Varios municipios conmemoran el 50 aniversario de la muerte de Azorín

Un convoy de coches antiguos recorrerá este sábado los lugares que figuran en la serie de artículos «La Ruta de Don Quijote»

Botica de los académicos de Argamasilla de Alba, donde se reunía Azorín con otros intelectuales ABC

IVÁN DUEÑAS

Los municipios vinculados a las crónicas que José Martínez Ruiz, Azorín, reunió en el libro «La Ruta de Don Quijote» , han querido rendirle un homenaje con unas jornadas culturales. mañana, 14 de octubre, los ayuntamientos de los municipios ciudadrealeños de Argamasilla de Alba , Campo de Criptana y Alcázar de San Juan , y el toledano de El Toboso , darán la bienvenida a 20 automóviles de la «Asociación de Coches Clásicos La Mancha» que trasladarán, en modelos únicos fabricados entre los años 20 y 40, a los interesados que deseen seguir la estela dejada por el escritor.

En cada hito marcado por el itinerario los viajantes disfrutarán de visitas guiadas, degustaciones de cocina típica manchega y también de charlas en cafés , algunos de los cuales llegó a frecuentar el propio Azorín.

Al paseo automovilístico, la entidad organizadora «País del Quijote, Ruta de Ensueño» añadirá la inauguración de la exposición «Azorín, periodista», en la Casa Medrano de Argamasilla de Alba, con objetos, libros y manuscritos originales traídos de la Casa Museo de Azorín de Monovar (Alicante). Este viernes se proyectará el documental «Azorín. La imagen y la palabra», producido por la Diputación de Alicante y dirigido por Domingo Rodes.

Esta será la primera edición de la «Ruta de Azorín» y con ella sus responsables agradecerán el entusiasmo del escritor por poner en el mapa cultural español el denominado «País del Quijote», donde disfrutó de una singular «monotonía y tranquilidad» entre sus gentes, subraya Rosa Idalia Cruz, concejal de Cultura del Ayuntamiento de Alcázar de San Juan.

«Blanco y Negro»

Corría el año 1905 cuando Azorín fue enviado por el semanario «Blanco y Negro» a las tierras que vieron las hazañas de Don Quijote de La Mancha. Todavía quedaba el recuerdo de las pérdidas coloniales de ultramar y los escritores de la Generación del 98 buscaban el «alma castellana» que llevó a defender las últimas posesiones en América. Aquel año se cumplía el tricentenario de la publicación de la I parte de la novela, y los literatos hallaron en el caballero de la triste figura el estereotipo ideal con el que «resucitar la figura del gran derrotado, del paladín de los nobles perdedores», recuerda Esther Bautista, catedrática de Literatura Moderna de la UCLM. Tras el desastre de 1898, se pretendió rescatar el heroísmo decadente y averiguar «qué quedaba en la España finisecular de aquel espíritu iluminado del ingenioso hidalgo», explica.

Sus artículos son un documento esencial para comprender las costumbres y mentalidad manchegas

En aquellos momentos Azorín se encontraba en un periodo de transición. El pensamiento anarquista que aún afloraba de sus «pulsiones juveniles» ya estaba mudando a una postura más conservadora, un cambio que dejó patente en su novela «La Voluntad» (1902). Dos años después de «La Ruta de Don Quijote» fue elegido diputado por el Partido Conservador de Antonio Maura.

Durante el viaje Azorín confeccionó un trabajo literario que «se sitúa a medio camino entre la crónica periodística y el diario íntimo », afirma Bautista. En sus líneas no repara en citar molinos, iglesias, plazas, callejuelas, caminos «rectos e inacabables», llanuras «amarillentas», casas de paredes blanqueadas, esteras de esparto, sillas y mesas de pino, cazos colgados, sartenes, tiendas de ultramarinos, herrerías, pañerías, fuentes de granito, las campanadas, los cacareos de los gallos… Él mismo admite que adolece de una «hiperestesia nerviosa enfermiza» y siente una profunda emoción ante estos cuadros de costumbres.

Con la entrega de un desenfrenado periodista -«¿no acabará para nosotros, modestos periodistas, este sucederse perdurable de cosas y cosas?» dejó por escrito el propio autor-, configuró un «auténtico universo manchego» y logró encontrar «la belleza serena de un paisaje llano, monótono, sencillo, poblado por mozas y labriegos, lo que podríamos llamar el encanto de lo castizo», dice la catedrática de Literatura.

Los artículos de Azorín tuvieron una favorable acogida, pues según cuenta Bautista «el libro fue pronto reeditado y traducido en Europa, llegando a forma parte de las lecturas obligatorias en algunos países de Suramérica». Mario Vargas Llosa lo introdujo en su discurso cuando ingresó en la Real Academia Española. Otras crónicas, como las de Ruben Darío y August Jaccaci, fueron igualmente destinadas a perpetuar «la impronta quijotesca», señala la profesora.

Hoy en día los artículos siguen siendo un referente de la idiosincrasia de estos pueblos, a pesar de los años. «El retrato que nos hizo José Martínez Ruiz, Azorín, es tan fiel que resulta fácil seguir viéndose reflejado en él», opina Bautista y agrega: «sigue constituyendo un documento esencial para comprender la mentalidad y las costumbres manchegas », y acaba la entrevista con una cita del cervantista argentino, Juan Bautista Avalle Arce, quien dijo de la crónica azoriniana que puede ser «capaz de mostrarnos que el Quijote es, en realidad, una forma de vida».

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