La vanguardia palentina y Jorge Manrique

«Carriedo y Amón son aportaciones palentinas de peso a las vanguardias españolas del medio siglo XX»

Monumento a Jorge Manrique en Paredes de Nava ABC

POR ANTONIO LÁZARO

Una persona es su humus familiar, su solar genético, su base formativa y el resultado de un cúmulo de experiencias vitales y profesionales. Esto es incuestionable. En los tres aspectos, Jorge Manrique pertenece, inequívocamente, a una estirpe y un solar palentinos, aunque sus avatares familiares e históricos fueran conduciendo su biografía al Sur, hacia tierras de Toledo, La Mancha o Andalucía, los escenarios donde se libraba en su siglo la batalla de la conformación del primer Estado moderno.

Y es que, además, son Paredes de Nava, la Tierra de Campos y la cultura palentina en su conjunto , fuera del nivel sin fronteras del hispanismo internacional y del mundo universitario, focos permanentes de fervor, rememoración y arraigo manriqueños. Baste recordar recientes publicaciones y un premio de poesía de primer nivel, así como otros proyectos de amplio calado nacional e internacional, todavía en gestación. A menudo, este fervor manriquiano se genera desde la perspectiva de la cultura más tradicional y académica. Pero, también, desde la más innovadora y vanguardista. Hoy, con estas líneas, queremos resaltar esta otra línea de aproximación, recuperación y actualización del mayor acaso de nuestros clásicos y, al tiempo, el más moderno por su inmarchitable actualidad y vigencia.

Gabino Alejandro Carriedo está reconocido como uno de los grandes poetas del siglo XX español . Se le asocia a la segunda oleada del Postismo (esa vanguardia que se negó hasta el lexema, nombrándose como un prefijo y un sufijo), la poesía social y el realismo mágico. El juego lingüístico y conceptual, el humor, la acedía y la crítica son sus constantes. Como en lo mejor del Postismo (Chicharro, Ory), el palentino gustaba de jugar no solo con el verso libre , sus ritmos y asociaciones de ideas, sino también con las formas tradicionales ( romance, soneto ), alardeando de ser uno de los mejores sonetistas de su promoción.

Santiago Amón , que arrancó también como poeta y llegó a ser uno de los grandes referentes de la crítica de arte en su tiempo, mantuvo con Carriedo una amistad constante y profunda, hasta el final de la vida de este, presentando en Madrid su último gran título 'Nuevo compuesto, descompuesto viejo'. Uno de los libros más celebrados de Amón fue su estudio biográfico sobre Picasso. Ambos, pues, pueden y deben ser considerados como aportaciones palentinas de peso a las vanguardias españolas del medio siglo XX.

Voy a traer a colación el artículo De Manrique a Carriedo , firmado por Amón y publicado en ABC (30/09/1981) con motivo de la muerte de Gabino Alejandro Carriedo. El tema de la muerte, se diría, da paso fluido a la semblanza manriquiana. Pero la fresca hondura de esta columna, que evoca a Bergson y a César Vallejo y subraya la honda raigambre manriqueña de Carriedo pero también la del propio Amón, trasciende los tópicos y hace en apretada síntesis un resumen de la genial percepción espacio-temporal del autor de las Coplas. «Manriqueño y vallejiano, escribe Amón, fue Gabino-Alejandro Carriedo; que si emparentó con Manrique en paisanaje y reflexión sobre la muerte en vida, no poco afín fue a Vallejo en la desenvoltura del lenguaje coloquial. Carriedo era palentino, asiduo oyente, cual cumple, del pregón manriqueño (de memoria, no siéndole muy fiel, se sabía y jactaba de decir de punta a cabo las Coplas») y traductor, al modo vallejiano, de su mensaje inmortal (aun yendo de por medio la muerte). Del uno heredó el sentir durativo de su crónica, y del otro la renovada versión en un román paladino, que él acertó a regar con el buen vino del humor. Hizo suyo, con ambos, el recuerdo vital de su propio fin y, previendo su muerte y la del prójimo, dejó irónicamente escrito: 'Cualquier día podemos salir en los periódicos'».”

Señala aquí el amigo y crítico dos pilares de la poética carriediana: su común paisano Manrique (canon clásico entre los clásicos donde los haya) y un egregio referente de la vanguardia latinoamericana sin fronteras, síntesis de ancestrales raíces autóctonas, literatura española y surrealismo francés. El «entrañadamente manriqueño César Vallejo», en palabras del crítico palentino, del que cita unos versos: «Me moriré en París con aguacero / un día del cual tengo ya el recuerdo.» Son versos que certifican el gran influjo en la poesía contemporánea de las Coplas y el cancionero de don Jorge . De Vallejo le llegó a Gabino un hálito manriqueño pero es que, además, por así decir, este último lo había mamado ya en sus orígenes y años formativos de Palencia. Utilizando una imagen aritmética, Gabino, según Amón, sería manriqueño al cuadrado, con el entrañable dato de que se sabía y recitaba las Coplas «de punta a rabo».

El párrafo transcrito, que subraya el coloquialismo compartido por Manrique con los dos poetas del siglo XX, recoge velas de otros anteriores acerca de la premonitoria modernidad del discurso manriqueño , que permuta la espacialidad medieval por la temporalidad contemporánea, en una elegía que se abre y se cierra con el concepto del recordar (recuerde/memoria). Cuando Manrique desarrolla el ubi sunt , su pregunta no se refiere al lugar en donde puedan estar los desaparecidos personajes que evoca, sino más bien qué o cómo el tiempo los deshizo y solo su verso los rememora: «En las Coplas de Jorge Manrique, diga lo que dijere el erudito, recordar significa, textualmente, recordar; confiar a la rara facultad de la memoria tanto el pasado como el presente y lo por venir. En la acepción literal del término manriqueño, y en su atrevida extensión a lo que fue, lo que es y lo que será, viene dada, sin duda alguna, la clave del enigma que hace descollante su elegía por encima de otras mil, cuya paridad de origen distó mucho de llevarlas a fama tal o a semejante grado de divulgación y pervivencia: la decidida suplantación del estar por el acontecer, la sustitución premeditada del espacio por el tiempo, esto es (y de acuerdo con la sagaz advertencia de Bergson), el estricto acomodar la vida a, su propio discurso temporal, a su esencial duración».

Tras esta certera exposición de la singularidad manriquiana, que hace a su elegía cumbre y monumento indeleble de nuestra Literatura, cierra Amón su lúcida aproximación al autor de las Coplas , señalando su avanzada percepción del tiempo en términos de una casi mágica circularidad: «Si una sola estrofa tuviera la clara virtud de subrayar el carácter de acontecimiento (y acontecimiento es temporalidad) que Jorge Manrique imprime a sus Coplas, no había de parecer inadecuada la fracción de la que sigue: «Y pues vemos lo presente / cómo en un punto es ido / y acabado, / si juzgamos sabiamente, / daremos lo no venido / por pasado». La memoria de dos ausencias en un punto (el presente -enfatizará la voz existencialista- es una chispa entre dos nadas) y el colosal gerundio del tiempo a la redonda. ¿Recordar también el futuro? Sí, dar lo no venido por pasado, hacer memoria de lo que ocurrirá».

Otro gran nombre palentino de la vanguardia , en este caso de las artes plásticas, el escultor Victorio Macho , evoca en sus Memorias cómo ascendió al alto del páramo celtíbero-romano (Intercacia) que domina Paredes, sintiéndose identificado con los anhelos y contratiempos amorosos de Manrique joven en alguna de sus visitas al solar paterno y a su alcázar tristemente desaparecido (como tantos otros de su tiempo).

La altísima estima de Jorge Manrique por parte de Carriedo se explicita en su autobiografía apócrifa La flor del humo , compuesta por su biógrafo y exégeta Amador Palacios y que merece artículo propio. Hablando de la contraposición entre el arte andaluz y el castellano mesetario, declara: «Seguidamente, opongo el arte de Murillo al del Greco, el de Herrera al de Fray Luis, finalizando con el supremo ejemplo, en el lado castellano, de la poesía de nuestro Jorge, naturalmente Jorge Manrique, que señala con su dedo seco y rugoso de asceta el peligro y la premura de nuestras horas».

Jorge Manrique encabeza desde el siglo XV el canon de la poesía lírica española. Sus versos siguen iluminando, confortando y hablando al corazón de hombres y mujeres de todo tiempo, latitud y circunstancia, y su influencia irradia no solo a escritores y críticos más tradicionales sino a autores muy transgresores y solo aparentemente, alejados de sus presupuestos (Antonio Machado, Pedro Salinas, Rafael Alberti, García Lorca, León Felipe, Blas de Otero, Guy Debord) y, desde luego, a los dos grandes vanguardistas palentinos que hemos evocado en este artículo, Santiago Amón y Gabino Alejandro Carriedo.

Antonio Lázaro , doctor en Filología española, es escritor e investigador literario. Ha publicado novelas como Club Lovecraft y Memorias de un hombre de palo, guías de turismo literario (Guía del Triángulo manriqueño) y una versión modernizada de las Coplas de Manrique ilustradas por Antonio Santos (Nórdica, 2020). Colaborador como periodista cultural en medios escritos y audiovisuales (ABC, Cope, CMM, Radio Exterior, Radio 5, etc.). Actualmente, prepara una novela sobre las postrimerías de Jorge Manrique y la gestación de sus famosas Coplas .

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