Braulio Rodríguez

De actualidad

El Primado recuerda que la actividad política se ha de fundamentar en la verdad

Braulio Rodríguez
Actualizado: Guardar
Enviar noticia por correo electrónico

En los momentos que la sociedad española está viviendo de incertidumbres, inquietudes sociales, gobierno en funciones, negociaciones para decidir qué vendrá después, no se me ocurre dar recetas o consejos de actuación política para los católicos. No es mi cometido como Obispo; los fieles laicos tienen suficiente capacidad para saber qué han de hacer. Otra cosa es mostrar principios de la Doctrina Social de la Iglesia, que ayuden a tener criterios de actuación. El curso pastoral 2015-2016, además, tiene en conocer mejor la Doctrina Social de la Iglesia uno de sus ejes importantes.

El Concilio Vaticano II nos invita en primer lugar, cuando tratamos de fe y política, a marcar bien las diferencias entre religión y actividad política. Ésta consiste básicamente en el conjunto de instituciones y actividades que se ordenan a promover, organizar y dirigir la convivencia social, en favor del bien general de los ciudadanos.

Como cualquier otra actividad de este mundo, la política es fruto de la razón humana, de la experiencia histórica compartida y la colaboración de muchas personas e instituciones, no sólo de los políticos «profesionales». En cuanto actividad humana que tiene que ver con el bien de la comunidad social, la política tiene que estar regida por unos principios morales. La sociedad española, ¿tiene claro en estos momentos esos principios morales objetivos? ¿Lo tienen nuestros políticos? Aquí surgen dudas inquietantes.

La fe cristiana es la respuesta personal a lo que Dios nos ha revelado en Jesucristo, con unos contenidos que vienen del testimonio de los Apóstoles, conservados y transmitidos mediante la Tradición de la Iglesia. El cristiano con fe se relaciona, pues, con el Dios vivo y personal, manifestado en Jesús, sus dones y sus promesas. De aquí que las pautas y los modelos morales de compromiso como hijos de Dios y como ciudadanos del mundo vienen justamente de Cristo.

¿Están, pues, enfrentadas la política y al fe? No necesariamente. Es verdad que entre ambas existe una dialéctica, esto es, no hay entre ellas una entera coincidencia, y en ocasiones muy poca. Por eso, no hay ningún partido político católico. Pero los católicos pueden hacer de la actividad política una actividad digna y objetivamente aceptable. Para ello han de tener en cuenta la dignidad de la persona, la libertad de conciencia y religiosa, el derecho de los padres a educar a sus hijos como ellos quieran y elijan; también si se trabaja por el bien común y se evita el puro interés e ideología de grupo; si se evita el escándalo de hacer del adversario político un enemigo personal a eliminar socialmente. Es éste un listón demasiado alto para muchos, pero condición necesaria si queremos una verdadera democracia, fundada en la verdad de las cosas y no en la mentira partidista.

Los cristianos como miembros de la sociedad y de sus instituciones, intervienen en política como cualquier otro. Pero han de tener en cuenta las sugerencias, aspiraciones y valoraciones morales que nacen de su fe cristiana, porque algunos asuntos de la vida social pertenecen a la vez a la esfera de lo político y a la esfera de lo religioso o lo moral. Así ocurre, por ejemplo, con la familia, la enseñanza, el trabajo, la justicia social, la atención a los enfermos y a los ancianos. Y un largo etcétera, porque son realidades comprendidas en el bien social que tienen que ser promovidas desde la política, dejando a un lado la ideología de los partidos políticos. Además, todas ellas forman parte de la vida personal y social; contienen igualmente aspectos religiosos y morales que afecta, como es lógico, a la fe, y a la conciencia moral de los cristianos, y quedan dentro de la competencia y solicitud de la Iglesia.

¿Tienen en cuenta nuestros políticos estas características de la actividad política, no partidaria? Confieso que muchas veces parece que no es así, creando problemas innecesarios a la sociedad civil, que, como en otras ocasiones he afirmado, en muy débil en España. Por desgracia, también ocurre lo mismo en tantos y tantos cristianos, a la hora de su participación social y política en nuestra sociedad.

Ver los comentarios