Vinos nuevos, odres viejos

Parece que el PP ha empezado a entender que para conquistar los paladares del votante nuevo va a tener que escanciar también vinos nuevos. O sea, menos rancios y soleras, y más frescura en boca. Eso al menos se deduce de la incorporación a filas de caras nuevas como la de Raquel Alonso, la más joven de los diputados nacionales, a quien este diario ha entrevistado hace un par de días. Gusta, ya de entrada, el titular extractado: «En la política hay que estar de paso, no para toda la vida». No serán pocos los veteranos que hayan tenido que mirarse en otro espejo para no verse reflejados. Esas palabras recuerdan a las de una profesora de aquí que cumplió con ello a rajatabla: «En los sitios hay que estar hasta el último minuto como si no te fueras a ir nunca; después, como si nunca hubieras estado».

¡Olé, olé y olé, Pepita!

Pero no es sólo el titular lo que ilusiona en las declaraciones de esta universitaria recién egresada, es el conjunto y el sentido común. Porque pone el dedo en la llaga cuando dice que el aire fresco de la juventud, sin el freno de la experiencia, puede ser igual de perjudicial que el aliento de un cónclave de momias. Eso ya se está viendo en otras formaciones políticas, cuyo pecado es justamente el del atolondramiento y el desvío que acompaña a la juventud en demasía. Y demuestra cintura cuando declara que hoy casi nadie es monolítico en su pensamiento y que, uno puede tener amigos en Podemos -como sus dos mejores amigas-, sin que la que la amistad sufra mella. Lo explicó muy bien Toni Cantó hace poco: «No hay que hacer de los adversarios políticos, enemigos». Esas son guerras de otro tiempo. En fin, vinos nuevos, odres viejos. Aunque a estos últimos les costará reconocerse como tales. Y no te digo nada, retirarlos.