Sergi Doria - Spectator in Barcino

La ciudad-comuna de Colau

«En la Cataluña actual existen tres colectivos que pueden ocupar, sin permiso gubernativo y sin tasa, calles, plazas, playas, metros y lo que haga falta: manteros, ciclistas y separatistas»

Un hombre apalea a otro con una barra de madera y cuchillo en mano, y un tercer individuo le propina patadas en la cabeza. Calle de la Cera, poco antes de las cuatro. ¿De la madrugada? ¡No! A la hora de la siesta. No es la primera vez que la violencia campa por las calles del Raval. A mediados del pasado mes de julio, la imagen de dos individuos peleándose a machetazos frente al portal de un narcopiso copó todos los noticiarios…

Los informativos dedicaron a Barcelona la sección de sucesos cuando una turba de manteros estuvo a punto de matar a un turista americano a golpes de hebilla. En la Cataluña actual existen tres colectivos que pueden ocupar -sin permiso gubernativo y sin tasa- calles, plazas, playas, metros y lo que haga falta. Manteros, ciclistas y separatistas gozan de impunidad en la vía pública: los unos, para vender imitaciones de marcas a la puerta de las tiendas que pagan miles de euros por un metro cuadrado; los segundos, para hacerse un sprint donde les cuadre; y los terceros, para dejar claro que las calles son suyas -el 11 de septiembre ocuparán la Diagonal- y no de la mayoría de catalanes no adictos al movimiento.

El consistorio barcelonés sancionó con ciento cinco euros a la centenaria horchatería El Tío Che de Pueblonuevo porque su ninot fallero ocupaba la vía pública… Aunque la multa quedó sin efecto por la presión vecinal, revela el doble rasero municipal: débil con el vándalo, prepotente con el comerciante legal.

Atravesando Tallers por plaza Castilla vemos una jeringuilla. La zona es un arrabal de incivismo y delincuencia. De poco sirve rehabilitar el edificio Luminor para poner en valor su arquitectura racionalista: las pintadas y los orines lo ensucian cada día. El Luminor albergó la redacción de El Papus y el INEM, dos lugares de la memoria terrorista: en 1977, la ultraderecha dejó una bomba en la revista satírica que mató al conserje; en 1984, Terra Lliure hizo estallar otro artefacto en la oficina de empleo. Convendría recordarlo cada vez que en las movilizaciones de la ANC o los CDR se lanzan vítores a Terra Lliure.

Que tome nota Torra cuando acusa de fascistas a quienes quitan lazos y cruces del espacio público. Para sumirse en las miasmas del fascismo, solo ha de releer sus propios libros, artículos y tuits. Este demócrata que cierra el Parlamento hasta nueva orden no piensa aceptar ninguna sentencia del 1-O que no sea el archivo de la causa. O sea, que la ley solo es justa si le da la razón. Después de recalcar que el Rey no está invitado al acto del primer aniversario de los atentados del 17-A, Quim se irá pitando a la cárcel de Lledoners para homenajear a otro Quim, Forn. Recordemos la catadura moral del que fue consejero de Interior en la rueda de prensa donde daba cuenta de las víctimas de la masacre: «Hay 13 muertos, de los cuales hemos identificado ya a siete personas. Una mujer italiana, una mujer portuguesa, una mujer con doble nacionalidad española y argentina, dos personas catalanas y dos personas de nacionalidad española…». ¿Y esto qué es?

Pero volvamos a la Barcelona que Colau es incapaz de gestionar. Si por plaza Castilla fluye agüita amarilla, en el paseo del Borne y aledaños, lateros y carteristas viven una época dorada. Tan descontrolada está la cosa -la coordinación de Colau con la Guardia Urbana es pésima-, que catorce bares han contratado seguridad privada para paliar la inseguridad.

El Raval, la Ribera y la Barceloneta vuelven a ser los agujeros negros de los años ochenta. «A l’estiu tota cuca viu», reza el catalanísimo dicho: la podredumbre rebosa por las descosidas costuras de una ciudad decadente. Desaparecida por el pretexto vacacional, la activista que pretende arreglar el mundo con proclamas buenistas es incapaz de cuidar la ciudad de la que es alcaldesa. Desciende el turismo de negocios y sube, como la espuma de la cerveza, el de borrachera; la mugre abrillanta las aceras; los bancos públicos sustituyen a los albergues y el hedor ofende en cada contenedor. El sol canicular ilumina hasta el último recodo la inepcia municipal. Orina, alcohol y droga… Tristes señas de identidad de la Gran Encisera convertida en Gran Comuna.

Pero la culpa no es solo de Colau: su desgobierno ha hundido Barcelona con once concejales y la mayoría es de veintiuno. A Xavier Trias -diez concejales- no le dio la gana de trabajar por una mayoría alternativa (estaba muy ocupado haciéndose pasar por independentista). Agotado el cuatrienio populista, la degradación urbana, las desastrosas cuentas de Pisarello y la permisividad con el vandalismo han conseguido unir a la oposición. Tres veces reprobada en los últimos cuatro meses, hace tiempo que la alcaldesa ausente debió pasar por una moción de censura.

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