Ignacio Miranda

El profesor del cambio

Ante la actual mediocridad de la clase dirigente, «Don Torcuato» representa un ejemplo de vocación de servicio público, amor a España, criterio propio y honestidad

Ignacio Miranda
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Todo cambio trascendental en el seno de una sociedad, cuando no se realiza por la fuerza, exige una minuciosa y gradual preparación, además del aplomo necesario en los momentos de la ejecución para evitar errores. Siempre con la vista hacia adelante, en un horizonte de concordia. Así se hizo la admirable transición en España de la dictadura a la democracia en apenas unos años, una obra cuyos frutos aún perduran y que nos han proporcionado cuatro décadas de convivencia en paz.

Resulta imposible valorar el inmenso mérito del proceso sin reparar en la figura de Torcuato Fernández-Miranda. Un pragmático jurista gijonés, paisano de Jovellanos, que también soñaba una nación ilustrada, moderna, integrada en Europa, y que apostaba por la educación como vía de progreso.

Catedrático de Derecho Político, ministro secretario general del Movimiento sin ser falangista y presidente de las Cortes, fue desmontando jurídicamente el franquismo, de la ley a la ley, hasta hacer realidad un sistema de pluralidad y libertades.

Con motivo del centenario de su nacimiento, una completa biografía escrita por su sobrino nieto Juan -presentada esta semana en las Cortes de Castilla y León- rescata del injusto olvido al alma mater de la transición junto a Don Juan Carlos, del que fue profesor, y Adolfo Suárez. Ante la actual mediocridad de la clase dirigente, «Don Torcuato» representa un ejemplo de vocación de servicio público, amor a España, criterio propio y honestidad. Un hombre de Estado sencillo, discreto e inteligente, que explicaba a Ortega y Gasset en sus clases con empaque de lord británico, donde deben mirarse quienes aspiren a perfeccionar nuestra democracia para corregir disfunciones.

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