Crimen de Quintanar: el misterio de los dos cuchillos

Este jueves se cumplen dos años del asesinato de Isabel Laureana Cebrián con más de 40 puñaladas. Su marido y su cuñado están a la espera de comparecer ante un jurado popular

A la derecha, la vivienda donde ocurrió el crimen Ana Pérez Herrera
Manuel Moreno

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Las hojas del calendario van cayendo inexorablemente. Este jueves, 11 de enero de 2018, se cumplen dos años del brutal asesinato de Isabel Laureana Cebrián en la cocina de su casa, en el número 1 de la calle Moral de Quintanar de la Orden (Toledo). A la exconcejala del PP en el Ayuntamiento de esta localidad (11.400 habitantes) le arrebataron la vida a los 59 años acuchillándola salvajemente. Esa zona de la vivienda era el único lugar de todo el inmueble donde había señales de defensa de Isabel. El resto de la casa estaba, sospechosamente, ordenado.

Fue apuñalada más de cuarenta veces con un único cuchillo, recogido del suelo del pasillo por la Guardia Civil. Lo hallaron junto a otro cuchillo, ambos procedentes de la cocina, que habían sido colocados paralelamente, y de forma intencionada, por el autor o autores del crimen —todavía por esclarecer de manera palmaria—. Quizá con la intención de engañar a los investigadores y sostener así la coartada de un posible atraco por dos delincuentes, luego desvanecida.

Los dos cuchillos tenían impregnados pelos de la víctima y estaban llenos de sangre, pero no había restos sanguíneos debajo de ninguno, lo que demuestra que ambos fueron depositados de forma deliberada.

Borracho en el cementerio

Solo hay en prisión, como medida cautelar, un presunto autor de la muerte de Isabel. Se trata de su cuñado, José Antonio Carrión , quien confesó espontáneamente a la Guardia Civil, entre lágrimas, ser el asesino. Lo hizo diez meses después del crimen, aunque no era la primera vez que había llorado en público por este caso. Los investigadores supieron que, dos días después del asesinato, una familia encontró a José Antonio borracho a las puertas del cementerio, balbuceando que él era el culpable. Tenía un cuchillo, con el que se infligió unos cortes superficiales en el cuerpo, y una nota ilegible.

Sin embargo, su hermano y marido de Isabel, Francisco Javier , no está entre rejas. Sigue en libertad con cargos desde octubre de 2016, después de abonar una fianza de 20.000 euros para salir de la cárcel. Su detención e ingreso provisional en prisión, debido a que su coartada —se inventó un atraco— no convenció nunca a la Guardia Civil, ocasionaron una ola de solidaridad en favor de Francisco Javier.

Los dos hermanos, que trabajaban junto con Isabel en una gestoría familiar, están a la espera de comparecer en un juicio con jurado popular, aún sin fecha , que se celebrará en la Audiencia Provincial de Toledo.

La Guardia Civil y la Fiscalía de Toledo, que está ultimando el escrito de acusación, están convencidos de que Francisco Javier y José Antonio participaron en el sangriento homicidio: uno mató a Isabel, aunque necesitó la ayuda del otro. No obstante, está por demostrar, durante la vista oral, el grado de implicación de cada uno o si necesitaron, tal vez, ayuda de terceros.

José Antonio, que tenía llaves de la casa del matrimonio, ha mantenido siempre que la asesinó él solo, pero no ha dado una versión coherente ni ha explicado sus motivos de manera fehaciente. En la uñas de Isabel había restos biológicos de su cuñado, lo que indicaría que ella intentó defenderse. Además, en el jersey y la camisa que él llevaba puestas el día del crimen, se recogieron también vestigios de ADN de ella, como de haberle dado un abrazo. ¿Un triángulo amoroso, quizá? Es una hipótesis que, probablemente, saldrá a relucir durante el juicio.

Por su parte, el esposo ha defendido su inocencia, pero los indicios y las pruebas apuntan en otro sentido. Francisco Javier, que cambió su versión , deberá explicar al jurado por qué borró todas las llamadas de su teléfono móvil después del crimen, que ocurrió entre las cuatro y las seis de la tarde, según los médicos forenses. Y deberá aclarar, también, cómo es posible que él sostuviese que no había estado en la vivienda desde las tres, cuando hay un testigo que garantiza que lo vio salir de la casa sobre las seis.

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