Daniel Tercero - Dazibao

Una gran oportunidad para el PP catalán

«Lo más sensato para el PP catalán es actuar en función de unas expectativas reales, aunque estas no cumplan con las ambiciones personales»

El diputado tarraconense y líder del PPC Alejandro Fernández PEP DALMAU

Daniel Tercero

El tarraconense Alejandro Fernández no será el próximo presidente de la Generalitat de Cataluña. Esto es solo un augurio, pues serán los ciudadanos los que decidan quién será el sucesor de Quim Torra al frente de la administración autonómica catalana, pero si damos por válido este punto de partida -¿alguien se atreve a apostar por lo contrario?- el PP catalán podrá explicar a los catalanes su oferta política con mayor precisión. Tal y como está Cataluña, una auténtica trituradora de políticos, lo más sensato para el PP catalán es actuar en función de unas expectativas reales, aunque estas no cumplan con las ambiciones personales. A partir de aquí, fijada la base, Fernández tiene la dura pero interesante y atractiva labor de recomponer ideológicamente el partido. Sí, será imposible sin el beneplácito y la colaboración de Génova (sede del PP nacional), pero nunca el presidente del PP catalán tuvo tanta sintonía política y personal con el líder de los populares a nivel nacional... y quiso que el PP creciera y se fortaleciera en Cataluña.

Mantener unas posiciones firmes en temas nucleares y básicos, como son, por ejemplo, el cumplimiento del Estado de Derecho democrático - ¡así estamos en Cataluña! - y una posición claramente beligerante contra el independentismo, y hacerlo desde postulados conservadores o liberales, tiene que ser compatible con la exposición pausada de las ofertas y alejarse del griterío y la histeria. Frente a los populismos y las demagogias, el actual PP catalán tiene una gran oportunidad, en parte obligado por la necesidad de la herencia recibida, para liderar la recuperación del discurso ilustrado, huir del sectarismo y despojarse de cierto complejo a algunos dogmas. Los populares deberían olvidarse de Vox -partido que no apuesta por la Constitución como el mejor proyecto común de todos los españoles a lo largo de nuestra historia- y dejar de hablar de Cataluña Suma para tentar a Ciudadanos -formación que, si bien no está en fase de demolición, necesitará su vuelta a la socialdemocracia, si quiere sobrevivir-. En momentos de zozobra, los mensajes deben ser claros y cabe renunciar a la victoria (es decir, resultados) a corto plazo, que solo demuestra la impotencia de un proyecto a largo término. Por ahí pasaron Jorge Fernández Díaz y Alicia Sánchez Camacho (más pendientes de La Vanguardia que de los votantes). Súbditos, más que líderes de un partido político. El PP catalán de Fernández debe encontrar, de una vez por todas, la credibilidad que sus antecesores en el cargo no quisieron o no pudieron. No se trata de negarse a pactar con los restos de CiU (como se hizo en épocas pasadas), sino de ver qué se pacta. El pacto del Majestic y los presupuestos de la Generalitat de Artur Mas, por citar dos ejemplos, fueron buenos para los nacionalistas pero no para el PP catalán. La transacción no es negativa. Al contrario, enriquece.

La apertura tiene que ser total. El abrazo a la razón y la Ilustración tiene que tocar, también, asuntos vitales. El matrimonio entre personas del mismo sexo, la aconfesionalidad, la igualdad entre hombres y mujeres (sobre todo, en lo económico), la defensa de una España plural (que no plurinacional), las pensiones, los servicios públicos... no son incompatibles con las posiciones liberales, la defensa de los aspectos comunes de todos los españoles y dirigirse a las clases medias. Más bien, al contrario. El PP catalán debe ser útil y saberlo explicar. Fernández debe coger el coche, patearse Cataluña y explicar en los 947 municipios su oferta política.

Para ello, Fernández tiene los mimbres. De entrada, Juan Milián Querol debería actualizar El acuerdo del seny. Superar el nacionalismo desde la libertad (Unión Editorial, 2014), escrito y publicado cuando el nacionalismo rancio catalán no había mutado a secesionismo radical. Ahí está la base de la sociedad abierta que el PP catalán debería abanderar, frente a la cerrazón independentista. Actualizar este acuerdo supone casi una obligación (empezando por el «autonomismo flexible» que es más una utopía que una opción real tras los acontecimientos de 2017) y debería ser una orden de Alejandro Fernández. El PP catalán tiene, también, muchos otros valores a los que exprimir ideas y proyectos, como Cayetana Álvarez de Toledo (sin ser estrictamente militante catalana) y Santi Rodríguez, con cargo, y muchos más, sin cargo público. El PP catalán tiene una oportunidad como nunca ha tenido. Fernández, pese a su excelente oratoria y pedagogía expositiva, no será el próximo presidente de la Generalitat. Pero podría ser el dirigente de los populares catalanes más útil para los ciudadanos de todos los que han pasado por el cuartel general de la calle Urgel.

El PP es el único partido que tiene representación institucional en todos los ámbitos y niveles administrativos de España. Frente al tripartito (PSC, ERC y comunes) que se avecina en Cataluña (a poco que den los números) y la reconversión por la que pasará (para bien o para mal) Ciudadanos, el papel del PP pasa a ser fundamental. Para que el ciudadano (votante, en la lengua del político) sepa que los populares son una opción, cabe conseguir, primero y sobre todo, que aquellos escuchen a estos. Hay que hablarles a todos, sin echarles la bronca. Hay que darles esperanza.

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