Carme Portaceli ensaya la obra con uno de los internos
Carme Portaceli ensaya la obra con uno de los internos - DAVID CAMPOS

El teatro, el bálsamo de los presidiarios

Un grupo de diez internos de Can Brians 2 recita textos de Lorca, Beckett, Shakespeare bajo la batuta de la reconocida directora Carme Portaceli

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«Libertaaaaad, es la que quiero yo para volar, es la que quiero yo para volar», va cantando a ritmo de hip-hop un interno de Can Brians 2 mientras se pasea por una de las salas de la exposición «Bálsamo y fuga» (Caixaforum, Barcelona). La cita forma parte de una iniciativa que pone en relación a directores consagrados con grupos de teatro de la cárcel. En esta ocasión un grupo de diez internos se ha puesto en manos de la directora Carme Portaceli, quien ha seleccionado una recopilación de textos de «Así que pasen cinco años» de Lorca, «Los bajos fondos» de Gorki, «Esperando a Godot» de Beckett, y algunas poesías de Alberto Conejero y Shakespeare para que este grupo las interprete.

El motivo de esta selección se debe a que los textos hablan de cosas que «pueden aludir a las circunstancias vividas por los presos», explica su directora.

Los diez actores llevan desde septiembre ensayando esta obra, que se enmarca dentro de las actividades programadas para la exposición «Bálsamo y fuga», pero no es su primer estreno, ya que todos son habituales del grupo de teatro que todos los sábados y domingos se reúne en un módulo de la cárcel. Montse Triola trabaja desde que se abrió la institución en 2006 como monitora escénica de este grupo, una figura que sólo existe en las cárceles catalanas. No hace ninguna terapia milagrosa, pero todos sus «alumnos» acuden encantados a las clases y cuentan los días para que llegue el fin de semana. «Simplemente intento emular una compañía de teatro corriente», explica Triola. La educadora ha optado por hacer una clase de «creación colectiva» donde todo el mundo puede aportar lo que crea interesante. «El año pasado traje varias obras y entre todos decidimos que representaríamos "Woyzeck"; más adelante salimos a representarla en una guardería», explica.

Si preguntas a Triola cómo mejora un interno después de hacer teatro contesta que los ve mucho más descargados y se comunican mejor. «Es una vía para canalizar la rabia y frustración mediante el arte», asegura. En los centros penitenciarios los talleres de vocación artística ofrecen un espacio a los internos donde aprender nuevas habilidades - quizás desconocidas por ellos- que mejoran la relación que tienen con ellos mismos y con los demás. El teatro como mecanismo de expresividad personal remueve y trabaja las emociones, que en este entorno de falta de libertad resulta fundamental. Se trabaja la constancia (ensayan sus papeles fuera de las horas), pierden la vergüenza, amplía su cultura, les relaciona entre ellos y, al mismo tiempo, forman «una pequeña familia», exclaman contentos. Triola está de acuerdo en que todos los talleres creativos son vitales para lograr la función rehabilitadora que tiene la cárcel. Y los internos aseguran que el teatro «saca lo mejor» de ellos. «Somos nosotros mismos, como en la calle, no fingimos emociones».

Cuando la función empieza, impera el silencio y el grupo se desplaza en fila por una exposición en la que cada sala alude a un espacio de la cárcel, se paran y representan la escena que toca. En la entrada de la institución recitan textos de la privación de libertad y el recuerdo. En el patio llega el turno para el escapismo, mientras que en otras salas se pueden escuchar fragmentos de Shakespeare hablando de la vida y la muerte. En un momento dado uno de los internos canta un tema propio de hip hop, muy arraigado en la cultura dominicana, de donde proceden varios de los actores. Al final muchos aplausos y todos los familiares van orgullosos a abrazar a los intérpretes.

Uno de los participantes que trabaja en la cocina del centro explica que se apuntó por su hija. «Ella hacía teatro y de esta forma pude entender cómo se sentía ella». Otro relata que se lo recomendó el psicólogo... Cada uno tiene su motivo. Los diez artistas trabajan ocho horas en distintos empleos dentro la cárcel, ya sea en la cocina, en la lavandería, en la cocina, o en la «verificación» en una cadena de montaje de objetos como pegatinas de alimentación o bolsas… Dos días antes de la actuación pidieron permiso por la tarde para ensayar sus papeles. Toda la escenografía y maquillaje que requieren las obras (en esta obra en concreto no hay decorado ni vestuario) va a cargo de otros internos.

La responsable del programa «Art for Change» de Obra Social La Caixa, Glòria Cid, explica que la idea de este proyecto, que en ediciones anteriores participaron artistas como Àlex Rigola, Salvador Sunyer o Toni Mira, pretende «alimentar la cultura de otras realidades». Triola añade que los monitores artísticos quisieron que este trabajo tan interesante que hacen no se quedase puertas adentro. El espectáculo podrá verse en otra función que tendrá lugar el día 10 de enero de 2017.

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