Julio López - Pienso, luego existo

Paños y vinos

«La solución a nuestra sangría demográfica pasa por dinamizar el territorio y respaldar el sector alimentario»

ICAL

En 1817, el economista inglés David Ricardo publicó su famosa Teoría de las Ventajas Comparativas. En ella argumentó que los países debían conocer qué bienes producen más barato, y cuáles reciben a cambio, así como las capacidades para producir ambos, porque probó que el valor de los bienes exportados era el valor de los productos importados. En un ingenioso razonamiento para realizarse hace dos siglos, puso el ejemplo de dos países, Inglaterra y Portugal, y dos productos, paños y vino, para demostrar que los lusos debían especializarse en la producción de vino, porque tenían ventaja comparativa para ello.

Hoy esa teoría sigue vigente, y todos los países (regiones) saben que han de producir aquellos bienes en los que tengan ventaja comparativa, y acceder a lo no producido a través del comercio internacional (intrarregional). Bueno, lo sabe todo el mundo, excepto Trump, quien cree que los EE.UU. pueden producir de todo, y por eso impone todo tipo de trabas a las importaciones americanas, sin importarle provocar una guerra arancelaria en la que perderán todos los países, y el suyo el que más. En unos años los libros de economía lo contarán como un ejemplo de aberración.

La Junta de Castilla y León tampoco parece enterarse, porque sigue una política de «jugar a todo», en vez de dedicar sus recursos a apoyar con eficacia sectores con ventaja comparativa, entre los que por razones obvias destaca el alimentario, el cual necesita formar parte de la denominada Industria 4.0 para ser competitivo. Sabéis a qué me refiero ¿no? Hablo de inteligencia artificial; de procesamiento de cantidades masivas de datos (big data) con complejos algoritmos; de interconexión de sistemas y dispositivos digitales. Sí, hablo de fábricas inteligentes (smart factories), capaces de adaptarse con inmediatez a las necesidades, y de maximizar la eficiencia en la asignación de los recursos.

Y ahora, la pregunta clave: ¿cómo lograr ese objetivo si la mayoría del tejido productivo del sector alimentario se asienta en el medio rural, donde las conexiones a Internet son cualquier cosa, menos conexiones? Es evidente que el gasto publicitario de Tierra de Sabor no lo va a conseguir. Sería preciso que la Junta de Castilla y León fuese más allá del marketing, y trabajase por acabar con la lacra de que un tercio de nuestro territorio no tenga acceso a Internet, y de que la banda ancha sea un lujo sólo al alcance de urbanitas. Eso sí sería apostar de verdad por el sector.

Además, ahora que se lleva hablar de la España vaciada, la solución a nuestra sangría demográfica no pasa, a mi juicio, por incentivar la natalidad o por desgravar el alquiler de casas en el medio rural, por poner dos ejemplos. Pasa por dinamizar un territorio que cada día grita más alto el enorme potencial de creación de empleo que tiene, sin más que respaldar decididamente un sector, el alimentario, en el que tenemos ventaja comparativa frente al resto de España y del mundo, tal y como nos demostró David Ricardo hace doscientos años con su ejemplo de los paños y el vino.

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