Medio Ambiente

La boga u otras especies «únicas» del río Duero

El documental «Durienses», premiado en festivales de Nueva York, India o California, muestra comportamientos en el hábitat acuático hasta ahora desconocidos

C. H. D.

ISABEL JIMENO

«Hay poquito, pero de lo poquito que hay es único». Así define y resume Carlos Rodríguez la vida bajo las aguas del Duero. La extensa cuenca, con características únicas, que este biólogo y su equipo en la productora Bichos han captado en horas y horas de grabación durante tres años, hasta completar un documental de 55 minutos de duración, «Durienses», centrado en las especies endémicas y sufragado por la Confederación Hidrográfica del Duero (CHD). Dos de cada tres son únicas y «no» se dan en ninguna otra parte del mundo. Y su comportamiento en su hábitat natural «sin artificios» ha quedado inmortalizado en este «trabajo enorme de observación» que ha arrojado imágenes «que jamás se habían grabado antes» que aportan incluso «datos científicos muy novedosos» sobre esa decena de endemismos.

La boga del Duero («pseudochondrostoma duriense»), el barbo («barbus bocagei»), el calandino («squalius carolitertii») o la sarda, también conocida como pardilla salmantina («achondrostoma salmantinum»), son algunos de esos endemismos que «marcan la diferencia», destaca este biólogo leonés, quien advierte de que es un «número en constante evolución», pues «hace veinte años las subespecies eran otras».

Bermejuela («achondrostoma arcasii»), piscardo («phoximus bigerri»), bordallo («squalius alburnoides»), lamprehuela («cobitis calderoni»), colmilleja del alagón («cobitis vettonica») o comjilleja («cobitis paludica») son otros de esos nombres que sólo se encuentran en el Duero. De lo que han logrado captar con mucha paciencia, Carlos Rodríguez destaca especialmente los calandinos, presentes «sólo» en algunos ríos al sur de la cuenca, o la sarda «exclusiva en dos o tres» cauces, como el Morasverdes o el Tenebrillo, donde este pez de la familia de los cípridos tiene sus «refugios fundamentales».

Carlos Rodríguez, de la productora «Bichos»

Más allá de ver a estos ejemplares únicos en su hábitat, el proyecto ha permitido descubrir «comportamientos y relaciones nuevas entre especies que no se dan casi en ningún otro lugar», destaca Carlos Rodríguez. De hecho, un proyecto Life centrado en los cípridos fue el origen, pero «al poco de empezar» comprobaron que aquello podía ser algo más ambicioso. Lo que iba a ser un año de trabajo se extendió a tres, con la financiación de la Confederación Hidrográfica del Duero (CHD), en los que se ha descubierto «mucho».

Con «tanto material gráfico», en el organismo de cuenca se plantearon «en serio un documental» sobre los endemismos, que ha permitido observar «cosas nuevas» que incluso «contradecían» lo sustentado hasta ahora por la comunidad científica, destaca Carlos Marcos, de la Comisaría de Aguas de la CHD, parte del heterogéneo equipo que ha estado detrás de «Durienses».

«Migraciones asombrosas»

Centrados en esas especies únicas del Duero, «lo que más nos ha llamado la atención» es que «muchas» de las especies endémicas «realizan migraciones asombrosas de miles y miles de individuos y muchos kilómetros». Es «un espectáculo increíble» ver cómo «en tres o cuatro días , decenas de miles» pasan por un punto, subraya Carlos Rodríguez. También destaca cómo este trabajo ha permitido desmontar la creencia de que los cípridos «eran muy parados», pues son «capaces de saltar cascadas de cuatro metros». De entre todos, el mayor es el barbo, pero también hay otros pequeños de entre cuatro y seis centímetros «con comportamientos jamás filmados», destaca Carlos Marcos, quien incide en que, pese a que se conocen más los salmónidos -como la trucha- pues son especies que se pescan, «la riqueza» del Duero son los cípridos. Ejemplares, incide, «esenciales para la biodiversidad» de la cuenca, que están «amenazados» por la introducción de especies exóticas, y que han conseguido «aclimatarse a condiciones extremas». Y de las que se ha podido grabar la «interacción» entre ellas, cómo bogas, barbos y calandinos interactúan -en algunos casos como depredadores- en unas relaciones que varían en función de la época del año.

Por toda la cuenca

Conseguir imágenes de barbos devorando a sus presas «es muy difícil», destaca Carlos de un trabajo que las ha llevado por toda la cuenca del Duero, aunque con especial atención al Esla y el Tormes, los principales afluentes al norte y al sur, ya que «tienen decenas de miles de individuos». Y de ahí, «seguirles en su periplo» para poder grabar en afluentes más pequeños que facilitasen un trabajo que requiere de dotes de «paciencia» y mucha capacidad de «observación», pues en ocasiones las cosas pasan «de manera imperceptible» y han de transcurrir días para que se puedan «interpretar, porque son comportamientos que no se conocían», precisa.

También, «muchos días de estar sentado con el culo en la misma piedra», aguantar jornadas en las que «no pasa nada», ocasiones en las que todo sucede tan rápido que no da tiempo a grabarlo -tiene 646 tomas de depredación, hasta que logró buenas imágenes-, cuadernos «llenos» de notas... Pero «ha sido maravilloso», destaca Carlos Rodríguez, quien asegura que en las aguas del Duero «siempre» ha encontrado alguna imagen «que te emociona».

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