Del más por menos al menos por españa

Corría el año 2011, tercero de la crisis económica iniciada en 2008 y la Generalitat de Catalunya se veía en la obligación de realizar ajustes presupuestarios duros. El entonces president Artur Mas ejemplificó la actitud a mantener acuñando la frase «hay que hacer más por menos» cuyas consecuencias fueron recortes y rechazo social con protestas y huelgas. A CiU se le sublevaban la sanidad, profesores, bomberos, mossos, funcionarios, e incluso hubo un intento de asalto al Parlament. Para más inri no había PP a quien culpar al estar gobernada España por el PSOE de Rodríguez Zapatero.

A finales de aquel año, Mariano Rajoy es elegido presidente y Artur Mas da un giro político y opta por la confrontación directa con el Gobierno de España para silenciar las quejas a su labor. Lo hace desde la convicción de que en unas inmediatas elecciones catalanas obtendría rédito de su nueva estrategia y alcanzaría la mayoría absoluta. Desde entonces CiU retrocede cada vez más y su radicalidad la lleva hasta el extremo de aceptar la condición de investidura impuesta por los antisistema batasunos de la CUP. Artur Mas es defenestrado en favor de Puigdemont, igual que la consellera de educación Irene Rigau, que evocaba los conciertos educativos, Felip Puig que lo fue de Empresa y también de Interior y que pretendía encarnar las ideas de emprendimiento y seguridad, o el de Sanidad Boi Ruiz, la de colaboración pública-privada. Al margen de su objetable gestión, representaban un modelo de sociedad al que se debía renunciar en pro de alcanzar la independencia y en el que la República era el único objetivo.

La irracional e irresponsable espiral desemboca en otro referéndum ilegal, el 1 de octubre, y en una Declaración de Independencia que arrastraba a Cataluña al abismo. Un cisma de sociedad y de ley, con una factura económica y de fractura social que, lejos de conseguir la separación de Cataluña de España, solo ha dividido a los propios catalanes. Puigdemont hace menos malo a Artur Mas y Torra es aún peor que su antecesor.

De aquel «más por menos» se pasa a un «menos por España». Se acuña el «España nos roba» aludiendo a un inexistente expolio fiscal o se culpa al Estado de no haber impedido los atentados yihadistas de 2017. Ahora, en su relato adoctrinador es España la que contagia, provoca más muertes y es un lastre para la recuperación económica al no ser Cataluña independiente. La crisis del coronavirus es ya la nueva excusa para convertirla en una otra oportunidad de negocio independentista como ya hicieron con la económica y social del 2008 y se servirán como siempre del minarete de la secesión, TV3 y Catalunya Ràdio y del monocultivo subvencionado separatista del asociacionismo.

Cataluña está cada vez más hastiada del «procés». Reclama soluciones en favor del empleo, las pensiones y la economía y solventar la pobreza, la asfixia fiscal, la pérdida de valores, los ataques a la propiedad y el incremento de delincuencia. La secesión se encuentra cómoda tras la estelada pero al descubierto al ser incapaz de definir un modelo de sociedad con principios ideológicos sólidos y de gobierno eficaz para resolver los problemas reales y es ahí donde el independentismo entra en crisis, se debilita y se enfrenta entre sí. Ante la flaqueza secesionista es menester la fortaleza de una alternativa desde la firmeza de ley y en libertad, sensatez en política, centralidad social, y rigor en propuestas de gobierno para afianzar una mejor Cataluña en una España de todos.

Alberto Fernández Díaz es abogado Alberto Fernández Díaz es abogado y presidente del PPC en 1996-2002