La «common people» del Antiguo Egipto se cuela en el museo

El Museo Egipcio de Barcelona evoca en una exposición la vida de la gente corriente en el Egipto faraónico

La estatua del sacerdote Gemefsetkap, fechada entre 715-664 AC Efe

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Puede que Amenhotep, al igual que muchos otros, no naciese para la posteridad, pero al final la Historia ha acabado por encontrarle. Vigilante de los almacenes e inspector de los jardines en el poderoso templo de Amón, su nombre no atemorizaba ejércitos ni desataba tempestades, pero cumplía con creces objetivos mucho más prosaicos como «llevar flores y presentar el aroma de los marjales, flores y toda clase de plantas, entre ellas las más finas de los huertos que su Majestad ha creado para su padre Amón-Ra».

Tanto es así que, en tiempos de faraones y de todo tipo de seres semidivinos, el bueno de Amenhotep, vigilante e inspector, se hizo merecedor de una estatua. En concreto, de una pieza de arenisca fechada entre el 1550 y el 1307 antes de Cristo en la que, de rodillas, sostiene una estela con un himno dirigido a Re-Haractes.

«La gente importante ya está reflejada en los grandes monumentos, pero a veces olvidamos que no todo consistía en eso», destaca Jordi Clos, fundador del Museo Egipcio de Barcelona y presidente de la Fundación Arqueológica Clos . De ahí que, añade la exposición que desde hoy ocupa la planta baja del museo barcelonés «no trate de faraones ni de reyes, sino de la gente corriente; hombres y mujeres identificadas por sus nombres, títulos y profesiones». La common people del antiguo Egipto, reivindicándose a través de medio centenar de objetos con los que la muestra «Hombres y mujeres del antiguo Egipto» cubre 3.000 años de historia y añade una interesante derivada a un relato capitalizado por los Hatshepsut y los Tutankamon de turno.

Nobles y escribas

Así, junto a Amenhotep encontramos a sirvientes, campesinos, portadoras de ofrendas, artesanos, funcionarios, nobles, sacerdotisas y escribas. Un crisol de oficios coronado por Imhotep, consejero del faraón Djoser y arquitecto que pasó de simple mortal a dios de la medicina y la sabiduría y que protagoniza una de las piezas más valiosas de la muestra: una exquisita estatuilla de bronce de entre el 664 y el 525 antes de Cristo en la que el también Gran Sacerdote de Heliópolis aparece mirando al infinito con un manuscrito sobre las rodillas

Estatuilla de Imhotep ABC

A su lado, relieves, máscaras funerarias, estatuas y pinturas procedentes de tumbas completan un retrato que, desde el Reino Antiguo al crepúsculo de la civilización, dan voz a Idy, Huy, Meritites, Neferu, Pentaur y, claro, Amenhotep. Los nombres, destaca el conservador del museo, Luis Manuel Gonzálvez, son importantes, pero lo son aún más los jeroglíficos redactados en algunas de las piezas que aportan información esencial sobre su protagonista. Es el caso, por ejemplo, de otra de las joyas de la exposición: una estela de falsa puerta, umbral entre el mundo de los vivos y el de los muertos, de Juenptah y Meritites. Esta última, cuyo nombre significa «amada por su padre, fue supervisora del templo de culto funerario a Keops y una de las pocas mujeres que alcanzó un rango de tal responsabilidad en el Egipto faraónico.

En la exposición destacan también dos piezas recién llegadas a la colección: una escultura de piedra calcárea del sacerdote Gemefsetk ap fechada entre el 715 y el 664 antes de Cristo y parte del torso de un sacerdote del dios Montu tocado por una característica piel de leopardo. Una pieza excepcional para una muestra que celebra lo extraordinario de la normalidad.

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