Ignacio Miranda - Por mi vereda

Silos silentes

«Nacieron en la posguerra sin arbotantes ni vidrieras, sin cubiertas que desaguan por gárgolas ni ábsides poligonales, con una verticalidad arrogante...»

Castillo de Arévalo ICAL

IGNACIO MIRANDA

Alguien empezó un día a llamarlos, de manera metafórica, las catedrales del campo o las catedrales olvidadas, que tanto monta, y poco a poco se va consolidando el nombre. Nacieron en la posguerra sin arbotantes ni vidrieras, sin cubiertas que desaguan por gárgolas ni ábsides poligonales, con una verticalidad arrogante que rompía la línea del cielo de nuestros pueblos sin recurrir al arco ojival o la bóveda de crucería. Lograron desbancar en altura a las propias torres de las iglesias en las llanuras cerealistas, tierras de pan llevar. Y ahí siguen, en posición de firmes, carentes de grietas, como reflejo de su resistencia estructural.

Digna herencia del Servicio Nacional del Trigo y de Cereales, denominación luego cambiada al acrónimo Senpa, los grandes silos que jalonan nuestra geografía como vestigios de aquella red estatal vuelven a salir a subasta esta semana en busca de un nuevo uso que no termina de llegar, de un emprendedor valiente que no aparece. Quince de ellos en Castilla y León, como los de Almazán, Arévalo, Cuéllar, Gomecello, Pancorbo, Toro o Valencia de Don Juan, con el reto de seguir prestando alguna función a la sociedad, de vivero de empresas a hotel, de centro juvenil a mirador, de parque de bomberos a espacio termal, ya sea por iniciativa pública o privada.

En los municipios extremeños de La Albuera y Arroyo de San Serván, a modo de reedición vanguardista del Plan Badajoz, una rehabilitación integral de los silos ha permitido alojar en su interior -celdas en altura incluidas- las dependencias de sus ayuntamientos. Dos escasos ejemplos del uso público actual de unas construcciones que forman parte del paisaje de España. Porque si, en su día, los castillos de Torrelobatón o Montealegre fueron empleados como graneros, ahora también un silo silente y cerrado puede reorientarse a otros cometidos. Nada nuevo bajo el sol de la Meseta. Cuestión de imaginación y ganas.

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