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Lo castellano en la raíz literaria de María Teresa León

La biografía «Palabras contra el olvido», de José Luis Ferris, reivindica la figura de la autora y se detiene en su etapa burgalesa, donde vivió en su juventud y debutó como escritora

Maria Teresa León, junto a Rafael Alberti

C. MONJE

Se definió a sí misma como «la cola» de un «cometa» que era Alberti, su marido. Un papel en la sombra en el que la encasillaría también la historia de la literatura española. María Teresa León (1903-1988) continúa en ese lugar secundario, pese a algunos intentos reivindicativos de su obra. A ellos se suma el reciente libro de José Luis Ferris Palabras contra el olvido, galardonado con el Premio Antonio Domínguez Ortiz de Biografías 2017 que otorga la Fundación José Manuel Lara, también editora del libro.

Riojana de nacimiento, pasó su niñez en Madrid, adonde regresó antes de un largo exilio y a la vuelta del destierro, hasta su muerte. Pero fue su etapa burgalesa, en la adolescencia y la juventud, la que ha motivado algunas destacadas iniciativas encaminadas a rescatar a la escritora del olvido. Como recuerda Ferris, en 1986 la Consejería de Cultura de la Junta promovía «una exposición y el primer homenaje tributado a María Teresa León en España», actividades que que se completarían un año después con la edición de un libro.

El Burgos viviría solo desde los catorce hasta los veinticinco años, con una estancia intermedia en Barcelona. Pero es en la ciudad castellana donde María Teresa León nace como escritora; aunque la vocación -recuerda José Luis Ferris- se había gestado en el entorno familiar: en casa de una prima de su madre, la filóloga María Goyri, casada con Ramón Menéndez Pidal. También en Burgos se acabaría de formar su carácter insumiso, por rechazo al ambiente reinante: «Hija de un alto militar, no dudó en rebelarse contra las convenciones puritanas que imperaban en la sociedad burgalesa que la había visto crecer».

Su madre, la burgalesa Oliva Goyri, propició en 1917 el traslado de la familia a su tierra, en parte para intentar aplacar la rebeldía de su hija adolescente, que había sido expulsada del colegio de monjas en el que estudiaba en Madrid. «En Burgos, ciudad de treinta y cinco habitantes, con catedral y cartuja, iba a transcurrir la nueva vida de María Teresa, entre cuarteles, uniformes y toques de corneta; vida provinciana en la que encontraría vestigios de un pasado familiar ilustre, aristocrático: la historia de sus antepasados inmediatos, burgueses iluminados venidos a menos. En una de aquellas plazas, su bisabuela llegó a tener un palacio. Lo llamaban de la Flora».

Tras un tiempo en Barcelona, donde se casaría por primera vez con solo diecisiete años, y donde días después nacería su primer hijo, vuelve a la ciudad de su familia materna y allí debuta como escritora. Su primer relato, «De la vida cruel», se publica el 11 de diciembre de 1924 en Diario de Burgos, donde aparecerán en los siguientes cuatro años casi cuarenta colaboraciones más, entre artículos y cuentos. «Salvo los últimos trabajos, la mayoría llevan la firma de Isabel Inghirami, heroína de ficción creada por Gabriele D’Annunzio». «La decisión de tomar el seudónimo de un prototipo de mujer rebelde puede deberse a la situación personal que empezaba a vivir la escritora, quien por esas fechas finales de 1924 veía fondear su matrimonio», sugiere Ferris.

Esos textos iniciales, apunta el biógrafo, «respondían a sus inquietudes del momento, desde su interés por la esencia histórica y popular de sus raíces -Castilla y lo castellano- hasta relatos y artículos cada vez más comprometidos con la defensa de la mujer y con la sensibilidad social».

La propia María Teresa León certifica en Memoria de la melancolía sus inicios como escritora recién llegada a la capital burgalesa: «No establezco diferencias entre vivir y escribir. Ni recuerdo cuándo empecé. Debía tener catorce o quince años. Escribí las cosas que yo me había contado en sueños, y Cuentos para soñar los llamé cuando se publicaron en Burgos en una editorial que acogió con simpatía tan poca cosa».

Además de artículos, en la ciudad castellana vieron la luz sus dos primeros libros, de relatos

Hijos de Santiago Rodríguez editó ese primer libro que «reivindicaba el papel de las ‘narradoras’, de las madres y abuelas que practican con sus hijos el ejercicio de contar, de transmitir sus sueños personales de niñas y de mujeres». De la misma imprenta burgalesa saldría el segundo, otra recopilación de relatos titulado La bella del mal amor. Cuentos castellanos, en 1930, cuando María Teresa León, ya separada y apartada de sus dos hijos, vivía en Madrid. Con esta obra, señala José Luis Ferris en Palabras contra el olvido, «María Teresa se ponía del lado de todas las mujeres castigadas por una frustración violenta de su vida, ya se debiera al mal amor de un matrimonio desgraciado, a embarazos ilícitos o a la implacable hipocresía social».

A su vuelta a la capital madrileña, María Teresa León conoce a Rafael Alberti y ahí comienza la parte más conocida de su vida. La del compromiso político y activismo cultural durante la República; la de su papel activo durante la guerra civil en las Guerrillas del Teatro y en la evacuación de fondos del Museo del Prado; la del exilio de casi cuarenta años por medio mundo, ya definitivamente a la sombra del poeta, y la de la enfermedad que en los últimos años de su vida le privó de la memoria que había sido el alma de toda su obra.

En Argentina, donde nacería su hija Aitana en 1941, la autora escribiría otras dos obras de raíz burgalesa, las biografías noveladas del Cid y Doña Jimena.

El Cid y Doña Jimena

En 1954 apareció Don Rodrigo Díaz de Vivar, el Cid Campeador, en la que la autora «se ajusta a los datos históricos del personaje, humaniza al héroe castellano y emplea a la vez una estrategia revisionista a partir de la herencia cidiana recibida». La obra, añade José Luis Ferris, constituye «una recreación que incluye pasajes susceptibles de ser analizados a la luz de un feminismo elegante y sutil».

Seis años más tarde vería la luz Doña Jimena Díaz de Vivar, gran señora de todos los deberes. «La propia escritora recuerda que con este libro quiso rendir homenaje a un arquetipo de mujer, esposa y madre que, con su vida, enaltece al mismo tiempo la figura de su marido».

María Teresa León tiene mucho de ese modelo de mujer, según el relato plasmado en Palabras contra el olvido. Más preocupada por la obra de Alberti que por la suya, tampoco ha recibido después el reconocimiento que merece. Lo dice también el escritor salmantino José Luis Puerto en una cita que recoge Ferris en la biografía: «Aún está por escribir el libro que analice la importancia de la contribución de la mujer a la cultura española y contemporánea y, más en concreto, a nuestra literatura. En tal análisis, la figura de María Teresa León tendría un papel destacado».

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