Ópera

El triunfo de Katia Kabanova

Patricia Racette hace un trabajo excelente tanto del punto de vista vocal como del actoral en la pieza de Janácek

Patricia Racette durante la obra ANTONI BOFILL

Pep Gorgori

Habían pasado tres años desde fin de la primera guerra mundial cuando Janácek estrenó «Katia Kabanova» . El año anterior, en Berlín, Kurt Pinthus había publicado una antología poética que hoy se considera la biblia del expresionismo, «El crepúsculo de la humanidad». Europa había sobrevivido a la catástrofe -al menos, eso pensaban-, y había que reflexionar para llevar al género humano a un nuevo estadio donde las personas gozasen de más libertad. Era imprescindible el paso previo de demoler los vestigios del pasado inmediato, y el medio que la Cultura tenía para hacerlo era la crítica contundente. De ahí que la primera parte de la antología se titule «Hundimiento y clamor».

Valga esta introducción para justificar por qué la idea de situar la acción de «Katia Kabanova» justo en ese momento, como hace la producción presentada en el Liceu, es tan adecuada. En primer lugar, corresponde a la época en que se estrenó la ópera. Y en segundo lugar, se pone así de relieve que, aun juzgando unos hechos que se supone tienen lugar a finales del siglo XIX, Janácek está incrustado en ese momento de ebullición creativa del expresionismo. No es de extrañar que Berlín fuera una plaza incondicional para los estrenos de las óperas que escribió en la última década de su vida. Las denuncias que en ellas hace encaja con esa ansia de demolición para brindar un futuro mejor a las generaciones venideras.

En el Liceu, la producción se presenta con Patricia Racette como protagonista femenina. Sus dotes escénicas son cruciales, ya que este rol es un auténtico «tour de force» en el que todo pivota alrededor de la soprano. La personalidad de Katia alcanza un grueso inusual en las óperas por aquél entonces, y ya desde el principio nos relata cómo era su vida antes de casarse y cómo el matrimonio le ha cortado las alas. Estamos en todo momento dentro de su cabeza, lo que vemos es su punto de vista, y Racette hace un trabajo excelente tanto del punto de vista vocal como del actoral.

El resto del reparto se puede decir que está a la altura, con una homogeneidad que no siempre se logra en el Liceu. Al lado del amante de Katia, encarnado por un eficiente Nikolai Schukoff encontramos una correcta y detestable suegra a cargo de Rosie Aldridge, debutante en el Liceu. Con todo, lo más destacable es otra debutante, Michaela Selinger, en el papel bastante secundario de Varvara. Pese a la relativa brevedad de éste, Selinger logró hacer notar su presencia causando una excelente impresión.

Mención aparte merece el director Josep Pons, que en este repertorio se encuentra como pez en el agua. Y es que «Katia Kabanova» es sobre todo una increíble obra sinfónica, en la que la orquesta tiene un papel tan destacado como el de la soprano protagonista. Enérgico y preciso en todo momento, supo subrayar cada matiz de la partitura, cada detalle con el que Janácek quiso retratar el universo emocional de cada personaje. No es tarea fácil en este compositor, que de tan avanzado a su época tuvo que esperar a superar los sesenta para que el mundo empezara a darse cuenta de su talla. Solamente cabe esperar que en las funciones que quedan el público acuda en mayor medida de lo que se ha visto en las dos primeras de las seis programadas.

Música: Leoš Janácek. Intérpretes: P. Racette, N. Schukoff, R. Aldridge, A. Teliga, F.Vas, M. Selinger, J.R. Olivé. O. S. y Coro del G. T. del Liceu. Dir. musical: Josep Pons. Dir. escénica: David Alden. Lugar: Liceu, Barcelona. Fecha: 11 de noviembre.

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