Vicente A. Pérez - Corazón de león

Premio a Prada

«Chirría que Prada repita honores en sólo catorce convocatorias; y aún más en unas tierras tan extensas en kilómetros cuadrados como en escritores de todo tipo»

Vicente A. Pérez
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A Juan Manuel de Prada le han concedido esta semana el premio de la Crítica que otorga el Instituto Castellano y Leonés de la Lengua. Un galardón que, por la trayectoria literaria del autor, se supone como merecido y reconocido por un jurado compuesto en su mayoría por periodistas de la Comunidad y algún crítico literario. Pero como no hay premio sin crítica, en este caso chirría que Prada repita honores en sólo catorce convocatorias; y aún más en unas tierras tan extensas en kilómetros cuadrados como en escritores de todo tipo, desde periodistas, novelistas, poetas, cuentistas, guionistas… A Juan Manuel de Prada le concedieron este mismo premio hace ocho años y se lo han vuelto a dar ahora con el consecuente mosqueo de quienes piensan que las amistades literarias son tan importantes como las políticas a la hora de ascender peldaños o poder, según sea el caso.

Nada más lejos que dudar de la calidad literaria de Juan Manuel de Prada, cuyos artículos de opinión en este periódico, en el que comenzó a hacer colaboraciones y luego fama allá por los noventa del pasado siglo, tienen lectores fieles, como los tienen sus novelas escritas con buen estilo y aceptable documentación; un tipo leído, sí, con sus filias y fobias, con sus convencimientos y sus incoherencias en la mochila. Dice el jurado de la Junta de Castilla y León que su novela sobre Santa Teresa es la mejor que se publicó el pasado año en estas tierras y habría que decir amén si no fuera porque en el camino se han quedado muchos escritores que con mayor o igual mérito hubieran merecido el galardón. Por ejemplo, en cabeza alguna cabe que el ya clásico y eterno José Jiménez Lozano haya sido relegado por Prada en el podio de los premiados; e incluso Gustavo Martín Garzo, que sin ser un Delibes, bien se merece un reconocimiento por parte de los gerifaltes culturales de su tierra. Pero no; ni a Jiménez Lozano, ni a Garzo, ni a Julio Llamazares (quien se retiró a tiempo para no colaborar en el cocido final), ni a Elena Santiago, ni al resto de escritores de Castilla y León que han publicado muy dignas obras durante el pasado año, se les ha permitido alcanzar el pequeño cielo de su tierra.

Tal vez el Instituto Castellano y Leonés de la Lengua, que preside el escritor Gonzalo Santonja, testigo de una de las dos bodas de Prada y padrino en sus presentaciones de libros, debiera cambiar sus estatutos para premiar, en plan Nobel, trayectorias literarias y no el libro del año que publica, por lo que se ve, el amigo de turno, el compañero de bodas o el colega de periódicos. Hay amistades y jurados que en nada benefician, a la larga, a un escritor, como es, en este caso, Juan Manuel de Prada.

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