Ángel González Abad - Los Martes, toros

Sobran las razones

Nicolás Sampedro diseccionó con precisión la figura de uno de los toreros que, ahora hace un siglo, estaba señalado para ocupar el vacío que dejó la muerte de Joselito, y que cuando los públicos ya lo señalaban como máxima figura, murió de manera desgraciada en la plaza de Madrid.

La Monumental EFE

Ángel González Abad

Mientras los aficionados se preparan para vivir una nueva gala de la tauromaquia catalana, que tendrá lugar el próximo sábado en el puerto olímpico de la Ciudad Condal, Barcelona sigue con su oferta taurina, tan cerca y tan lejos a la vez de la imponente Monumental. Allí, frente al Mediterráneo, volverá a inundarlo todo la ilusión por mantener viva una pasión y la lucha por un sueño, que es lo que mantiene en pie a esa admirable resistencia nunca resignada a perder el legado que heredaron de sus mayores.

Una demostración más de unión, como la que se palpa en la Casa de Madrid de Barcelona en las conferencias de su tradicional Feria de Otoño. El pasado viernes, un aficionado cabal, un erudito entusiasta como Nicolás Sampedro diseccionó con precisión la figura de uno de los toreros que, ahora hace un siglo, estaba señalado para ocupar el vacío que dejó la muerte de Joselito, y que cuando los públicos ya lo señalaban como máxima figura, murió de manera desgraciada en la plaza de Madrid.

Sampedro fue más allá de la biografía de Granero, escudriñó y analizó una época apasionante en la historia del toreo entorno al joven diestro. Lo que parecía que podía alcanzar y las consecuencias que tuvo la muerte de un torero que en su presentación en la Monumental, un 13 de marzo de 1921, conquistó para siempre el corazón de la afición catalana. La extraordinaria faena a un toro de Salas, en un cartel que completaron Chicuelo y Joseíto de Málaga, forma ya parte destacada de los anales de la plaza barcelonesa.

Noches como las de la Casa de Madrid son las dosis de nostalgia necesarias para afrontar el futuro. Cargar las pilas, acumular las muchas razones que les hace sentirse fuertes. Algo que los aficionados catalanes saben de sobra.

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