Los cuatro acusados testifican en el juicio: «Federico organizó su propio secuestro»

La Guardia Civil no duda del testimonio de la víctima, que ofreció un relato impreciso de unos hechos ocurridos en Santa Olalla en 2017

Los procesados, en la primera jornada del juicio Manuel Moreno

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Los cuatro procesados por el supuesto secuestro de un veinteañero español en Santa Olalla (Toledo), entre el 21 y 22 de noviembre de 2017, aseguraron este martes que todo fue un montaje de la presunta víctima: «Federico organizó su propio secuestro».

Esta línea de defensa de los acusados, que tienen el derecho a no declararse culpables, se vio alimentada por el denunciante. Su testimonio, desordenado, careció de precisión ante el tribunal de la Audiencia provincial de Toledo que juzga los hechos.

Todo lo contrario que sus presuntos captores, que ofrecieron una versión cargada de detalles para demostrar que fue un plan de Federico, a quien sus padres ya le habían dado 5.000 euros para saldar otra deuda.

Sin embargo, en la primera jornada de las tres previstas, dos guardias civiles expertos afirmaron que no dudaron de Federico, consumidor de cocaína desde hacía cuatro años. «No tuvimos ningún indicio para pensar que criminalizó a alguien en falso» , contestó un investigador en la sala cuando le preguntaron.

Un lugar donde ocultarse

Tres españoles y un rumano en el banquillo: Carlos, Abel, Rubén y Nicolae. Su presunta víctima, un conocido de los encausados, es hijo de los propietarios de una fábrica de mazapanes en Santa Olalla.

Según los procesados, Federico se inventó el rapto (’enganche’ en el argot policial) para sacar dinero a sus padres y pagar deudas por varios conceptos. Un rescate de 45.000 euros, de los que 15.000 se repartirían los secuestradores. ¿A cambio? Le tenían que dejar un lugar donde ocultarse durante el simulacro.

Carlos aseguró incluso que recogió a Federico en un coche BMW Serie 1 la tarde del 21 de noviembre y fueron desde Santa Olalla hasta Torrijos, a 14 kilómetros. Allí compraron un bolígrafo para anotar el plan en un papel, porque Carlos no era capaz de quedarse con los detalles y las frases que tenía que decir cuando llamase a los padres exigiendo el dinero.

En el club Erótica

Federico, sin embargo, negó este extremo ante el tribunal presidido por el magistrado Urbano Suárez, riguroso con todas las partes. Mantuvo que no escapó cuando se quedó solo en el turismo porque tuvo miedo. Así que pasó unas horas en el club Erótica, en Otero, propiedad de Carlos pero cerrado al público entonces.

Según los presuntos secuestradores, Federico se movió libremente por sus instalaciones e, incluso, se acercó andando al club vecino, ‘Los Ángeles’. Su dueño es Abel, otro de los encartados, que declaró que el joven era cliente habitual. Y no fue el único reo que habló de la adicción de Federico a los estupefacientes, lo que le había generado a una deuda amplia con Rubén, uno de sus camellos y, a la postre, supuesto raptor.

El denunciante negó también que fuese cliente y dijo, en cambio, que estuvo en el ‘Erótica’ retenido, amordazado y maniatado dentro de un baño. Sin agua ni comida, y con los ojos vendados. Permaneció secuestrado, según su relato, hasta que sus presuntos captores decidieron ponerlo en libertad al día siguiente. Le dieron, además, diez euros para un billete de autobús.

Para entonces, la Guardia Civil ya había desplegado un operativo ingente por la zona. Habían llegado agentes de la unidad central de Homicidios, Secuestros y Extorsiones. Uno de ellos, experto en estas lides, compareció en la sala y corroboró que dieron credibilidad al testimonio de Federico, aunque al principio él dijo que había sido raptado por cuatro hombres negros.

Segundo relato

«No tuvimos ningún indicio para pensar que criminalizó a alguien en falso», había testificado unos minutos antes otro agente experimentado en interrogatorios. Fue el mismo el que aclaró, a preguntas del presidente del tribunal, que habían comentado a Federico que tenían indicios sobre sus captores con el único fin de tranquilizarlo.

«Estaba aterrorizado y nervioso -describió el agente-. Su primera declaración, informal y en la que se inventó que fue raptado por cuatro personas negras, había sido muy pobre. Le dije que se dejase de tonterías y que contase la verdad. Se resistió, pero su segundo relato fue coherente».

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