Sergi Doria - Spectator in Barcino

España nos salva (el turismo)

«España nos roba, España nos mata y, ahora, España nos salva»

EL pabellón de Cataluña en la Feria Internacional de Turismo de Madrid EFE

Sergi Doria

Con Barcelona confinada por Torra (con la aquiescencia de Colau) y en cuarentena los vuelos internacionales por Sánchez, Cataluña conjuga el coronavirus con la ruina. Para salvar la temporada turística, o lo poco que queda de ella, la Generalitat ultima una campaña dirigida al mercado español (la mitad del turismo) apelando a los «vínculos emocionales» con otras regiones españolas.

La cosa no es fácil, dada la pertinaz ofensiva antiespañola del gobierno separatista: Meritxell Budó afirmando, con rictus de asco, que con la independencia no habría tantos muertos. La barbaridad solo fue superada, cómo no, por el gasolinero Canadell: «España es muerte y paro».

Con estos mimbres será complicado urdir un eslogan de buen rollo; y aunque el eslogan fuera creativo, solo convencerá a quienes ignoren -por desconocimiento o compasión- el diccionario del odio que rubrican a diario los cabecillas secesionistas.

Carod Rovira ya despuntó en 1991 en un artículo donde pedía a ETA que «cuando queráis atentar contra España, os situéis, previamente, en el mapa». La tesis de que la banda atentara Ebre enllà indujo en 2004 al viaje a Perpiñán que tanto daño hizo al tripartito de Maragall.

Ir a Perpiñán tenía su morbo cuando lo verde empezaba en los Pirineos y nuestros mayores se escapaban para descubrir a Linda Lovelace… Dalí, el ampurdanés que blasonaba de españolidad, sostenía que el centro del mundo está bajo la estación de Perpiñán; y el 29 de febrero de hogaño, el mitin de Puigdemont en Perpiñán ostentó como lema «La República Catalana al Centre (del Món)».

Si Carod cavó su tumba política en Perpiñán con su conciliábulo con los etarras, quienes fueron a loar al prófugo Puigdemont convirtieron a Perpiñán en el centro, no del mundo, ni siquiera de su Republiqueta, sino del Covid-19.

Como asegura un estudio estadístico de CatCovidTransparencia, en Perpiñán -seis horas de autobús y 100.000 asistentes- «explotó» el contagio que tuvo su epicentro en Igualada. Según la citada organización, a partir del 17 de marzo la Generalitat ya no aportó más datos sobre la ubicación, la fecha y la edad de los contagiados «lo que permitiría correlacionar el origen de los manifestantes y los fallecidos entre el 17 y el 20 de marzo». En esos cuatro días Cataluña pasó de 18 a 41 fallecidos por coronavirus y Perpiñán de ningún fallecido a una docena.

Pero volvamos a la campaña sobre los «vínculos emocionales» Cataluña-España. Solo funcionará si nuestros visitantes desconocen o prefieren ignorar declaraciones como la de Joan Oliver, exdirector de TV3, exgerente del Barça con Laporta y enterrador del Reus: «Los españoles son chorizos por el hecho de ser españoles» (2008).

De aquel año es también la reflexión de Oriol Junqueras sobre el ADN catalán (Torra no estaba solo): «Los catalanes tienen más proximidad genética con los franceses que los españoles; más con los italianos que con los portugueses y un poco con los suizos. Mientras que los españoles presentan más proximidad con los portugueses que con los catalanes y muy poca con los franceses. Curioso». Si hacemos caso al actual archivero de Poblet, la campaña turística debería dirigirse a franceses, italianos y suizos (estos últimos por la evasión de capitales tan propia del nacionalismo). Que los portugueses y los catalanes tienen poco que ver queda patente en la solvente gestión de la pandemia por los primeros y la catástrofe de los segundos. Ahí afina Junqueras.

Y si el gobierno es incompetente, esto es inepto e incapaz de trabajar con las competencias que tiene y que son muchas, sus voceros de la adulterada sociedad civil no se quedan a la zaga. Cuando Torra apostó por el confinamiento total de Cataluña para llevar la contra al gobierno, tuvo de valedor al intelectual del régimen López Bofill: «Saben que nosotros solos con nuestros recursos gestionaríamos mucho mejor esta crisis y que, una vez superada, con la evidencia de nuestro éxito y de su fracaso, la independencia sería inevitable». Nosotros, nuestros, nuestro… Que baje Freud y lo lea.

El 19 de marzo, pleno estado de alarma, el trincaire ricachón Mainat propuso cerrar Cataluña y aprovechar la pandemia para declarar la independencia: «Entonces fingimos que estamos todos infectados, así los policías no querrán actuar y, si lo hacen, nos defendemos tosiéndoles a la cara y huirán acojonados…».

Y cuando el Ejército acudió al auxilio de residencias y ayuntamientos, abandonados a su suerte por la Generalitat, el cupero Joan Coma recomendó abrazar y toser en la cara a los soldados.

Esta es la sombría faz del independentismo. Lo malo es que si quieren atraer a turistas del resto de España deberán callarse un ratito y dejar la independencia para otro verano… ¡Mecachis! No les costará fingir: para estos patriotas la hipocresía es un grado cuando conviene fer caixa.

España nos roba, España nos mata y, ahora, España nos salva.

Comentarios
0
Comparte esta noticia por correo electrónico

*Campos obligatorios

Algunos campos contienen errores

Tu mensaje se ha enviado con éxito

Reporta un error en esta noticia

*Campos obligatorios

Algunos campos contienen errores

Tu mensaje se ha enviado con éxito

Muchas gracias por tu participación