Diego de Palafox

Nereydas, Mineccia e Illán lo bordaron en el Festival de Música El Greco

Tarde musicalmente mágica en el patio renacentista de San Pedro Mártir, en Toledo

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«En el horizonte cultural de la música culta, la espectacularidad es una categoría descuidada, demonizada y olvidada», escribió hace una decena de años el escritor y músico Alessandro Baricco. Nereydas se ha encargado de demostrar, en el cuarto concierto del Festival de Música El Greco en Toledo, que la naciente ópera del siglo XVII es espectacular y se hace fascinante. Los adjetivos con los que, al término de la actuación, el público, que llenó el patio renacentista de San Pedro Mártir, se expresaba definen mejor que cualquier crónica lo que se vivió en una tarde musicalmente mágica: ¡colosal!, ¡magnífico!, ¡sorprendente!, ¡una delicia! ¡excelente!, ¡extraordinario!, ¡una maravilla!...En fin, me quedo con unas palabras escritas en Facebook por Juan Ignacio de Mesa, presidente de la Real Fundación Toledo, que es la entidad organizadora del festival, que considero son resumen de lo vivido: «Las expectativas eran buenas, pero la realidad superó todo lo esperado.

La conferencia previa al concierto, la presentación que hizo Javier, las piezas elegidas, la voz ¡vaya voz! de Filippo, los músicos, el sitio elegido. En fin, una noche para no olvidar».

En esa idea de no sustraer la música de sus raíces de fascinación, de sus orígenes de puro espectáculo, es donde surge la idea del proyecto «Siface: L’amor castrato. Aventuras de amor y sangre de una voz privilegiada». Todo surge a partir de la tesis doctoral que Elena Bernardi ha realizado sobre Giovanni Francesco Grossi, llamado Siface, un castrato italiano (1653-1697), muy reconocido por sus brillantes interpretaciones musicales y también por la tormentosa vida amorosa que terminó en tragedia. Luego el contratenor florentino Filippo Mineccia y el toledano Javier Ulises Illán realizan un trabajo minucioso para ofrecer, a manera de ópera en dos actos, una visión del famoso Siface y su azarosa vida, vistos a través de las obras con las que el primer gran divo operístico triunfó en la Europa de su tiempo. A la producción se ha unido el también músico Manuel Minguillón, cuya labor es esencial y necesaria para que el resultado haya sido excelente.

Contar para el proyecto «Siface» con músicas de Alessandro Stradella, Carlo Pallavicino, Alessandro Scarlatti, Bernardo Pasquini, Francesco Cavalli, Pietro Simone Agostini, Carlo Ambrogio Lonati, Giovanni Battista Bassani y Antonio Giannettini, a las que se unen, por curiosidad, dos obras que compuso Henry Purcell en homenaje a su amigo cantante Giovanni Francesco Grossi «Siface», cuando este estuvo en Inglaterra, es algo más que un reto artístico. Y ahí, tanto el director Javier Ulises Illán como el contratenor Filippo Mineccia también han estado exquisitos en la elección. Descubrir el patrimonio dormido bajo el silencio de siglos y ofrecerlo para el deleite de los públicos de hoy con naturalidad, concibiendo un mensaje y expresando y transmitiendo emociones es algo que hay que agradecer a estos músicos que se salen de lo manido y se adentran en el patrimonio para sacar a la luz muchas belleza y ponerlas al alcance, para el gozo, de las personas de nuestro tiempo.

«Siface: L’amor castrato. Aventuras de amor y sangre de una voz privilegiada» es un concierto largo que no cansa y que deja con ganas de más. Eso ya lo dice casi todo, tanto del contenido, como, por supuesto de la actuación propiamente de dicha de Nereydas.

Para llegar a esas opiniones del público, no es solo necesario un buen trabajo de preparación como el realizado, sino el propio concierto en sí y los músicos que lo llevan a cabo. Y, por ello, es preciso centrar el protagonismo en quien encarna la música y la transmite. En este concierto, que ha alcanzado el clímax en el Festival de Música El Greco en Toledo, el saber y el alma lo han puesto el gran Johannes Pramsohler, concertino, que es profesor de violín barroco en Mozarteum de Salzburgo y que ha tocado con un violín Rogero de 1713; Ricart Renart, Elsa Ferrer y Silvia Mondino en los violines primeros; Roldán Bernabé, Aliza Vicente, Elvira Martínez en los violines segundos; Isabel Juárez y Sara Gómez en las violas, Ester Domingo en el violonchelo, Ismael Campanero en el contrabajo, Manuel Minguillón con archilaúd y la guitarra barroca, y Daniel Oyarzábal con el clave. Y por, supuesto, el peso de trabajo, largo, minucioso, duro, variado, con dominio vocal y de escena, con responsabilidad estilística y, además, con sentimiento se ha fundamentado en la voz de Filippo Mineccia. Y frente a todo, con seguridad y gran dominio, con gesto y con unas manos que conducen la orquesta con la fuerza y la ordenada sencillez con la que un auriga conduciría una cuadriga romana, el toledano Javier Ulises Illán, que, una vez más, y a tenor de la muestras de cariño y los aplausos recibidos, ha demostrado que sí es profeta en su tierra.

Nereydas interpretó un bellísimo ramillete de piezas y supo en todo momento cambiar de registro, arropando a la voz o exaltándose en pasajes orquestales vertiginosos como un empático latir que bombeaba música y pasiones a un público embriagado. La línea dramática del concierto fue completamente exquisita, con intermedios instrumentales de oberturas de ópera que oxigenaban la ausencia de Mineccia. El concierto lo tuvo todo, un continuo sólido y maleable por igual, solistas y secciones bien definidas y, sobre todo, una unidad estética de excelsa exquisitez.

No puedo de dejar de reseñar la noticia musicológica que nos ofreció en la conferencia previa José María Domínguez y que cierra el círculo de Siface y lo relaciona con Toledo. Este musicólogo, director del Máster de Musicología de la Universidad de la Rioja, ha descubierto en el Archivo de la Nobleza, que tiene su sede en Toledo, una carta de 1698 en la que se da cuenta de la muerte del famoso músico Siface.

En fin, un concierto para no olvidar. Las obras de arte no se hacen, ocurren; y, a veces, si aunamos el saber, la pasión y la emoción de los intérpretes con los deseos y las emociones de las personas que asisten a la liturgia de un concierto, esas obras de arte se hacen patentes y cada persona las goza con la intensidad que su corazón requiere. Es lo que pasó en Toledo. Y es lo que reconoció el público con las ovaciones puesto en pie aplaudiendo y gritando ¡bravo!, que hubiera querido seguir gozando aún después de que Nereydas concediera dos bises, uno de ellos, una nana de Scarlatti, verdaderamente sublime.

El Festival de Música El Greco en Toledo es una manifestación cultural de primera magnitud para una Ciudad Patrimonio de la Humanidad con el mayor potencial cultural de Europa. Este es un paso excelente, un buen paño que hay que sacar del arca y venderlo en los escaparates del mundo. Queda otro concierto el 3 de junio, en el que Rocío Márquez vuelve a donde triunfó en 2014 y el festival culminará en septiembre con la Orquesta y Coro del Teatro Real de Madrid. ¡Estupendo! ¡Formidable! ¡Adelante!

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