Guillermo Garabito - La sombra de mis pasos

Yo, el presidente

«En el PP se evita pronunciar el nombre de los corruptos, o presuntos, como en Harry Potter el de 'quién no nombrado'»

Guillermo Garabito
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El Debate sobre el Estado de la Comunidad es ir a decir al hemiciclo de las Cortes de Castilla y León «y tú más» como se dice en cualquier pleno ordinario durante el resto del año. La solemnidad está sobrevalorada. Por eso Herrera, lejos de ir a contar novedades, fue a defender lo suyo. Habló como diez minutos menos en comparación con el año anterior, que puede ser síntoma también de su adiós en diferido.

Decía mi abuelo que un texto con menos de treinta páginas no podía ser pregón y lo de Herrera no fue pregón, ni discurso, sino testamento. Porque el testamento cada uno lo hace como quiere, con veintiséis páginas o a mitad de legislatura. En el PP se evita pronunciar el nombre de los corruptos, o presuntos, como en Harry Potter el de «quién no nombrado».

«Ese señor del que usted me habla», que decía Rajoy. Herrera usó la fórmula: «A la persona que…» Herrera, que habló sin hablar de su exvicepresidente Tomás Villanueva. Herrera, que a ratos recordaba a Esperanza Aguirre. Aseguró también, que es responsable de las irregularidades que se hayan podido cometer durante sus mandatos.

Habló mucho el presidente de la ordenación del territorio, más cuando la única ordenación evidente en los últimos tiempos ha sido la de la bancada popular. La misma a la que Herrera no quitaba el ojo; no miró en todo el discurso a nadie de la oposición. Esto puede ser porque lo más complicado siempre es convencer en casa. Tanto mirar a los suyos que alguien diría que iba pidiendo permiso -quizá a Mañueco- a cada nuevo epígrafe que comenzaba a leer. En esta legislatura, sin mayoría absoluta, el hemiciclo se hace muy grande y hasta los aplausos hacen eco. Luego la calma y la «serenidad» que pedía el presidente. Demasiada serenidad. Pablo Fernández a las cifras que dio Herrera durante su discurso les llevaba la contraria con la cabeza e incluso con las manos

Tudanca, que lo tenía fácil entre tantas opciones por donde hilar su discurso, estuvo bien. Salió a decir cosas que piensan los castellanos y leoneses. Pero a bulto. Habló de la corrupción, que es lo propio. Dijo aquello de Sicilia y León; donde del padrino no se habla. Tudanca intentó resolver a la manera de Pedro Sánchez, a media legislatura y de un plumazo. Pero Herrera, incluso con perfil bajo y a la defensiva, sigue siendo Herrera.

El hemiciclo ayer, a ratos, recordaba a la pintura de Isabel la Católica de Eduardo Rosales. Sólo que en el PP ya está todo repartido.

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