularista

Hace ya unos años, tuve el honor de trabajar políticamente con Adolfo Suárez. Como es natural, fueron muchas las confidencias que en aquel tiempo, era yo diputado y portavoz del CDS, me hizo el presidente. Las guardo todas como un bien valioso de mi trayectoria política. Me confesó, reiteradas veces, que resolver el encaje de las nacionalidades y autonomías en la Constitución fue extraordinariamente complejo. Compatibilizar el rechazo de cientos de miles de españoles y las notables expectativas de los nacionalistas catalanes y vascos no fue sencillo. Finalmente, su tenacidad, la labor infatigable de Fernando Abril Martorell, la predisposición al acuerdo de los nacionalistas, y el consenso de la Transición, lo hicieron posible. La Constitución alumbró el Estado de las autonomías.

No pretendo hacer aquí balance alguno. Deseo, no obstante, resaltar que las autonomías fueron concebidas para el desarrollo integral de los diversos territorios, con la esperanza de que su acción política redundaría en el fortalecimiento de la Nación española y consolidaría el camino hacia la democracia.

Todos presumíamos que cada gobierno autonómico utilizaría prudentemente el margen discrecional que la ley permitía a la hora de lidiar con las políticas fiscales. Cada uno implementaría los mecanismos legales posibilitando una sana competencia entre los territorios que se valdrían, amplia o restrictivamente, de aquella capacidad. Así ha sucedido.

Me disgusta profundamente la denuncia resentida de Euskadi, Cataluña y Valencia a la fiscalidad liberal de Ayuso en Madrid. Más aún, las reclamaciones del presidente Urkullu respecto a un hipotético 'dumping fiscal' en Madrid resultan sorprendentes. Sonroja oír al lendakari, paladín del cupo y defensor de las controvertidas vacaciones fiscales de su gobierno en su día, impugnar ahora la voluntad de una comunidad de rebajar los abusivos impuestos, que sufridamente pagan los ciudadanos españoles que residen en Madrid.

Puedo asegurarles que el carácter oportunista de determinadas reclamaciones particularistas no entraba dentro de las previsiones originarias.