El día del trabajo

Se escriben estas líneas horas antes del 1 de mayo en un ambiente de indiferencia, pese a los muchos temas para la movilización. Es, por tanto, una reflexión no una valoración de seguimiento y mensajes. Lo cierto es que el sindicalismo ha perdido gas; de manera acelerada desde el inicio de la crisis económica . Los motivos se encuentran en el empecinamiento de UGT y CCOO por seguir la senda de la confrontación de clases y de representación exclusiva de la clase obrera. El discurso, obsoleto y sin contenido, no conecta con una sociedad transversal, no encerrada en estamentos sociales. La retribución salarial, la dignidad en el empleo y un largo etcétera de temas económicos, sociales o éticos, ya no dependen exclusivamente de la cualificación profesional, sino de la adecuación entre preparación y fortuna para encontrar un puesto de trabajo digno y conforme a las cualidades. Los sindicatos no han sabido conectar con la generación del desencanto: personas preparadas y con salarios por debajo del mileurismo que, en muchas ocasiones, no son hijos de obreros, sino de la llamada clase media.

Si a este problema de fondo, se suman la corrupción de algunos líderes , el aprovechamiento y no representatividad de unos pocos sindicalistas en detrimento de colectivos de trabajadores, la deriva política ¿el secesionismo es solidario?, el grito vociferante, el negacionismo y la huelga inoportuna frente al diálogo y la búsqueda de cauces de entendimiento, la desaparición de líderes de referencia, remplazados por otros sin talla, o el llegar tarde a los problemas acuciantes (las batas blancas o jubilados) tenemos la radiografía de una institución necesaria pero inservible en la formulación actual, porque ha sido fagocitada por la ideología.